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Esta noche a las tres han vuelto a ser las dos, y eso es algo que nunca dejaremos de celebrar en la España civilizada , que es la España de la luz y de la aurora. Desde mañana, mi hija podrá ir de nuevo al instituto a pleno sol en lugar de caminar a ciegas entre sombras, paseando a plena noche –a plena calle–, mochila, compasión y contracturas. Un poco antes, aún en medio de la noche y de la prensa, su padre le prepara el desayuno, le deja el almuerzo sobre la mesa y enciende la radio. Porque en las casas con una radio alta se desayuna mejor, el café está menos solo y se llenan de tertulias los pasillos . «La radio se hereda», me dijo el otro día un amigo. Y al menos en mi caso así fue. Así que solo cedo el patrimonio que me dieron, como en una carrera de relevos. Suenan las señales horarias de las siete y el padre despierta a la hija con un beso en la frente y un gato en los pies. Se asegura que se levanta y se va hacia el tren, soportando la culpa como puede –la culpa es una música de fondo–, para llegar a tiempo al Congreso y escuchar lo que luego habrá de ser contado.Farolas encendidasPor el camino, aún en el tren, el padre mira la oscuridad a través la ventana y espera que salga el sol. Se diría que le va dando ánimos. Preferiría saber que su hija, que ya debe haber salido de casa, va a ver al menos un rayo de luz antes de entrar en clase. Pero la verdad es que solo verá farolas encendidas y la luz de los coches reflejándose en los charcos . Creo que hay algo pernicioso en que una niña se despierte de noche, aunque la niña sea casi una mujer y la noche sea casi una mañana. Pero todo es 'casi'. Menos la culpa, claro. Puestos a elegir, preferiría haberla despertado mientras un rayo de sol entraba de modo oblicuo por la ventana y moría en los párpados de la hija, que se abrirían entonces a la vida y a la vitamina D. Preferiría también vivir en un ciclo natural en el que nos despertáramos porque ya hay luz y nos acostáramos porque ya hay calma. Pero no es el caso y cuando una niña camina sola, toda luz es de orfanato.Esta noche a las tres han vuelto a ser las dos, y eso es algo que nunca dejaremos de celebrar en la España civilizadaPor la tarde el padre vuelve a casa. En unas horas será de noche, pero a nadie le importa, porque cuando una familia está en casa, da igual la luz que haya en el mundo . La niña también vuelve del colegio, saluda, se pone a hacer deberes y el padre sobreactúa presencia y ruido para tapar con arena el tufillo de la falta.—Oye, hija, una pregunta. Cuando yo me voy por la mañana, ¿a ti te da pena? ¿Desayunas tranquila y te vistes sin más o estás un poco triste?—No me da pena, solo tengo que prepararme y me voy –dice la hija–. Eso sí: me gustaría que fuera de día.El padre suspira aliviado.—Y además no me dejaste sola, Papá. Dejaste puesta la radio.El padre sonríe. Y piensa que, desde hoy, también dejará puesta la luz.

 

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