Rachael_Satterfield
New member
- Registrado
- 27 Sep 2024
- Mensajes
- 56
«Sorprende que un verso, una canción, una creencia o una ilustración sea algo a combatir tan virulentamente», decía el autor de cómics Tomeu Seguí refiriéndose al atentado yihadista contra la revista ‘Charlie Hebdo’, del que se cumplen diez años estos días. Sorprende, tiene razón, que la cultura pueda costar la vida en pleno siglo XXI: en Francia dejó de ser delito la blasfemia en 1791, la matanza del semanario satírico tuvo lugar en París 224 años después. Afortunadamente, ante la ofensa (la difícilmente comprensible ofensa de un verso, una canción, una creencia o una ilustración), uno puede responder con la crítica (más o menos desabrida, más o menos furibunda, más o menos argumentada), incluso con una denuncia si se cree afrentado gravemente, pero son las menos las que acaban en agresión física, con o sin resultado de muerte. Recientemente, varios viñetistas reconocían no dibujar a Mahoma porque no estaban dispuestos a morir por una ilustración. Al mismo tiempo, muchos usuarios de redes sociales, ante la estampita de Lalachús en el programa de Nochevieja que ha ofendido a muchos católicos, escribían «con Mahoma no se atreven».La libertad precisa de un grado de libertinaje para seguir siendo libertad y no convertirse en otra cosaMe sorprende mucho que se utilice esta afirmación como argumento. ¿Deberían atreverse, obligatoriamente, después de todo? ¿Arriesgando sus vidas y las de los que les rodean? Algunos lo hacen, es cierto, y es encomiable su compromiso con la libertad de expresión y no claudicar ante el terror, por no dar la razón a las armas. Pero no es exigible la heroicidad a todos ellos. ¿Deben los que tienen miedo, entonces, renunciar a hacer chistes con cualquier religión porque los seguidores de una de ellas están dispuestos a hacer uso de la fuerza? ¿Significa eso que su temerosa autocensura es su condena? ¿Habría que renunciar a criticar, a satirizar, a ridiculizar, a bromear con todas las religiones? No olvidemos que la matanza de ‘Charlie Hebdo’ no era únicamente contra hombres que dibujan lo que incomoda: su función última era matar las ideas. ¿Deberían lograrlo? ¿Debería el legítimo miedo de unos delimitar la libertad de expresión de todos? Porque, vestido de domingo y de la sofisticación de las palabras bien ordenadas, es lo que se está pidiendo: que, si no te atreves a dibujar a Mahoma, no oses tampoco dibujar a Dios. Y, de renunciar a dibujar a Dios (a criticar, a bromear, a ironizar), ¿cuál sería la siguiente renuncia? Porque para ser libres hay que continuar hablando en libertad, y esa libertad pasa por defenderla activamente, no por concesiones que nunca, jamás, son la última. La libertad, como dice el historietista Pere Joan, precisa de un grado de libertinaje para seguir siendo verdaderamente libertad y no convertirse en otra cosa. «Si la encerramos entre límites perfectamente acotados, eso ya no es libertad», decía. «Esos límites están muy bien como guía, como código compartido, pero toda sociedad precisa de alguien que ponga a prueba esos límites, que se los salte, que los fuerce, que los ensanche». Los subversivos, los incómodos, los irrespetuosos. Los que ponen a prueba nuestras convicciones. Los que nos obligan a tolerar la libertad del otro porque es parte del trato civilizatorio si defendemos el respeto a la nuestra, más aún en el ámbito cultural (un verso, una canción, una ilustración).Porque, como defendía el abogado de ‘Charlie Hebdo’ en el alegato pronunciado ante el Tribunal Penal de París, «a nosotros, y solo a nosotros, corresponde comprometernos, reflexionar, analizar y, a veces, correr riesgos para seguir siendo libres, para ser lo que queremos ser. A nosotros, y solo a nosotros, corresponde encontrar las palabras, pronunciarlas, escribirlas, para tapar del sonido de los cuchillos en nuestras gargantas».
Cargando…
www.abc.es