«Codesvergüenza» en la Edad del Fango

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Una de las habilidades que hace de Pedro Sánchez el Número Uno del embeleco es acuñar conceptos para camuflar sus enredos. Cuando la pandemia puso en circulación la «cogobernanza»: el Estado compuesto delega en las autonomías la gestión de cada territorio. En aquel momento Cataluña estaba «gobernada» por Quim Torra, un fanático supremacista al que Sánchez situaba muy cerquita de Le Pen. A la tropa del fanático cualquier ayuda del Estado «represor» -veníamos de las sentencias del proceso separatista- le producía alergia. Cuando la UME se ofreció para montar hospitales de campaña y limpiar residencias de ancianos, la consejera de Sanidad, Alba Vergès, espetó insultante «¿qué ejército es este?» y retrasó la vacunación de las Fuerzas de Seguridad del Estado. Otro de la tropa, el consejero de Interior Miquel Buch, en un brote de conspiranoia aguda, interpretó el millón setecientas catorce mil mascarillas que el Gobierno enviaba a Cataluña como una «simbólica» y «nefasta» alusión a 1714, el año de la rendición de la Barcelona austracista ante las tropas borbónicas: «Con la historia de los catalanes no se juega, sean del partido que sean. Es nuestra historia y no se puede jugar con ella», rugió ante el estupor de la audiencia para concluir su pintoresca comparecencia asegurando que «no permitirían» que la próxima entrega de mascarillas o test «tenga que ver con 1939», el año de la derrota republicana. Con elementos así, no es extraño que Sánchez llamara «cogobernanza» a lo que era «codesvergüenza»; esto es, disimular el Estado, escaquearse para evitar malos rollos con quienes los estaban buscando -el PSOE había apoyado el 155- y dejar a la ciudadanía de Cataluña en manos de iluminados e inútiles. Con la catástrofe de la DANA, el Número Uno del embeleco y el enredo ha vuelto por los fueros de la «cogobernanza»: pasó el marrón de una emergencia nacional a la Generalitat con la excusa de que esta conoce el territorio «mejor que nadie». En 2014 se hizo un simulacro de seísmo en Valencia para articular la coordinación entre el gobierno central y la Generalitat. El Ministerio del Interior declaraba el nivel 3, la UME asumía la dirección y canalización de todos los medios del Estado. Ni Sánchez, ni Mazón aprendieron nada. Una «cogobernanza» que es «codesvergüenza» entre dos políticos ineptos y cortoplacistas. Advenía el diluvio y ambos estaban en lo que suelen: la politiquería. El uno forzando una votación en el Congreso para asaltar el Consejo de RTVE con sus comisarios y los de sus socios políticos (109.000 euros al año por cabeza); el otro, en una comida para ofrecer a una periodista la dirección de la televisión valenciana. Más «codesvergüenza». Poner las televisiones públicas al servicio de la politiquería caciquil. Todo muy partitocrático.Noticia Relacionada estandar Si De la amnistía a la DANA y sin presupuestos, un año del Gobierno más convulso Mariano Alonso Hace doce meses Sánchez presentó un Gabinete de «alto perfil político» en el que emerge Puente como estrellaEste cronista piensa a veces lo bueno que habría sido para nuestra convivencia que los politicastros que nos afligen hubieran seguido la máxima de Pascal: «Todos los problemas de la humanidad parten de la incapacidad humana de sentarse calmado en una habitación». Y quién dice habitación, dice un puesto de funcionario de estudios económicos (Sánchez); un bufé de picapleitos (Zapatero o Mazón, que podría amenizar considerandos con estribillos musicales); la pastelería familiar de Amer en la que Puigdemont hornearía cruasanes y nos habría ahorrado el bochornoso «procès» y lo que vino después; o que Robles y Grande Marlaska permanecieran en la judicatura, en lugar de servir a las órdenes de un aventurero. Spengler escribió en 'La decadencia de Occidente' que a cada época le toca un material con el que trabajar: edades de oro, plata, hierro y arcilla. España vive la Edad del Fango de la politiquería.

 

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