Carles Sabater, la estrella que vivió en la mirada de los demás

Tabitha_Bins

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Si un documental musical solo gusta a los fans de su sujeto, el éxito no es total. Por otro lado, hay documentales donde resulta poco sustancial el gusto musical de quien los mira, dado que su lectura, las consecuencias que se extraen o el ángulo de análisis sobrepasa lo que es estrictamente el hecho musical, el humus de cualquier carrera. El paradigma es Let’s Get Lost, una pieza extraordinaria aunque no guste Chet Baker. Sin pretender llegar a este nivel, No espereu res de mi funciona aunque Sau pueda no agradar, ya que muestra con tacto, sinceridad y profundidad la cara más íntima de Carles Sabater, el fallecido cantante y actor, ahora que se cumplen 25 años de su repentina desaparición.

En esta obra de Jordi Call (dirección), Elisenda Gorgues (guion) y Otto Gómez (montaje) se habla de música, de la carrera de Sau desde sus inicios, a orillas del pantano de Sau, cuando unos amigos se reunían para escribir canciones y letras soñando con el éxito, hasta su trágico final. Pero la narración, con pulso cronológico, va mucho más allá ofreciendo una imagen muy precisa de cómo era la persona tras el personaje, de cómo le afectó la popularidad, de cómo tuvo que situarse entre dos profesiones, la de cantante y la de actor, y de cómo todo esto se resolvió en una tensión interna y un estrés que coadyuvaron a la crisis que precipitó su muerte. Si se drogó o no la última noche de su vida o si tenía un problema coronario no diagnosticado son solo detalles que no esconden la cruda realidad: en palabras de su hermano mayor: “No supo decir que no”; en palabras de Laura Jou: “Murió porque no podía más”. Y es que Carles Sabater vivió en la mirada de los demás, no quiso defraudar a nadie, y eso le generó una angustia finalmente insoportable.

Esta es la tesis del documental, estructurada gracias a una espléndida Laura Jou, que aún con el dolor en sus reflexiones presenta a la que fuera pareja suya con una precisión, empatía y amor no exentos de frialdad analítica, incluso hacia ella misma: “Ante él yo hacía el papel de Lolita”, dice. Fue una relación que, como todas, tuvo altibajos y sin bordear la crónica rosa y manteniendo un respeto absoluto hacia la figura de Carles, se le recuerda como seductor, persona frágil que desde pequeño decidió ser un buen hijo –no queda claro si lo deseaba o ya que su hermano había dado problemas a sus padres, mayores, rígidos y conservadores, él optó por sacrificarse- y como joven disoluto y extraviado que cerraba locales en Vic, una vez Laura lo hizo temporalmente fuera de casa por una infidelidad.

El documental se estructura con muchas grabaciones hechas por el propio Carles, y funciona el montaje en paralelo con imágenes actuales, como el ritmo, aunque a veces se repiten un poco ciertos conceptos. También juega a favor la selección de participantes y la intención que se infiere de preguntas que buscaban respuestas previamente imaginadas. Incluso queda patente que Pep Sala era partidario de continuar con un grupo exangüe, mientras que Carles, en una decisión que le causaba mucho dolor, ya había decidido, en palabras de Laura Jou, abandonar la banda para dedicarse a su prometedora carrera teatral. No tuvo oportunidad.



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