Cuento de lotería de Navidad

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27 Sep 2024
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Los cálculos previstos fallaron estrepitosamente. Acunada en la barriga de su madre, la pequeña Julieta no se atrevía a salir a este mundo desquiciado que por momentos odiará y amará como lo hacemos los que le llevamos unas cuantas décadas de ventaja. Al final no le va a dar la Nochebuena a sus padres a quienes les trajo este pasado fin de semana no un pan debajo de brazo sino el premio Gordo, el mejor y más duradero de todos.Nuestra Julieta escribió el prólogo del cuento de lotería de Navidad que no arranca como el que inspiró a Dickens con la visión del pasado sino con el presente de una vida que se abre al mundo con los esfuerzos de unos padres que espantan la cultura del individualismo, de la comodidad y el desapego para enfrentarse con las dificultades que siempre entraña la crianza en una sociedad que no lo pone nada fácil. Ser padre o madre en los tiempos que corren no es nada fácil por mucho que algunos apelen a tiempos remotos. Por eso, esta España nuestra cada vez es más vieja y cada nacimiento debe celebrarse como si fuera un gol contra la pirámide poblacional. Los papás de nuestra bebé seguro que ni caerán que la lotería que llevaban del trabajo no tocó, como reza la tradición. Su fortuna es otra y tiene nombre de personaje romántico.A esa visión del presente, le sigue la del futuro que mira con ilusión Antonia, una de las premiadas en el sorteo de ayer. Jamás le había rozado ni de cerca la fortuna. Su vida se ha ido agotado poco a poco en los descansillos de las escaleras que ha limpiado sin descanso hasta que sus rodillas la mandaron al retiro obligatorio. Hasta el domingo, Antonia transitaba sobre el alambre de la incertidumbre a diario. Con una escueta pensión y varios hijos en paro, las sobremesas se hacían eternas porque es en ese preciso instante cuando el hambre más aprieta. Hambrienta, pero sin borrar la sonrisa en la cara, Antonia es el cascabel que alegra la vida de sus vecinas. Todas ellas saben que ella es el cabo, viejo y despeluchado, que siempre estará ahí para salvarlas llegado el caso. Por eso, como cada año le compraron un décimo sin que ella lo supiera porque Antonia es simpática pero orgullosa y jamás sería capaz de reconocer que no puede permitirse jugarse 20 euros al azar. Hasta ayer los décimos acababan en la basura olvidados para siempre. Pero este 22 del 2024, a María la han bajado por fin del maldito alambre. Nada más pisar tierra firme, miró al pasado, como el fantasma de Dickens, para reencontrarse con aquella niña que algún día fue el Gordo en una mañana de lotería.

 

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