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Oriol Puigdemont
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El contraste tuvo que ser grande este lunes para Carlos Sainz, que se subió por primera vez al Williams que pilotará los próximos años, solo un día después de bajarse del Ferrari, con el que cerró una etapa de cuatro temporadas, “las mejores como piloto”, según describió él mismo. El SF-24 con el que se despidió de la marca de Il Cavallino Rampante desde el segundo escalón del podio de Abu Dabi no tiene nada que ver con el Williams FW46 que estrenó la mañana siguiente, en lo que se conoce como jornada de grabación. Se trata de una sesión limitada a 200 kilómetros destinada a cuestiones comerciales, por más que en este caso también sirviera como una primera toma de contacto para el español. Sin embargo, fue el martes cuando Sainz debutó oficialmente como corredor de la escudería de Grove (Gran Bretaña), que le ha elegido a él para que abandere su renacimiento. Un desafío fabuloso si tenemos en cuenta que Williams es el segundo equipo que más títulos de constructores ha ganado (nueve), empatado desde este domingo por McLaren, que llevaba más de un cuarto de siglo esperando (1998).
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