elissa.berge
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Casi toda la filmografía del cineasta francés François Ozon se estrena en España con regularidad y tiene público y prestigio. Hace un cine variado y vistoso y trata, a veces con intriga, a veces con humor, asuntos dramáticos sobre el ser humano, la amistad, la sexualidad, la mujer, el crimen… En 'Cuando cae el otoño', más afilado y malicioso que en sus últimas películas, consigue que su asunto a tratar se diluya entre varias opciones que tocan la vejez, lo saludable de la vida rural, el homicidio ¿involuntario?, los peligros de la gastronomía natural, la rehabilitación, las relaciones familiares y los pasados turbios. Y todo ello, con una narrativa muy sencilla, con cierto toque 'noir' y con un pícaro sentido del humor que no proviene de la construcción de las situaciones sino de la naturaleza de los propios personajes. Y es un drama en toda regla.El personaje central es Michelle, una mujer ya entrada en años, que vive sola en el campo y con la ilusión de la visita ocasional de su hija y su nieto; lo interpreta Hélène Vincent y consigue impregnarlo de afabilidad, ternura, generosidad y también de unos sospechosos deslices que inducen a una suspicacia que tan bien le sienta a la trama. Hay otros tres personajes clave en la vida de Michelle: su hija (Ludivine Sagnier), borde y resentida con ella, a la que culpa de todos sus males y a la que desprecia; su amiga y vecina, que interpreta Josiane Balasko perfectamente camuflada de honesta y robusta campesina, y su hijo, presidiario de buen corazón y 'mente abierta' que se incorpora a la historia para que adquiera tonos inesperados. Y este papel lo interpreta Pierre Lottin, un actor cuya expresividad (o la falta de ella) le da una manita de rara comicidad a su trabajo.François Ozon consigue mediante una narración sencilla, pero traviesa, que la historia permanezca siempre de puntillas, interesante por los dramas y relaciones, por el desarrollo y las revelaciones y porque, en el fondo, se aprecian movimientos de moralidad incierta pero que no producen un claro rechazo. Es decir, como si hubiera un debate interno, tanto en la película como en el espectador, entre lo amoral y lo 'conveniente', y tanto en lo familiar como en lo policíaco. Y hay que señalar 'las malas artes' de Ozon para colar algunas elipsis en la estructura de sus secuencias (las corta y traslada la acción a otro punto) que contribuyen a oscurecer convenientemente los hechos, amplificar el suspense y a sembrar dudas al respecto.Muy entretenida y jugosa, cargada de humanismo y de su antónimo, con muy buenas interpretaciones y, quizá, no tan buenas intenciones.
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