Nicholaus_Pfeffer
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No me imagino al Gran Poder saliendo el Viernes de Dolores porque durante la Madrugada dan agua. Porque eso sería arrojar la Semana Santa de manera definitiva al espacio del folclore, de la manifestación cultural y del reclamo turístico. Las fiestas religiosas tienen fechas inamovibles. Y Sevilla ha sido durante siglos la referencia canónica en este tipo de celebraciones. Aquí funciona todo bajo la batuta del calendario litúrgico. Era un aforismo la frase que nos decíamos hace años sobre la cabalgata: «Cuando le veamos la espalda a Baltasar ya puede salir la primera cruz de guía». Nunca antes. Hemos sabido siempre apaciguar la ansiedad para no destrozar una filosofía cristiana que no nos pertenece, que es heredada y que, por tanto, tenemos la obligación de preservar. Yo entiendo que la organización de una cabalgata tan espectacular como la de Sevilla implica muchos meses de trabajo y compromete a muchas personas, pero la belleza de esta celebración consiste exactamente en ese esfuerzo para apenas unas horas, esas horas, no otras horas. La hermosura de la inmensa entrega del Ateneo está en el riesgo de que todo sea para nada. Es fácil decir esto desde la distancia y la ausencia de responsabilidad en la organización. Y es muy difícil acertar con una decisión tan dolorosa. Pero cuando nos corresponde gestionar la historia no podemos actuar pensando sólo en hoy, sino en todo lo que fuimos ayer. Cualquier otra cosa es populismo barato. La salida de los Reyes Magos de Sevilla mañana es una solución traumática que la institución ha intentado aliviar con una carta de Sus Majestades de Oriente a los niños explicándoles que hasta el 6 por la mañana no les pondrán los regalos. Sin embargo, la sensación de que se ha roto una magia es inevitable. La ilusión de los pequeños en estos días es una de las experiencias más felices para una familia. En todos los hogares hemos trabajado duro para sembrarla bien, con solidez, de manera que también somos muchos los mayores que seguimos viendo a Melchor, Gaspar y Baltasar con los ojos brillantes cada 5 de enero. Los sentimos entrando en las casas por los balcones, por las azoteas, por las chimeneas, por las ventanas, por donde sea. Con sus camellos mágicos y veloces que son capaces de llegar a todos los salones en una sola madrugada. Todos les dejamos nuestra copita de anís con su mantecado a ellos y un cubo con agua para los animales. Algunos años incluso los hemos sentido entrar y hemos cerrado los ojos muy fuerte para que no se vayan sin hacer su trabajo. Pero este año vamos a llegar a casa después de la cabalgata y no va a ocurrir nada. La inocencia puede con todo, es cierto, y entre la carta del Ateneo y la explicación de los mayores los chiquillos lo entenderán. Sin embargo, algo habrá cambiado para siempre en las cabalgatas de vísperas este año, en el que más que nunca, a la hora de la función de la Epifanía del Señor en San Lorenzo, me aturdirán los versos de la Adoración de los Reyes de Cernuda: «Buscaron la verdad, pero al hallarla no creyeron en ella». Este año le traen carbón al Ateneo.
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