Alvera_Upton
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El artista alemán Anselm Kiefer, de 79 años de edad y prestigiosa figura del arte postmoderno y del neoexpresionismo, es el material que utiliza el cineasta Wim Wenders para modelar esta obra, un documental que se introduce en el universo complejo y el pensamiento profundo del artista, que recorre su obra y su ideario y que sorprende por su magnífico empaquetado visual y por su excesivo ejercicio de contemplación sin el menor atisbo de prisa y con una cámara que escucha y se desliza por los diversos 'atelier' del pintor.Es una obra, la de Wenders , que pasea su humildad entre la grandilocuencia de la obra de Anselm y el énfasis de sus reflexiones o su constante alusión a los poemas de Paul Celan, poeta rumano al que tiene peinado por completo. Un documental de museo que abre ventanas al interior del al artista y su taller, y no es fácil entrar (o querer entrar) por esa ventana al mundo de Kiefer, solitario, frío, abisal, lleno de referencias históricas, poéticas, filosóficas y recitadas con una voz cautelosa, susurrante y sin ningún síntoma de trivialidad. Brotan las frases dignas de ser apuntadas, al menos para los que sean de apuntarlas.Utiliza Wenders, además de su propia cámara, materiales de archivo, escenas de un pasado de postguerra, también momentos de la vida de Anselm, entrevistas y opiniones de juventud, y produce, mediante la ficción con un niño, una especie de diálogo entre el artista y su memoria infantil. Lo más sorprendente de 'Anselm' son las grandes dimensiones, de sus cuadros, de sus talleres, de sus ideas… Gigantescas naves que hay que recorrer en bicicleta, piezas pictóricas para las que no hay pared capaz de sujetar, materiales de todo tipo, hierros, madera, plantas, barro, fuego, cenizas…, y todo en un tono ocre, oscuro, casi siniestro para contar su historia, o la de Europa. Una obra muy intelectual (ambas), con la que no es fácil sintonizar si no se aplican más las neuronas que los sentidos.
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