Clases de autodefensa para evitar agresiones en el centro de salud

herzog.eloisa

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Un comentario en la consulta del médico de familia entre los pacientes J osé Manuel Pinto y Milagros F. Gómez y su facultativo, Alberto López Franco , puso en marcha una operación que hoy está permitiendo a los profesionales sanitarios y administrativos de un centro de salud formarse en artes marciales para saber reaccionar ante las agresiones , por desgracia cada vez más frecuentes, en su ámbito laboral. Gracias a las técnicas que les enseñan José Manuel y Milagros, hasta 52 trabajadores ahora ya saben que un simple juego de muñeca o un cambio de peso pueden desarmar al contrario y lanzarle el mensaje de que no estamos indefensos ante su abuso.Ambos son responsables de la Asociación Madrileña de Bushido-Ryu , un código ético que aplicaban muchos samuráis y que se basa en los principios de honradez, valor, compasión, cortesía, honor, sinceridad y deber. Enseñan artes marciales en una instalación municipal de Leganés cada sábado , bajo la premisa de buscar no lo espectacular, sino lo efectivo. Un día, estaban en la consulta de su médico de familia, Alberto López, en el centro de salud Doctor Mendiguchia Carriche de Leganés , cuando les comentó algún incidente desagradable que había tenido lugar, y ellos le explicaron su actividad y se ofrecieron a enseñarles unas técnicas básicas de defensa. Verbal o físico«La verdad es que en los centros de salud no son infrecuentes las agresiones verbales; las físicas no tanto, afortunadamente», relata el facultativo, que recuerda cómo él mismo tuvo que ir «hace unos años a comisaría con una compañera por una amenaza seria». Por eso, la propuesta de José Manuel Pinto le pareció «una oportunidad buenísima».Los cursos se imparten quincenalmente en el propio centro de salud, son gratuitos y están enfocados a enseñarles «tai jitsu, que es la defensa personal del karate », señala Milagros Gómez, 'kyoshi' –maestra– de esta disciplina. «Llevamos con el personal del centro de salud cuatro clases ya y buscamos que se sepan defender, que tengan técnicas para soltarse de alguien que les agarre con fuerza». No sólo para los médicos y enfermeras, sino también para el personal administrativo, que no está libre tampoco de agresiones, sino que las sufre muchas veces al estar de cara al público.Pinto explica una técnica a un sanitario durante la clase jaime garcíaLa filosofía que aplica José Manuel Pinto es sencilla: «Queremos que aprendan a defenderse de la agresión del paciente, pero no enseñamos a pegarles ; no somos la Policía, no tenemos que detenerles». Sólo buscan que sepan hacer frente a la situación: «No vamos a hacer ni de Chuck Norris, ni de Jackie Chan, ni de Bruce Lee».Sus enseñanzas le dan a los profesionales del centro de salud la seguridad de poder responder: «Cambian desde la primera clase, me dicen que se sienten liberados, sin agobio, más seguros». En un principio, explica Montserrat, los cursos se orientaron hacia las mujeres , «para hacerles ver que con estas técnicas no hace falta tener más fuerza; vale más la maña». «En efecto –amplía Pinto–, con un dedo y en medio segundo, se puede hacer que un señor te suelte o deje de abrazarte».No es hablar por hablar: en la clase –una sala del mismo centro de salud– la pareja les hace una demostración práctica de lo que dicen. Y médicos, enfermeras y administrativos se entremezclan para probar, unos sobre otros, lo que están aprendiendo. «Esta es otra de las cosas buenas de este sistema, que trabajan en equipo y se sienten equipo», apunta el profesor.Saber reaccionarCada quince días, José Manuel y Milagros dan clase a grupos de unas 20 personas, que por unas horas cuelgan el fonendoscopio, dejan la bata blanca y lo cambian por el 'kurka', el traje de esta disciplina. «Lo más importante es que reaccionen, que sepan hacer algo que el agresor no se espera. Y no hace falta una forma física especial: con un dedo colocado en un punto concreto de las costillas, lo vences». Hay que saber dónde, claro, y para eso están ellos. El doctor López Franco lo ratifica: «No se trata de reducir a un energúmeno de dos metros, sino de saber repeler esa agresión. Te enseñan técnicas que no hay que ser cinturón negro para aplicarlas, para poder soltarte ante alguien que te sujeta». Y confiesa que recibir las clases «te da cierta seguridad para reaccionar; te da herramientas». Lamenta este médico de familia que las agresiones «han ido a más, sobre todo tras la pandemia, que ha precipitado muchas crisis». Entre ellas, la que padece la Atención Primaria, que «ha sufrido mucho, muchas bajas, con centros críticos con plazas no cubiertas». Eso se junta con la existencia de personas «más agresivas; no son más del 1 por ciento de la población, pero, cuando llega el energúmeno, te amarga toda la mañana».madrid_dia_0703Cuando el médico está solo en la consulta y un paciente se pone violento, revive López Franco, «se pasa mucha angustia». Cuentan en el despacho con un botón del pánico que, cuando se activa, «hace que algún compañero rápidamente llame o venga para comprobar si todo va bien». Este tipo de personas, indica el doctor, «suelen ser cobardes, se dirigen a la mujer, a quien ven débil, y si uno se levanta y se le enfrenta, la agresividad disminuye . Si sabes zafarte, el otro se lo piensa». Justo lo que persiguen José Manuel y Milagros con sus clases de autodefensa: «Que el machito de turno se lo piense. Somos servidores públicos, no los siervos del público».

 

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