Damián Castaño, con la miel en los labios

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27 Sep 2024
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A los toros hay que matarlos, y Damián Castaño falló reiteradamente en la suerte suprema en sus dos toros después de dibujar dos faenas de parecido corte, basadas en la naturalidad, la torería y el buen gusto. Con el escaso público asistente a su favor y entusiasmado con su concepto pudo haber cortado una oreja en cada toro, lo que hubiera supuesto abrir la Puerta Grande, un gran premio muy lejano de la vuelta al ruedo que dio en su primero y la ovación que recogió tras la muerte del sexto.

Fue la espada la que impidió a Damián Castaño que paseara un trofeo en su primer toro que tenía bien ganado tras una labor personalísima en el tercio final, basada en naturales cortos de recorrido, pero henchidos de frescura y elegancia. Hasta cuatro tandas, cortas todas ellas, a veces de uno en uno los muletazos, pero siempre muy bien colocado el torero ante un toro que peleó en varas con más pujanza que sus hermanos y demostró nobleza y clase en el tercio final. También citó Castaño con la derecha y dos cambios de manos fueron largos y primorosos. Pero todo lo emborronó con una fea estocada corta y varios descabellos.

Se le esperó con expectación ante el sexto, noble y con movilidad como el tercero, el lote más completo de la tarde. Lo muleteó con arrebato y buenas maneras por la derecha, en dos tandas ceñidas y ligadas, y brilló por naturales, más corto el viaje del toro por ese lado, pero igualmente bien colocado el torero. Pero otra vez falló en la suerte final, y el triunfo se perdió. Castaño dejó a Las Ventas con la miel en los labios, pero debe andar despierto, porque el dulce sabor se puede convertir en hiel.

Sánchez Vara, a la verónica en su primer toro.

Sánchez Vara también estropeó con la espada una labor de torero veterano, curtido, con sobrado oficio y temple en sus muñecas. Recibió al que abrió plaza con unas airosas verónicas ganando terreno hasta los medios; erró el picador en su turno con tres puyazos traseros al tiempo que el animal levantaba la cara y acometía sin celo; el toro se paró en banderillas y llegó al tercio final sin recorrido ni clase. Su lidiador lo muleteó son solvencia por ambas manos al tiempo que el toro acudía desganado y con la cara suelta; a pesar de ello, y en los instantes finales, Sánchez Vara se lució en un par de tandas cortas por naturales con gusto y temple, que fue, a la postre, lo más logrado de su actuación, pero montó la espada y todo lo emborronó. En el cuarto, el torero de Guadalajara solo pudo lucirse en el tercio de banderillas, en tres pares con soltura y buena colocación. El toro, que había empujado en el caballo y puso en apuros al picador, acudió con brío en el segundo tercio, pero llegó moribundo a la muleta y se derrumbó en varias ocasiones.

Más agallas demostró el segundo de la tarde en el caballo al que empujó en dos puyazos, de corto recorrido en el segundo tercio, llegó a la muleta con nobleza en su comportamiento, pero con las fuerzas muy justas. Rubén Pinar, decidido en todo momento, no pudo más que demostrar sus ganas ante un oponente que no le permitió el lucimiento. Y sus buenos deseos se estrellaron con el quinto, desfondado, agotado y noqueado en la muleta tras un notable juego en varas.

Primer desafío ganadero del mes de septiembre, y se ha vuelto a demostrar que el tercio de varas es uno de los patitos feos de la tauromaquia actual. Cuando el toro se coloca bien y el picador se siente torero, la suerte suele brillar con más frecuencia. Hubo puyazos aceptables, horrorosos otros y toros que empujaron, con más o menos bravura, pero la suerte de varas se hizo presente. Bienvenida sea.

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