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En los últimos meses el foco de atención internacional se había posado con inquieta atención en la presencia de tropas norcoreanas en Ucrania. Meses antes, el líder supremo de Corea del Norte, Kim Jong-Un, tomó la drástica decisión de quemar las naves con Corea del Sur. El año pasado calificó al país hermano de “enemigo principal”, señaló la posibilidad de incorporarlo por la fuerza, y para no dejar cabos sueltos, avisó que utilizaría armamento nuclear en caso de percibir una amenaza al régimen. Dentro de la gravedad, nada sorprendente en la forma de proceder de Pyongyang, alineada en el eje CRINK —acrónimo de China, Rusia, Irán y Corea del Norte— en connivencia con la invasión de Ucrania.
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