Brandyn_Bahringer
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Si los europeos queremos llevar las riendas de nuestra economía y además cerrarle la puerta a China en su intento de liderar a Iberoamérica, tenemos que reconocer que el acuerdo con Mercosur es un paso muy inteligente. El pacto equivale a hacerle un corte de mangas a Xi Jinping, con quien queremos comerciar cada vez menos, a Vladímir Putin, con quien no podemos hacerlo por Ucrania, y evidentemente a Donald Trump por sus amenazas proteccionistas. El mensaje es alto y claro. El mundo está cambiando pero Europa no se resigna a quedarse en manos de nadie. En estos tiempos en los que tanto nos quejamos de que los políticos actúan mirándose el ombligo y por su interés personal, hay que reconocerle a Ursula Von der Leyen la valentía no solo de llevar a término unas dificilísimas negociaciones, sino de plantarse en Uruguay e implicarse personalmente en la firma de un pacto bueno para la UE, pero que levanta fuertes temores y críticas en el campo. Tantos que, como ella ya sabía, Francia amenaza ahora con movilizar una minoría de bloqueo que lo embarranque por la vía de no ratificarlo.En España, el apoyo a Mercosur es una de las pocas cuestiones de Estado en las que el Gobierno de Pedro Sánchez no ha dado un bandazo y ha mantenido una posición en la que también estuvo el PP. Y al hacerlo lideramos una posición clara dentro de Europa y de cara a Iberoamérica, a diferencia de lo que viene siendo habitual en los últimos tiempos. Seguramente, PP y PSOE no han hablado de este tema en nuestro país, pero lo han hecho en Bruselas, donde la polarización tiene muchos menos decibelios. El liderazgo español en este tema es el resultado de que el bipartidismo camine en paralelo pero también es el recordatorio de las oportunidades que se pierden cada día por la anomalía que supone que el Gobierno y el principal partido de la oposición sean incapaces de entenderse en los temas de Estado. Si lo hicieran, probablemente el 90 por ciento de los problemas de España estaría mucho más cerca de solucionarse. Y dirán ustedes, con razón, «si Mercosur es tan bueno, ¿por qué están en contra agricultores y ganaderos?». Más allá del miedo lógico que provoca a cualquiera tener más competencia, hay que reconocer que al campo le llueve sobre mojado . Bruselas le ha impuesto una burocracia casi asfixiante y unas condiciones que muchos productores extranjeros se saltan para vender a menor precio. Y a ello se une que los 4.000 millones de euros en aranceles que se van a ahorrar los consumidores europeos, y el resto de facilidades que ven a tener los exportadores de la Unión para vender en un mercado de muy difícil entrada, no son un beneficio que aprecie directamente el campo. Es, por tanto, ineludible que Bruselas aplique medidas compensatorias para agricultores y ganaderos, sabiendo que el pacto con Mercosur no solo es un paso estratégicamente inteligente sino necesario si de verdad aspiramos a una Europa que no esté en manos de otros.
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