Mateo_Koss
Member
- Registrado
- 27 Sep 2024
- Mensajes
- 50
“La película es el punto final de un proceso de reflexión sobre el cine. Rivette invita al público a colaborar en un experimento y a comprometerse con él del mismo modo que sus autores e intérpretes. No anuncia un entretenimiento banal. L’amour fou se dirige a los locos de amor por el cine”, escribió en Le Monde Jean de Baroncelli, novelista y crítico de cine del diario francés, cuando se estrenó en el año 1969. L’amour fou, singular en su sistemática de trabajo, sus formas y su metraje, rompía con cualquier convencionalismo incluso dentro de la operación de acoso y derribo, de acceso al poder cinematográfico, que supuso la nouvelle vague desde los estrenos de Los 400 golpes (1959), de François Truffaut, y Al final de la escapada (1960), de Jean-Luc Godard.
Rivette, el más desconocido, el menos visto y disfrutado del repóquer de ases del núcleo duro de la nueva ola francesa, formado también por Godard, Truffaut, Alain Resnais y Claude Chabrol, engendró una década después del inicio del movimiento una obra tan desmesurada que ya desde su nacimiento fue difícil tener acceso a ella. Rodada a lo largo de cinco semanas, L’amour fou acabó durando cuatro horas y cuarto en su montaje final, al que se dedicaron más de cuatro meses de trabajo. Una experiencia cinematográfica, cultural, social y humana que podrán vivir los espectadores españoles de, al menos, 11 ciudades españolas (Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, Valladolid, Santiago, Ferrol, Lleida, A Coruña, Cádiz y Santander), en distintos cines, certámenes y filmotecas, y con posibilidad de nuevas adhesiones.
La película nunca había llegado a las salas comerciales españolas, y 55 años después de su estreno en Francia lo hace con una nueva restauración en 4K, presentada en la edición del Festival de Cannes de 2023 como parte de la selección de Cannes Classics, y que posteriormente se ha podido ver en el Festival de Toronto y en la Seminci de Valladolid. Cámara en mano, Rivette captura el vértigo de la calle, el sonido de los cafés y el aliento de la vida con una película alrededor del mundo del teatro. L’amour fou es al mismo tiempo una reflexión sobre dos artes, el de la pantalla y el de las tablas, sobre su vivencia y su representación, y una impetuosa historia de pasión y dolor, de vanidad y locura, entre un hombre y una mujer: el director de la obra que se está ensayando, una versión libre de Andrómaca, de Jean Racine, y su actriz protagonista y esposa, que abandona el montaje por divergencias profesionales con su marido, y que es sustituida por otra actriz que había sido pareja del director en el pasado.
Dos tragedias sobre la fatalidad y la deslealtad, la de Racine y la de Rivette, que se funden además con la apasionante sistemática formal y fotográfica del director francés, que introduce en la ficción a un equipo de rodaje de un documental sobre el propio montaje de Andrómaca, lo que hace que L’amour fou tenga, junto a los pasajes en 35 mm del desarrollo normal del relato, muchas secuencias rodadas en 16 mm, con una textura de grano grueso y una puesta en escena aún más rabiosa y ágil, que enciende el blanco y negro hasta una espectacular crudeza. Los espectadores más cinéfilos (y los que se acerquen a esta experiencia lo serán con seguridad) podrán comprobar las sinergias de estos años entre la influencia de la nouvelle vague en los nuevos cines de todo el mundo, hasta converger en el Nuevo Hollywood americano, y las revolucionarias metodologías de autores como John Cassavetes. Así, no es difícil entrever cómo entronca Rivette con el Martin Scorsese de ¿Quién llama a mi puerta? (1967) en sus secuencias de cama, en las que la cámara, y por tanto el espectador, es un habitante más, o con el brío casi insolente del Cassavetes de Rostros (1968).
La gestión del tiempo nunca fue un problema para Rivette, que había comenzado su carrera con otra película ambientada en el teatro como París nos pertenece (1961), aunque pasada por el tamiz del cine de género, y que batiría récords de duración con sus posteriores trabajos: 240 minutos con La bella mentirosa (1991); 335 minutos con los dos partes de Juana de Arco (1994), y 773 minutos (casi 13 horas) con Out 1: Noli me tangere (1971). Los 255 minutos del proceso de deterioro de la pareja de L’amour fou, culminados en una parte final deslumbrante con el corte a negro como seña de identidad de estilo y de su pulsión sentimental, son una bella invitación al desconcierto. Su modernidad sigue vigente. Como el amor loco por el cine.
Seguir leyendo
Rivette, el más desconocido, el menos visto y disfrutado del repóquer de ases del núcleo duro de la nueva ola francesa, formado también por Godard, Truffaut, Alain Resnais y Claude Chabrol, engendró una década después del inicio del movimiento una obra tan desmesurada que ya desde su nacimiento fue difícil tener acceso a ella. Rodada a lo largo de cinco semanas, L’amour fou acabó durando cuatro horas y cuarto en su montaje final, al que se dedicaron más de cuatro meses de trabajo. Una experiencia cinematográfica, cultural, social y humana que podrán vivir los espectadores españoles de, al menos, 11 ciudades españolas (Madrid, Barcelona, Sevilla, Valencia, Valladolid, Santiago, Ferrol, Lleida, A Coruña, Cádiz y Santander), en distintos cines, certámenes y filmotecas, y con posibilidad de nuevas adhesiones.
La película nunca había llegado a las salas comerciales españolas, y 55 años después de su estreno en Francia lo hace con una nueva restauración en 4K, presentada en la edición del Festival de Cannes de 2023 como parte de la selección de Cannes Classics, y que posteriormente se ha podido ver en el Festival de Toronto y en la Seminci de Valladolid. Cámara en mano, Rivette captura el vértigo de la calle, el sonido de los cafés y el aliento de la vida con una película alrededor del mundo del teatro. L’amour fou es al mismo tiempo una reflexión sobre dos artes, el de la pantalla y el de las tablas, sobre su vivencia y su representación, y una impetuosa historia de pasión y dolor, de vanidad y locura, entre un hombre y una mujer: el director de la obra que se está ensayando, una versión libre de Andrómaca, de Jean Racine, y su actriz protagonista y esposa, que abandona el montaje por divergencias profesionales con su marido, y que es sustituida por otra actriz que había sido pareja del director en el pasado.
Dos tragedias sobre la fatalidad y la deslealtad, la de Racine y la de Rivette, que se funden además con la apasionante sistemática formal y fotográfica del director francés, que introduce en la ficción a un equipo de rodaje de un documental sobre el propio montaje de Andrómaca, lo que hace que L’amour fou tenga, junto a los pasajes en 35 mm del desarrollo normal del relato, muchas secuencias rodadas en 16 mm, con una textura de grano grueso y una puesta en escena aún más rabiosa y ágil, que enciende el blanco y negro hasta una espectacular crudeza. Los espectadores más cinéfilos (y los que se acerquen a esta experiencia lo serán con seguridad) podrán comprobar las sinergias de estos años entre la influencia de la nouvelle vague en los nuevos cines de todo el mundo, hasta converger en el Nuevo Hollywood americano, y las revolucionarias metodologías de autores como John Cassavetes. Así, no es difícil entrever cómo entronca Rivette con el Martin Scorsese de ¿Quién llama a mi puerta? (1967) en sus secuencias de cama, en las que la cámara, y por tanto el espectador, es un habitante más, o con el brío casi insolente del Cassavetes de Rostros (1968).
La gestión del tiempo nunca fue un problema para Rivette, que había comenzado su carrera con otra película ambientada en el teatro como París nos pertenece (1961), aunque pasada por el tamiz del cine de género, y que batiría récords de duración con sus posteriores trabajos: 240 minutos con La bella mentirosa (1991); 335 minutos con los dos partes de Juana de Arco (1994), y 773 minutos (casi 13 horas) con Out 1: Noli me tangere (1971). Los 255 minutos del proceso de deterioro de la pareja de L’amour fou, culminados en una parte final deslumbrante con el corte a negro como seña de identidad de estilo y de su pulsión sentimental, son una bella invitación al desconcierto. Su modernidad sigue vigente. Como el amor loco por el cine.
Seguir leyendo
Curso intensivo de la ‘nouvelle vague’ en cines: cuatro horas y cuarto con el amor loco de Rivette
‘L’amor fou’ llega a salas comerciales españolas 55 años después de su estreno en Francia con una restauración en 4k.
elpais.com