Armani_Lind
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Neimar Lagunes es un niño peculiar. No le gusta el fútbol, pero será el muchacho más feliz de su pueblo rural cuando su mamá le regale una camiseta con su nombre y el 10 a la espalda. Es el protagonista de El reino de Dios, una película independiente dirigida por la cineasta veracruzana Claudia Sainte-Luce, donde Neimar pasa sus días vendiendo tamales en las calles y disfrutando las carreras de caballos. El filme evoluciona cuando aquel niño sonriente y hablador, muy ilusionado por su primera Comunión, tenga que cuestionar su fe y madurar de manera repentina tras la pérdida de dos de sus seres queridos. Ese personaje que aprenderá a habitar su soledad es en realidad reflejo de los sentimientos y preocupaciones de la directora mexicana. “¿Nunca te has enojado con Dios?”, cuestionará la misma durante la entrevista.
Sainte-Luce (Tlalixcoyan, Veracruz, 41 años) dialoga tranquila desde el salón de su casa en Ciudad de México, mientras algunos de sus seis gatos saltan y se acurrucan en los alrededores del sofá en el que está sentada. El enfado tras la muerte de su padre y la decepción con el oficio le llevaron a grabar El reino de Dios en tiempo récord ―12 días―y con un presupuesto escaso. Todas las escenas fueron grabadas en aquel pueblo que la vio nacer. Aunque fue estrenada en el Festival de Berlín de 2022, no fue hasta el pasado 10 de octubre cuando consiguió el dinero para su estreno comercial en cines. La directora reflexiona en entrevista con EL PAÍS sobre el trabajo infantil, el impacto de la religión, las dificultades del cine independiente y los retos que afronta el arte con la inteligencia artificial.
Pregunta. ¿Alguna vez ha tenido un amigo imaginario?
Respuesta. Muchos, ja, ja, ja. Sigo teniendo.
P. Neimar pasa mucho tiempo solo, y disfruta de ello. Tiene muchísima imaginación. En ocasiones, la vida del guionista inspira a sus personajes.
R. Yo creo que siempre. Siempre hay algo tuyo. Por más que intentes ocultarlo y lo pongas en un escenario de ciencia ficción, está lleno de tus ansiedades, de tus miedos, de lo que amas, de tus pasiones. Siempre lo atraviesan cosas tuyas. Porque si no es imposible mantener a flote un proyecto desde que lo escribes y buscas la financiación y lo produces.
P. ¿Se podría decir que en parte Neimar es usted?
R. Así es, yo de chiquita, sí. Y aparte es mi sobrino. Él es un niño, pero es como yo de pequeña, con esos miedos, esos tiempos y, sobre todo, esa manera de habitar la soledad.
P. Es un niño inocente, pero muy espabilado. Sale a trabajar vendiendo tamales y todo parece muy normalizado. ¿Trataba de mostrar esa realidad que ocurre en México? En 2022, unos 3,7 millones de menores trabajaban en el país, según los datos del Inegi.
R. Es mi pueblo, y así viven los niños ahí. Si no sale para la escuela, ayuda a la mamá a vender tamales. Me acuerdo que mi abuela hacía bolis, hielitos de sabores, y salíamos a venderlos. Cuando mi mamá estuvo más joven y le tocaba ayudar a la familia, hacían quesadillas, salían a vender tamales… Si tenías fruta, salías a vender limones, papayas. No es visto como en Europa de: “Ay, estoy abusando de las infancias”. En el pueblo se ve como: “Estoy enseñando un oficio; si el día de mañana no te la sabes, vas a saber cómo salir adelante”.
P. Pero eso también ocurre en el México urbano, como en Ciudad de México.
R. Y también en ciertas colonias. Si te vas a Neza [Estado de México], si te vas a Tepito, los niños están ayudando a cobrar si tienen un puesto sus papás, están ayudando a exprimir los limones… La familia siempre ayuda.
P. ¿Diría que la gente en Europa va a una marcha menos?
R. Tres marchas menos, ja, ja, ja. Intenté vivir allá en Barcelona hace 15 años con mi pareja, que es de allá. Como todo está tan resuelto, la vida está resuelta. Sus pláticas son como: “¿Pondremos paneles solares o no?”. Aquí la vida no va así, aquí te tienes que preocupar. No hablo de mí, hay una clase baja que es muy grande, y te preocupas por el día a día, por cómo le hago para llegar. Dentro de todas estas prioridades, el núcleo familiar es algo muy fuerte, aunque haya mamás o papás que abandonen [a sus hijos], es algo muy arraigado. Y te espabilas desde chico porque si no la vida te aplasta.
P. La fe, la religión es una parte esencial del filme desde su inicio. ¿Por qué apostar por ese hilo conductor?
R. Nací católica apostólica romana. Tengo todos los sacramentos, solo me falta la extremaunción de los enfermos. Nos lo vinieron a marcar como fuego [con la Conquista], está en nuestro ADN, no puedo pensar en otra religión. Hasta los más ateos, cuando no creen, es de “ay, diosito, por favor”. Es la normalidad, que está mezclada con las limpias con huevo. En mi pueblo van juntos. Lo principal en la película era que este niño está muy ilusionado con conocer a Dios. A mí me dijeron que iba a ser un momento mágico, pero pues no pasó nada. Seguía igual todo.
P. Neimar pierde esa fe a lo largo de la película e incluso se enfrenta a ella. ¿Ha tenido ese sentimiento?
R. ¿Tú nunca te has enojado con Dios? Yo no me la paso en la Iglesia, pero hay una sensación de que hay algo divino siempre que es inexplicable. Yo me había enojado mucho con Dios. Mi papá había tenido un infarto, y estuvo dos años en cama, sin poder moverse. Hay un punto que se me hacía muy infantil de mi parte de decir: “¿Por qué Dios permite que pasen estas cosas y estas otras no?”. Pero iba llevando mi enojo hasta el día en que murió. Pasó 18 horas agonizando. Ese día sí me molesté mucho. Tenía un enojo infantil, se había cruzado con que es muy complicado hacer cine independiente aquí. Se mezcló hasta el punto de decir: “¿Para qué sigo yo con esto?”. Entonces dije: “No me importa, voy a mi pueblo, hago esta película sin dinero”. Y la hice porque me había enojado mucho con Dios, luego me contenté y ahorita me volví a enojar. Eso va y viene.
P. El caballo es el animal favorito de Neimar, ¿por qué?
R. Las carreras de caballos son algo que pasa siempre ahí, en mi pueblo. Aparte mi primo tiene caballos, entonces no me cobraba. Me iba a filmar ahí.
P. La película salió en 2022, pero no es hasta ahora, dos años después, que llega al gran público.
R. La película sale en festivales, que no es lo mismo a que se estrene en cines. La distribución de películas independientes cuesta tanto que tardé dos años para encontrar un distribuidor que entrara con dinero para ponerla en cines. Lo que logré de prensa en 2022 ya se perdió. Tengo que generar ruido para que, en 2024, otra vez la gente quiera ir el día del estreno a ver la película.
P. ¿Han afectado el cine comercial y las plataformas como Tiktok al espectador independiente?
R. Hay una voracidad de consumo planteada en las plataformas después de la pandemia. Para la gente es más cómodo ver una película, pero no todas las películas están en Netflix. Yo lo comparo mucho con la comida. Ese cine más comercial es como comer McDonald’s y papas: ¿te va a llenar? Sí, igual hasta le agarras sabor porque te recuerda tu infancia, cuando llegó el primer McDonald’s a tu barrio. ¿Pero qué tal si te invito a tomar camarones? Aunque no porque sea un cine de autor va a ser bueno, igual ves bodrios, pero ahí vas a ir encontrando tu gusto y vas encontrando sin que nadie te imponga.
P. ¿Cree que la inteligencia artificial es, de algún modo, un apocalipsis para el arte?
R. Hace dos días que un amigo me mandó un corto todo hecho en inteligencia artificial. La historia está muy bien, dura cinco minutos. Incluso hay una voz en off que narra muy lindo todo lo que va pasando. Creo que puede ser como un Frankenstein enorme con el que vamos a tener que competir. Ese Frankenstein posiblemente pueda hacer cosas interesantes, pero creo que salir de la palabra interesante, que emocione, va a costar. Siempre estaremos viendo el error. En las cosas humanas, aunque haya el error, esa es la perfección.
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Sainte-Luce (Tlalixcoyan, Veracruz, 41 años) dialoga tranquila desde el salón de su casa en Ciudad de México, mientras algunos de sus seis gatos saltan y se acurrucan en los alrededores del sofá en el que está sentada. El enfado tras la muerte de su padre y la decepción con el oficio le llevaron a grabar El reino de Dios en tiempo récord ―12 días―y con un presupuesto escaso. Todas las escenas fueron grabadas en aquel pueblo que la vio nacer. Aunque fue estrenada en el Festival de Berlín de 2022, no fue hasta el pasado 10 de octubre cuando consiguió el dinero para su estreno comercial en cines. La directora reflexiona en entrevista con EL PAÍS sobre el trabajo infantil, el impacto de la religión, las dificultades del cine independiente y los retos que afronta el arte con la inteligencia artificial.
Pregunta. ¿Alguna vez ha tenido un amigo imaginario?
Respuesta. Muchos, ja, ja, ja. Sigo teniendo.
P. Neimar pasa mucho tiempo solo, y disfruta de ello. Tiene muchísima imaginación. En ocasiones, la vida del guionista inspira a sus personajes.
R. Yo creo que siempre. Siempre hay algo tuyo. Por más que intentes ocultarlo y lo pongas en un escenario de ciencia ficción, está lleno de tus ansiedades, de tus miedos, de lo que amas, de tus pasiones. Siempre lo atraviesan cosas tuyas. Porque si no es imposible mantener a flote un proyecto desde que lo escribes y buscas la financiación y lo produces.
P. ¿Se podría decir que en parte Neimar es usted?
R. Así es, yo de chiquita, sí. Y aparte es mi sobrino. Él es un niño, pero es como yo de pequeña, con esos miedos, esos tiempos y, sobre todo, esa manera de habitar la soledad.
P. Es un niño inocente, pero muy espabilado. Sale a trabajar vendiendo tamales y todo parece muy normalizado. ¿Trataba de mostrar esa realidad que ocurre en México? En 2022, unos 3,7 millones de menores trabajaban en el país, según los datos del Inegi.
R. Es mi pueblo, y así viven los niños ahí. Si no sale para la escuela, ayuda a la mamá a vender tamales. Me acuerdo que mi abuela hacía bolis, hielitos de sabores, y salíamos a venderlos. Cuando mi mamá estuvo más joven y le tocaba ayudar a la familia, hacían quesadillas, salían a vender tamales… Si tenías fruta, salías a vender limones, papayas. No es visto como en Europa de: “Ay, estoy abusando de las infancias”. En el pueblo se ve como: “Estoy enseñando un oficio; si el día de mañana no te la sabes, vas a saber cómo salir adelante”.
P. Pero eso también ocurre en el México urbano, como en Ciudad de México.
R. Y también en ciertas colonias. Si te vas a Neza [Estado de México], si te vas a Tepito, los niños están ayudando a cobrar si tienen un puesto sus papás, están ayudando a exprimir los limones… La familia siempre ayuda.
P. ¿Diría que la gente en Europa va a una marcha menos?
R. Tres marchas menos, ja, ja, ja. Intenté vivir allá en Barcelona hace 15 años con mi pareja, que es de allá. Como todo está tan resuelto, la vida está resuelta. Sus pláticas son como: “¿Pondremos paneles solares o no?”. Aquí la vida no va así, aquí te tienes que preocupar. No hablo de mí, hay una clase baja que es muy grande, y te preocupas por el día a día, por cómo le hago para llegar. Dentro de todas estas prioridades, el núcleo familiar es algo muy fuerte, aunque haya mamás o papás que abandonen [a sus hijos], es algo muy arraigado. Y te espabilas desde chico porque si no la vida te aplasta.
P. La fe, la religión es una parte esencial del filme desde su inicio. ¿Por qué apostar por ese hilo conductor?
R. Nací católica apostólica romana. Tengo todos los sacramentos, solo me falta la extremaunción de los enfermos. Nos lo vinieron a marcar como fuego [con la Conquista], está en nuestro ADN, no puedo pensar en otra religión. Hasta los más ateos, cuando no creen, es de “ay, diosito, por favor”. Es la normalidad, que está mezclada con las limpias con huevo. En mi pueblo van juntos. Lo principal en la película era que este niño está muy ilusionado con conocer a Dios. A mí me dijeron que iba a ser un momento mágico, pero pues no pasó nada. Seguía igual todo.
P. Neimar pierde esa fe a lo largo de la película e incluso se enfrenta a ella. ¿Ha tenido ese sentimiento?
R. ¿Tú nunca te has enojado con Dios? Yo no me la paso en la Iglesia, pero hay una sensación de que hay algo divino siempre que es inexplicable. Yo me había enojado mucho con Dios. Mi papá había tenido un infarto, y estuvo dos años en cama, sin poder moverse. Hay un punto que se me hacía muy infantil de mi parte de decir: “¿Por qué Dios permite que pasen estas cosas y estas otras no?”. Pero iba llevando mi enojo hasta el día en que murió. Pasó 18 horas agonizando. Ese día sí me molesté mucho. Tenía un enojo infantil, se había cruzado con que es muy complicado hacer cine independiente aquí. Se mezcló hasta el punto de decir: “¿Para qué sigo yo con esto?”. Entonces dije: “No me importa, voy a mi pueblo, hago esta película sin dinero”. Y la hice porque me había enojado mucho con Dios, luego me contenté y ahorita me volví a enojar. Eso va y viene.
P. El caballo es el animal favorito de Neimar, ¿por qué?
R. Las carreras de caballos son algo que pasa siempre ahí, en mi pueblo. Aparte mi primo tiene caballos, entonces no me cobraba. Me iba a filmar ahí.
P. La película salió en 2022, pero no es hasta ahora, dos años después, que llega al gran público.
R. La película sale en festivales, que no es lo mismo a que se estrene en cines. La distribución de películas independientes cuesta tanto que tardé dos años para encontrar un distribuidor que entrara con dinero para ponerla en cines. Lo que logré de prensa en 2022 ya se perdió. Tengo que generar ruido para que, en 2024, otra vez la gente quiera ir el día del estreno a ver la película.
P. ¿Han afectado el cine comercial y las plataformas como Tiktok al espectador independiente?
R. Hay una voracidad de consumo planteada en las plataformas después de la pandemia. Para la gente es más cómodo ver una película, pero no todas las películas están en Netflix. Yo lo comparo mucho con la comida. Ese cine más comercial es como comer McDonald’s y papas: ¿te va a llenar? Sí, igual hasta le agarras sabor porque te recuerda tu infancia, cuando llegó el primer McDonald’s a tu barrio. ¿Pero qué tal si te invito a tomar camarones? Aunque no porque sea un cine de autor va a ser bueno, igual ves bodrios, pero ahí vas a ir encontrando tu gusto y vas encontrando sin que nadie te imponga.
P. ¿Cree que la inteligencia artificial es, de algún modo, un apocalipsis para el arte?
R. Hace dos días que un amigo me mandó un corto todo hecho en inteligencia artificial. La historia está muy bien, dura cinco minutos. Incluso hay una voz en off que narra muy lindo todo lo que va pasando. Creo que puede ser como un Frankenstein enorme con el que vamos a tener que competir. Ese Frankenstein posiblemente pueda hacer cosas interesantes, pero creo que salir de la palabra interesante, que emocione, va a costar. Siempre estaremos viendo el error. En las cosas humanas, aunque haya el error, esa es la perfección.
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