Catherine Robbe-Grillet, escritora y dominatriz: “Hoy hay un ascenso increíble del puritanismo”

Rusty_Haley

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El próximo martes, Catherine Robbe-Grillet (París, 1930) cumple 94 años. Lo celebra en Madrid, coincidiendo con la publicación de un ensayo sobre su vida. La dominatriz más célebre de Francia, la que ha transformado el sadomasoquismo en una de las bellas artes, recibe a EL PAÍS en una luminosa habitación madrileña de hotel. Su vista ya no es la que era, aunque su memoria sigue intacta para lo práctico —”me sé todos los números de teléfono importantes”, apunta— y para lo literario. La viuda del escritor Alain Robbe-Grillet luce guantes de encaje y velo negro, igual que en uno de sus retratos más célebres y en su primera aparición televisiva, en 1985, en Apostrophes, el programa literario más visto de Francia. En aquella ocasión no solo su rostro estaba velado, sino también su nombre: el presentador la introdujo como Jeanne de Berg, el nombre con que había firmado sus primeros libros. “Como mi marido era un escritor famoso, la gente podía decir que era él quien había escrito mis libros. Pero yo quería ser independiente”, explica.

En efecto, en aquel entonces Alain Robbe-Grillet era, además del padre del nouveau roman, el movimiento literario que quiso derribar los cimientos de la narrativa clásica, una figura omnipresente en la vida cultural y los medios de comunicación. Había otro motivo para ocultar su rostro. “Cuando recibía peticiones de candidatos para mis relaciones sadomasoquistas, solía citarlo en algún lugar público para observarlo durante unos segundos y decidir si quería reunirme con él o no”, explica. “Con el rostro descubierto, no había anonimato posible”. Los dos velos, el nominal y el físico, cumplieron su objetivo: nadie adivinó que bajo aquel nombre estaba la esposa de Robbe-Grillet. Pero, al final de aquel programa, el presentador deslizó unos versos con juegos de palabras donde aparecían los términos “vestido” (robe) y “tostado” (grillé). Pocos días después, Paris Match publicó su identidad real. Aquello sucedió hace 40 años, pero hoy sigue en la memoria colectiva. “Todavía hay gente que se acuerda de mí como la dama del velo”, recuerda con una sonrisa.

El libro que la ha traído a España, El contrato de prostitución conyugal. Catherine Robbe-Grillet (editorial Triacastela) del escritor José Lázaro, es un exhaustivo ensayo divulgativo cuyo título evoca el contrato que Alain Robbe-Grillet redactó para ella poco después de su boda, en 1958. Ella nunca lo firmó, porque no lo consideró necesario; ya entonces había adoptado el rol de sumisa en sus relaciones con él, tal y como había narrado ella misma en La imagen (1956). Ahora cuenta que aquella novela, que causó cierto escándalo y fue censurada, surgió como respuesta a Historia de O, de Pauline Réage, la novela erótica que dos años antes había descubierto el sadomasoquismo al gran público. “La diferencia es que en La imagen todo lo que aparece se puede cumplir”.

Teatro y emoción​


La presentación del libro, el sábado, tuvo lugar en Inklub, un espacio cultural y lúdico ligado a la comunidad BDSM (siglas de Bondage y Disciplina; Dominación y Sumisión; Sadismo y Masoquismo). Durante el evento se proyectó The Ceremony, el largometraje documental que la cineasta sueca Lina Mannheimer le dedicó en 2014. La película, que cuenta con testimonios de colaboradoras y fieles, es el mejor testimonio gráfico de la forma estilizada en que Robbe-Grillet concibe sus ceremonias desde hace décadas. Aunque con su marido siempre ejerció como sumisa en rituales mutuamente pactados, pronto descubrió su potencial en la otra posición, la de dominante o dominatriz. Lectora de Sade, Huysmans o Rachilde, heredera de una estirpe de heterodoxia francesa ligada a la exploración del deseo y la sexualidad, Catherine Robbe-Grillet ha perfeccionado durante décadas como autodidacta un tipo de ceremonia que sigue organizando a petición de adeptos y amigos, nunca por dinero. “No consisten en encuentros sin más, sino en una especie de representación teatral, con episodios, puestas en escena, planteamiento nudo y desenlace”, explica. ¿Una forma de escritura? “Desde luego, es una forma de creación”.

Comenzó registrándolas, explica, en un libro que solo verá la luz tras su fallecimiento y que denomina Livre d’heur (Libro de la dicha. “Heur” es una forma arcaica de “bonheur”, felicidad). “En este libro apuntaba el escenario de la ceremonia, las personas que participarían, los adeptos, los trajes y la música. Y después de la ceremonia, lo completaba y apuntaba lo que había coincidido y lo que había sido algo diferente”. Sus rituales cuentan con la participación de un grupo de amigas, mujeres instruidas por ella. “El sadomasoquismo es muy diferente si lo practica un hombre o una mujer. Con los hombres, se llega pronto a la genitalidad. Las mujeres permanecen más tiempo en el teatro. Y, si tienen ganas de mantener relaciones ‘normales’, lo hacen en otra habitación, nunca delante de mí. Para mí, el erotismo es cosa mentale, cuestión de emoción. No estoy en contra de pasar al acto, pero no lo practico”.

Catherine Robbe-Grillet, con su clásico velo.

A partir de los años setenta, el desarrollo de sus rituales corrió paralelo a la liberación sexual de la época. También al feminismo, con el que ha tenido una relación tangencial. “El feminismo se ocupa de otras cuestiones, aunque sí ha habido un cambio últimamente. Antes, si una mujer deseaba ser sumisa, nunca lo decía abiertamente. Estaba mal visto. Pero el Me Too les ha permitido afirmar su deseo”.

Cuando habla de sumisión o dominación, las dos posiciones fundamentales del sadomasoquismo, Robbe-Grillet siempre alude al juego pactado, tácito y teatral, en que se desarrolla su actividad. En el centro está el consentimiento, un concepto candente en la lucha contra la violencia machista y que es fundamental en las prácticas sadomasoquistas. “Sin consentimiento, el sadomasoquismo no existe. Tiene que haber deseo por ambas partes. Yo estoy en sintonía con el sumiso o la sumisa que tengo en mi poder durante una hora o dos, nunca más. Y, evidentemente, debe haber intercambio de placer. No soy una sádica, porque un sádico quiere hacer daño y que el otro no lo soporte. Para un sádico, no hay nada más deprimente que el placer del otro, ni nada más terrible que el consentimiento”. En La chasse, una performance en el Centre Pompidou, narró la ceremonia que organizó para una mujer que deseaba ser la presa de una cacería. “Era de noche, en un parque público del que habíamos conseguido las llaves, y no era fácil. En un momento, la presa se cayó y dijo que tenía frío. Le pregunté si quería que parásemos. Me dijo que no. Es decir, el consentimiento está en el propio interior de la ceremonia”.

De ahí otro tópico que aspira a desmontar: el del peligro. “El sadomasoquismo nunca ha sido peligroso porque se basa en el consentimiento mutuo”. Por eso, ella tiene la última palabra a la hora de iniciar una relación. “Hace años, vino a verme un hombre muy enfermo. Tenía cáncer de pulmón y le quedaban pocos días de vida. No quería morir en el hospital, sino azotado hasta la muerte. Me pidió que lo hiciera y no acepté, porque eso es algo que alguien solo haría por un ser amado y yo no amaba a este hombre. Además, era algo ilegal. Me habría arrastrado con él”.

Las nuevas generaciones que descubrieron a Robbe-Grillet pasados los ochenta han regresado a sus libros. Ella misma ha autorizado que sus primeras obras, publicadas con los seudónimos de Jean o Jeanne de Berg, se reediten con su nombre en la portada. Sus ensayos, cartas y diarios son invitaciones a descubrir desde el respeto la intimidad de mujeres y hombres —desde aristócratas a leñadores, políticos o sacerdotes— que disfrutan recibiendo azotes, comportándose como gallinas o perros o recibiendo una lluvia de huevos a instancias de su dominatriz. Pero, más allá de su poesía heterodoxa, sus libros son crónicas de una época. Ceremonias de mujeres, por ejemplo, se inicia con una visita de la autora a un transgresor club gay en el Nueva York de los setenta. “Entonces nos soltábamos la melena. Pero ahora hay un movimiento inverso. Poco a poco, todo está cerrando. Hay un ascenso increíble del puritanismo. Volví a Nueva York en 2003 y 2006, y apenas quedaba nada. [Rudolph] Giuliani [exalcalde entre 1994 y 2001] barrió con todo. Volví a Francia y les dije a mis amigos: aprovechad, porque pronto esto será como Estados Unidos. No me equivoqué”.

Sin embargo, sus 94 años le dan una distancia temporal y un cierto optimismo. “Es lo de siempre, el péndulo. Ahora llega el puritanismo, pero dentro de 10, 20 o 25 años, irá en el otro sentido. Recuperaremos el deseo de libertad, sin más”. También es luminosa su defensa del amor. Alain y Catherine Robbe-Grillet vivieron juntos hasta el fallecimiento de él, en 2008. En 2018, la dominatriz se casó con Beverly Charpentier, una escenógrafa sudafricana que la acompaña en sus ceremonias y en su vida cotidiana. “Beverly y yo nos conocemos hace 33 años y nunca hemos discutido”, menciona. “Siempre me acuerdo de Louis Aragon, que decía que ‘no hay amor feliz’. ¡Pobre Aragon!”.

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