‘Campeonex’: el valor social de ‘Campeones’ sigue presente, el cinematográfico se ha perdido

mayert.odessa

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Las críticas más difíciles de escribir son las que abordan películas socialmente importantes y moralmente loables, que, sin embargo, tropiezan en lo cinematográfico. Campeones (2018), multitudinario éxito de Javier Fesser, 3,3 millones de espectadores, más de 19 millones de euros en taquilla, supuso un antes y un después en la percepción, el trato y la comunicación por parte de la sociedad española en su conjunto hacia las personas con discapacidad intelectual. Y eso es mucho decir, y mucho lograr.

Paradigma del mejor cine popular, el que lleva a las salas al más amplio arco de público, sin distinción de edad, formación ni pretensiones, sin llegar a molestar a ninguna de las vertientes y uniéndolas como simples seres humanos, la película de Fesser tenía además una virtud casi más difícil de conjugar: acercarse a temas peliagudos sin resultar meliflua y desde registros cómicos. Luego llegaron los premios —algunos muy merecidos; otros, no tanto—, la exageración de que obtuviera el Goya a la mejor obra del año, y un remake en Estados Unidos, Champions (2023), dirigido por Bobby Farrelly y protagonizado por Woody Harrelson, que se estrena en diciembre en España. Hasta llegar, cinco años después, a esta casi inevitable secuela, Campeonex, que pretende seguir la estela cómica y artística de la primera entrega sin lograrlo, aunque en buena parte de las secuencias produzca la misma ternura y en su conjunto tenga semejante valor social y humano.

La estructura viene a ser la misma que la de Campeones, con el cambio del baloncesto por el atletismo (la razón argumental proviene del único gag que tiene gracia en su totalidad a lo largo del metraje, así que no lo explicaremos, a pesar de que con discutible criterio se haya decidido meter casi entero en el tráiler), y con la sustitución de roles entre el personaje de Javier Gutiérrez, que aquí no sale, y el de la entrenadora que interpreta ahora la novel Elisa Hipólito. Y he ahí uno de los primeros contratiempos, aunque en modo alguno el más importante: se echa en falta el poso y el peso profesional de alguien como Gutiérrez al mando de todo el relato, pese a que sea imposible que el personaje de Hipólito no nos caiga fenomenal, y ella esté auténtica.

El mayor problema de Campeonex, excesivamente larga en sus más de dos horas de metraje, es que el nuevo libreto escrito por Fesser y Athenea Mata, con la colaboración de David Marqués, suena demasiado a ya visto en su empaque general, y lo que antes era atrevido humor negro ahora aflora en demasiados pasajes como comicidad para críos pequeños. La escatología no funciona en ningún momento, y aún menos esos chistes infantiles presumiblemente gamberros pero rancios, como el gag recurrente de la atleta china llamada Su Po Ya, que es casi patético.

La principal nueva incorporación es la de Brian Albacete, de 21 años, diagnosticado con atrofia muscular degenerativa con espina bífida desde que tenía apenas unos meses, y más conocido como Brianeitor. Gamer y streamer almeriense con más de dos millones de seguidores en redes sociales, que sin duda ayudarán (aún más) a la película a ser otro éxito, el chico es un prodigio de esfuerzo y de cómo vivir una existencia pese a los inconvenientes físicos. Pero la película acaba centrándose demasiado en su labor en los esports, y pocas cosas hay menos cinematográficas y plásticas que el interminable encuentro de media hora de duración que sirve de clímax final a Campeonex.

El valor social y humano sigue estando presente. En lo cinematográfico, esta vez, no le alcanza.

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