Cuando la nostalgia nos amordaza

ygottlieb

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Ya ha terminado el parto congresual de los socialistas en Sevilla y es el cuadragésimo primero. Este Congreso, desde fuera y con el ánimo templado que brinda la distancia, creo que es el de la confirmación de las políticas de Pedro Sánchez . Ya no hay duda, ni para los nostálgicos que viven para volver a un pasado que ya no existe, del apoyo a las coaliciones con los independentistas, a los acuerdos con Puigdemont en Waterloo, a la amnistía y las futuras trasferencias de las competencias de emigración, mientras clamamos por políticas europeas en esa materia. Ya nadie podrá decir que defiende al partido estando en contra de los acuerdos con Bildu o Puigdemont o se opone a la amnistía. Serán minoría, pero no defienden la posición mayoritaria. En Sevilla, por los discursos que nos han llegado, sustituyen la concordia del 78 por la política guerracivilista del siglo XX, el respeto a las leyes y las sentencias por el amedrentamiento a los jueces; a la libertad de expresión se la considera sospechosa y a la de información periodística a priori culpable… han vuelto desgraciadamente a considerar al adversario como enemigo. ¡Sí!, ya no hay más que fervorosos feligreses o enemigos, y ya se sabe, contra los enemigos vale todo y digo todo. Noticias relacionadas opinion Si El nuevo PSOE: kirchnerismo y militancia para frenar el Lobatazo Juan Fernández-Miranda opinion Si Análisis El cinturón de hierro Ignacio CamachoEn la capital de Mateo Alemán, autor del Guzmán de Alfarache, nos hemos sorprendido viendo el recibimiento entusiasta a personas investigadas por la justicia y han caricaturizado al tercer poder como un enemigo de la democracia que desean. En fin, han vuelto a esgrimir la camisa ensangrentada, dispuestos a combatir a todo el que se oponga a sus prácticas, a sus políticas. En Sevilla se ha oficializado el nuevo tiempo, el nuevo ciclo. Me dijo una vez una compañero, muy estimable personal e intelectualmente, que el PSOE siempre ha sido el mismo durante estos casi 150 años. No comparto esa idea. Hay un PSOE que nace con Pablo Iglesias de la necesidad social, otro que se opone a integrarse en la Internacional Comunista y otro, 15 años después, que se rinde sin condiciones al PCE antes y durante la Guerra Civil. Es el Iglesias, el de Fernando de los Rios y Prieto, pero también es el de los que claudicaron ante el espejismo soviético. Yo siempre quise, sobre todos los posibles, al PSOE de Julián Besteiro, hombre que con sus errores políticos se convirtió en la más fuerte referencia moral en la España quebrada por la guerra civil. Fue también el PSOE de Felipe González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo y Enrique Mugica… fue mi partido, al que me afilié. Este fin de semana han dado sepultura a la manera soviética a ese partido político y ha aparecido sin tapujos, oficialmente, el partido de Pedro Sánchez y José Luis Rodriguez Zapatero . Este es su PSOE, no el mío. Vimos como en EEUU el noble y antiguo Partido Republicano se convertía en el partido de Trump, y hoy podemos decir, con más razones que hace un año, que el PSOE de Sánchez no es el que coprotagonizó la Transición, tampoco el que colaboró para la aprobación, con el mayor respaldo social de nuestra historia constitucional, de la Constitución del 78. Para que nazca algo nuevo tiene que desaparecer todo lo anterior, la cuestión se plantea si lo nuevo será mejor que lo anterior, si será en este caso un instrumento a favor de la concordia o del enfrentamiento, para la reforma o para dar saltos en el vacío, para ser en Europa y en el mundo o para consumirnos en nuestras pasiones aldeanas. Después de los aplausos, de los gritos, de las efusiones, del enrocamiento numantino del Congreso socialista no cabe duda que han levantado un puente desde el pasado menos digno al presente de Zapatero y Sánchez. No hay dudas , siempre ha pugnado por salir la inclinación radical y fratricida y en Sevilla se ha abierto el cráter por donde saldrán los malos humores que creímos desaparecidos; porque con más de 40 años de retraso han ganado los que defendían la ruptura frente a la vía reformista. El éxito es tan evidente que al proceso de beatificación de Sánchez se ha unido la exaltación de Zapatero, una persona últimamente conocida por la defensa apasionada y desacomplejada del dictador Maduro, que ha convertido Venezuela en una cárcel para seguir en la presidencia de su país. Unas veces , cuando el escándalo no era excesivo, lo hizo claramente sin sonrojarse; en los últimos tiempos, avergonzado y con la sensación de haber sido descubierto, defendiendo un diálogo etéreo, difuso, abstracto, universal, entre quien perdió las elecciones y quienes están en la cárcel, escondidos o exiliados , y toda esa caricatura de beatitud santoral exclusivamente para comprar el tiempo que necesita el Joker venezolano para asentarse en el poder a pesar de la derrota electoral. Pero no son ellos, Zapatero y Sánchez, los que tienen problemas, ellos ya han ganado. Tiene problemas España que va estar sujeta a una estrategia entre trumpista y kirchnerista de división social, enfrentamiento de las instituciones con un «pueblo», gente que ellos definen y legitiman. El camino del desmoronamiento que nos espera será largo y penoso para todos , sin que sepamos si al final habrá una luz de esperanza o simplemente volveremos a repetir la historia que nos tuvo secuestrados casi durante dos siglos (tal vez los desanimados pesimistas nos equivoquemos, pero es seguro que los optimistas y los que quitan importancia a la situación mienten, simplemente mienten). Por fin, también ha llegado la hora a los que se aferraban con sentimental nostalgia a una lugar, a un sentimiento, a una casa que han este fin de semana ha dejado de existir. El dilema que se les plantea es humanamente trágico y políticamente inevitable: ¿habiendo mantenido clara la voz y la dignidad hasta en los peores momentos, desde esa orfandad postrera, haremos algo más y algo distinto a lo que hemos hecho hasta ahora?

 

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