Los trastornos funcionales digestivos (TDF) son un cuadro clínico muy frecuente en niños de cualquier edad (lactantes, preescolares, escolares) y uno de los motivos de consulta médica más habituales, ya que interfieren de forma importante en la calidad de vida del niño y de su familia.Existen muchas causas que pueden provocar estos trastornos, y llegan a acentuarse según la situación en la que se encuentre el niño. Por ejemplo, el estrés relacionado con el rendimiento académico y las expectativas escolares puede aumentar antes de las vacaciones debido a los exámenes finales y las evaluaciones. Las tensiones en el entorno familiar, como discusiones frecuentes o una atmósfera de inestabilidad, también pueden generar ansiedad en los hijos, afectando su sistema digestivo. O, incluso, cambios importantes como un cambio de clase o una mudanza pueden resultar estresantes para el pequeño y desatar problemas digestivos.En concreto, los TFD tienen una prevalencia estimada del 32,4% entre la población menor de 16 años. Uno de estos trastornos digestivos es el síndrome del Intestino irritable (SII), que afecta a entre un 10-15% de la población, siendo cada vez más común en jóvenes e incluso niños.Noticias relacionadas Pero, ¿cómo diferenciar si este trastorno es producido por estrés familiar, académico o de otro tipo de causa? Según explica a ABC la doctora Ana I. Ortiz, gerente del área de Salud del Grupo Farmasierra, el diagnóstico de los Trastornos digestivos funcionales se basa principalmente en los síntomas y en la exclusión de otras enfermedades mediante pruebas diagnósticas. «Los Criterios de Roma IV son una herramienta ampliamente utilizada para clasificar los trastornos funcionales digestivos. Diferenciar si los síntomas se deben al estrés o a otras causas requiere una evaluación integral cuidadosa de los desencadenantes que considere tanto factores médicos como psicológicos y sociales: la historia clínica y el impacto emocional del paciente. Si el estrés es la causa principal, el manejo debe incluir estrategias para reducirlo, mientras se optimizan las medidas para aliviar los síntomas digestivos».Asegura que para identificar el origen de los síntomas puede ser esencial un enfoque combinado de gastroenterología y psicología/psiquiatría, en el que se valore entre otros aspectos:1. Relación temporal con el estrés. Muy importante evaluar si los síntomas tienden a aparecer o empeorar durante períodos de estrés o tensión emocional. Por ejemplo, un estudiante que experimenta diarrea antes de exámenes importantes, o dolor abdominal recurrente en alguien con conflictos familiares recientes. Es útil preguntar al paciente si los síntomas coinciden con situaciones de presión, ansiedad o eventos desafiantes.2. Identificación de desencadenantes específicos. Por ejemplo: Estrés familiar: Conflictos, pérdida de un ser querido o situaciones de tensión en el hogar.Estrés académico/laboral: Cargas excesivas de trabajo o estudio, plazos ajustados, problemas en el entorno escolar o laboral.Síntomas físicos asociados al estrés: Palpitaciones, sudoración, sensación de ahogo, insomnio o dificultades para dormir.Si los síntomas digestivos mejoran en períodos de tranquilidad o vacaciones, es más probable que estén relacionados con el estrés.3. Evaluación de otros factores causales para diferenciar el estrés de causas puramente digestivas, Por ejemploieta: Algunos síntomas pueden estar relacionados con alimentos específicos (lácteos, gluten, grasas).Infecciones previas: Síntomas que comenzaron después de una gastroenteritis podrían indicar un trastorno post-infeccioso.Alteraciones hormonales: Cambios en el ciclo menstrual o condiciones como el hipotiroidismo pueden contribuir a la aparición de síntomas digestivos.Antecedentes familiares: Determinar si hay antecedentes familiares de enfermedades orgánicas como enfermedad inflamatoria intestinal o intolerancias alimentarias.4. Exclusión de causas orgánicasAntes de atribuir los síntomas exclusivamente al estrés, es fundamental descartar condiciones físicas o estructurales mediante exámenes clínicos (Sangre, heces, pruebas de intolerancia alimentaria), estudios de imagen o endoscopias si los síntomas son persistentes o atípicos, diagnóstico según los Criterios de Roma que evalúan trastornos funcionales.6. Respuesta al manejo del estrésSi los síntomas mejoran con técnicas de manejo del estrés, como terapia psicológica, mindfulness o cambios en el entorno (por ejemplo, resolver un conflicto familiar o reducir la carga académica), es probable que el estrés sea un factor central.¿Cómo hay que proceder para curar este trastorno?Los trastornos funcionales digestivos no tienen una cura definitiva, ya que son condiciones crónicas que implican una alteración en el funcionamiento del sistema digestivo sin daño orgánico ni estructural. Sin embargo, es posible aliviar los síntomas y mejorar significativamente la calidad de vida con un tratamiento integral que incluya cambios en el estilo de vida, terapia psicológica, probióticos específicos con evidencia clínica y, en algunos casos, medicamentos.Dentro de este proceso, lo primero de todo es consultar con un especialista para confirmar el diagnóstico y descartar enfermedades orgánicas (como enfermedad inflamatoria intestinal, intolerancias alimentarias, cáncer o infecciones). Y además: • Educación y comprensión del trastorno: entender que el trastorno es una condición funcional y no una enfermedad grave ayuda a reducir la ansiedad. • Conocer el rol del eje cerebro-intestino: cómo el estrés y las emociones afectan al sistema digestivo y viceversa a través de ese eje de comunicación bidireccional entre el sistema nervioso y el sistema digestivo. • Cambios en la dieta. Tratar de identificar y evitar alimentos desencadenantes. Por ejemplo, reducir alimentos procesados, grasas, alcohol y bebidas carbonatadas, hidratación adecuada, etc… • Manejo del estrés y apoyo psicológico. Identificar y trabajar en los factores de estrés familiar, laboral o académico. • Puede ser útil la práctica de técnicas de reducción del estrés, como la Terapia cognitivo-conductual (TCC) para ayudar a manejar la ansiedad y las emociones asociadas al trastorno, Mindfulness y meditación, practicar regularmente actividad física regular (yoga, caminatas). • Llevar un estilo de vida saludable con rutinas regulares de sueño (de 7 a 8 horas por noche), practicar Ejercicio físico regular para mejorar la motilidad intestinal y el estado anímico, comer despacio, en horarios regulares y en un ambiente relajado. • Tratamiento farmacológico, en los casos que sea necesario, de los síntomas predominantes (dolor abdominal, diarrea, estreñimiento, hipersensibilidad visceral, etc.) • Uso de probióticos y prebióticos.La microbiota intestinal (los billones de microorganismos que habitan en nuestro intestino: bacterias, virus, arqueas, hongos, virus y protozoos) pueden afectar la función cerebral a través de un eje de comunicación bidireccional establecido entre el sistema digestivo y el sistema nervioso central, conocido como el eje intestino-cerebro, y, en consecuencia, afectar a nuestro estado emocional y mental.Este eje involucra una compleja red de señales bioquímicas, nerviosas y hormonales que permiten que el intestino y el cerebro se influyan mutuamente. Su funcionamiento es clave para la regulación de las emociones, el estado de ánimo, la respuesta al estrés, y la salud mental en general.En esta relación bidireccional, la microbiota desempeña un papel fundamental ya que es capaz de influenciar la respuesta de estos dos sistemas (nervioso y digestivo) al estrés, y a su vez el estrés puede influenciar el perfil de la microbiota intestinal.Un desequilibrio de la microbiota intestinal (también conocido como disbiosis) tiene una conexión significativa con la salud mental, ya que puede generar efectos negativos, como nerviosismo, malestar y un estado de ánimo alterado, contribuyendo así al desarrollo de trastornos como el estrés y la ansiedad.La microbiota intestinal se convierte de esta manera en una importante vía de intervención, al ser una potencial diana terapéutica y preventiva para manejar el estrés.Investigaciones realizadas recientemente han demostrado que la capacidad de manejo del estrés depende en gran medida de la calidad de la microbiota intestinal, tanto en la variedad como en la cantidad de la microbiota intestinal.Existen estudios que indican que determinadas cepas probióticas como la cerpa Bifidobacterium longum 1714TM pueden modular la respuesta fisiológica y psicológica al estrés agudo, reduciendo los niveles de estrés percibido al armonizar el funcionamiento correcto del eje intestino-cerebro y reducir la inflamación intestinal que causa esta condición. Los probióticos pueden mejorar el equilibrio de la microbiota intestinal, lo que ayuda a reducir síntomas tanto gastrointestinales como dolor, hinchazón, etc. Como psicológicos (estrés, ansiedad, …) asociados a estos trastornos digestivos funcionales. • Seguimiento continuo. Los trastornos funcionales suelen evolucionar con altibajos; por ello, es clave realizar controles regulares con el médico.Una vez que se padece ¿es habitual que se repitan nuevos episodios?Sí, es habitual que los trastornos funcionales digestivos tengan episodios recurrentes a lo largo del tiempo. Esto ocurre porque son condiciones crónicas con fluctuaciones en la intensidad de los síntomas, influenciadas por diversos factores internos y externos. Estos trastornos generalmente no se resuelven por completo, aunque los síntomas pueden mejorar mucho con las medidas que hemos comentado anteriormente. Los episodios tienden a reaparecer cuando se exponen a factores desencadenantes, pero su intensidad y frecuencia pueden variar.Muchas personas logran identificar sus desencadenantes y manejarlos eficazmente, experimentando episodios menos frecuentes e intensos con el tiempo.Hay factores que favorecen la recurrencia. Por ejemplo: • El estrés emocional o psicológico es uno de los principales desencadenantes: eventos estresantes, conflictos familiares o laborales, y ansiedad pueden agravar los síntomas. • La alimentación: algunos alimentos gatillantes como grasas, alcohol o alimentos procesados pueden reactivar los síntomas. Pero en esto no hay reglas generales. Lo que a un paciente le siente mal a otro no. Incluso, lo que a una persona le sienta mal en un momento determinado lo tolera en otro. • Alteraciones en la rutina: cambios en el sueño, el ejercicio o los hábitos alimentarios también pueden influir. • Infecciones o enfermedades agudas: Episodios de gastroenteritis u otras infecciones pueden desencadenar un nuevo brote. • Interacciones con el eje cerebro-intestino: Factores como el desequilibrio en la microbiota intestinal predisponen a recaídas. • Mantener un manejo del estrés constante mediante técnicas como mindfulness, terapia psicológica o relajación. • Seguir una dieta equilibrada y personalizada para evitar alimentos gatillantes. • Establecer rutinas saludables de sueño y ejercicio. • Continuar con tratamientos farmacológicos o probióticos según las recomendaciones médicas. • Identificar patrones o situaciones que desencadenen los síntomas y evitarlas o manejarlas adecuadamente.Sin embargo, con un enfoque integral y preventivo que combine cambios en el estilo de vida, manejo del estrés y tratamiento médico, aunque los episodios pueden repetirse es posible reducir la frecuencia e intensidad que permita una mejor calidad de vida.MÁS INFORMACIÓNLa atención médica regular y el apoyo psicológico son clave para manejar esta condición y evitar que los episodios interfieran significativamente con la calidad de vida.
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