Cristina Rivera Garza: “No creo en la capacidad terapéutica de la literatura”

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fred78

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La escritora Cristina Rivera Garza tiene estos días dos importantes motivos de festejo. La narradora celebra los 25 años de su novela Nadie me verá llorar, considerada un clásico de la literatura hispanoamericana contemporánea, y el 1 de octubre llega a los 60 años. La celebración de la novela la hace con la publicación de una edición especial bajo el sello Random House, que incluye un ensayo inédito y la transcripción de las cartas originales de Modesta Burgos, el personaje central de la obra, hecha a mano por la propia autora. Un trabajo delicado de horas que le dejó molidos los hombros, pero que muestra el compromiso de la escritora con la búsqueda de historias de gran sensibilidad, que la han convertido en una de las grandes narradoras mexicanas.

Rivera Garza se muestra entusiasmada por esa edición especial y la ha celebrado con una presentación en la Feria del Libro de Monterrey, donde es una de las voces más destacadas entre los centenares de escritores que se reúnen en esa ciudad industrial del norte de México. La obra narra la historia de una mujer internada a la fuerza en un manicomio de Ciudad de México y el empeño de un fotógrafo por conocer su historia. Ese fotógrafo se llama Joaquín Buitrago y retrata a la interna, Modesta Burgos, a quien reconoce por haberla fotografiado años antes en un famoso burdel de la capital mexicana. Atraído por la altivez y las ansias de libertad de Burgos, el artista se empeña en conocer su historia y los motivos de su encierro. La obra conjuga investigación histórica con la maestría narrativa de Rivera Garza. El libro fue calificado en su momento por el escritor Carlos Fuentes como “una de las obras de ficción más notables de la literatura no sólo mexicana, sino en castellano, de la vuelta de siglo”.

“Estoy muy emocionada”, ha dicho sonriente la escritora en una rueda de prensa montada por los organizadores de la FIL el domingo, que no formaba parte de los compromisos de Rivera Garza en la feria, con un pequeño grupo de periodistas invitados a ese festival literario. “Aparte me causó una tortícolis tremenda”, ha bromeado. Rivera Garza ha explicado que esta obra es una muestra de su interés por contar lo que ha llamado “experiencias periféricas”, historias de hombres y mujeres pobres, personas avasalladas por quienes han ostentado el poder. “Me interesa contar cómo se ve el mundo desde la perspectiva de los cuerpos que no son los cuerpos dominantes ni los cuerpos del poder. Esa ha sido una línea que en mis trabajos de ficción y de no ficción está muy presente. Me parece que poner ese énfasis en estas visiones llamadas periféricas, no minoritarias sino minorizadas, el traerlas al centro de la discusión es un proceso de resistencia, crítico de cómo se organiza el mundo con todas sus múltiples jerarquías y de tanta crueldad”, ha comentado la escritora.

Rivera Garza se entregó a la labor de la novela con esmero, rastreando en los archivos mexicanos la historia de Modesta Burgos, cuyo nombre real no pudo usar en la primera edición del libro, publicada en 1999, porque el protocolo del archivo exigía proteger las identidades de los internos en los manicomios. La legislación cambió y en esta nueva edición de la novela la escritora rescata también el nombre de su personaje. El libro, de edición limitada, lleva inserto un facsímil con un ensayo de la narradora y las cartas que Burgos enviaba a familiares y amigos, que Rivera Garza transcribió a mano usando el mismo tipo de papel cebolla de las originales. Es un trabajo delicado que también es una muestra de la pasión de la narradora por la historia. “Siempre ha sido importante para mí tener acceso a los materiales de archivo, sobre todo porque si sabemos buscar en los archivos, encontramos historias que han sido o borradas o no consideradas en su debida profundidad”, ha explicado Rivera Garza.

Al preguntarle si ese “proceso de resistencia al que hace referencia implica un compromiso político, la narradora matiza su respuesta. “Estamos comprometidos desde que estamos utilizando el lenguaje que no nos es propio, un lenguaje que producen comunidades enteras de hablantes y que nos llega con conflicto y con la historia, entonces quieras o no la herramienta misma es una conexión ineludible con el mundo y con las comunidades de ese mundo en el cual vivimos. Si lo que quieres decir es que si se trata de un compromiso ideológico, tendría un poco más de suspicacia, porque no me veo a mí misma escribiendo panfletos o un tipo de escritura más persuasiva y más denotativa, que tiene su momento y su lugar y es respetable”, ha explicado Rivera Garza.

La escritora mexicana nacida en Matamoros, en el estado norteño de Tamaulipas, ha ganado el premio Pulitzer por Liliana’s Invincible Summer (El invencible verano de Liliana), el libro en el que relata el feminicidio de su hermana ocurrido en julio de 1990, probablemente a manos de su exnovio. La obra ha sido vista también como una crítica de la narradora al sistema de impunidad que impera en México, un país donde asesinan a 11 mujeres al día y los crímenes no son esclarecidos por las autoridades, como ha ocurrido con Liliana.

Rivera Garza acota, sin embargo, que ella no ve la literatura como un medio para sanar las heridas, aunque al recibir el Pulitzer dijo a este diario que esperaba que las familias que han perdido mujeres debido a la violencia de género se sintieran “abrazadas” por ese reconocimiento. “No creo en la capacidad terapéutica de la literatura”, ha afirmado. “Me han hablado mucho de de si El invencible verano de Liliana me ha sanado y lo que últimamente digo es que el libro es a lo mejor el resultado y la no la causa, porque al escribirlo ya había pasado por todo un proceso”, ha explicado, aunque matiza que “el libro transformó mi duelo y el de mi familia de un proceso aislado, lleno de culpa, a una práctica mucho más amplia, con un abrazo debido la generosidad de los lectores”.

Generosidad que ha quedado demostrada en el entusiasmo que los asistentes a la FIL de Monterrey han demostrado por una autora de culto, cuyos libros siguen cosechando éxitos y ventas. Un éxito que Rivera Garza ha celebrado con la presentación de la hermosa edición conmemorativa de Nadie me verá llorar y que continuará con la de su cumpleaños el 1 de octubre, cuando cumple 60 años. “Estoy en proceso de dar el viejazo”, ha bromeado. Es el mismo día cuando una mujer tomará por primera vez posesión de la Presidencia en México, a lo que se ha referido la autora. “Mi mamá nació en 1943 y ella como mujer no tenía derecho a votar en las elecciones federales. El voto a las mujeres se garantizó en 1952, por lo que ella vivió 10 años de su vida en un país donde no podían las mujeres ejercer ese derecho y por lo tanto su ciudadanía era bastante limitada. Que unos 80 años después hayamos elegido en México a una mujer con un voto tan apabullante y tan definitorio me parece un logro increíble”, ha comentado. “Creo que esta mujer presidenta que vamos a tener la pusieron las feministas y el movimiento feminista en México, que ha sido definitorio, que ha sido el compás moral, la verdadera oposición en muchos sentidos en los últimos 10 o 20 años”, ha aclarado la autora mexicana.



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