Cables submarinos, la brecha aliada en la guerra híbrida

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Dos importantes cables de transmisión de datos han sido recientemente dañados en el mar Báltico. El cable C-Lion 1, entre Alemania y Finlandia, operado por la empresa estatal finlandesa Cinia, tiene casi 1.200 kilómetros de tendido en el fondo marino y fue cortado entre la isla sueca de Öland y Lituania, una zona económica especial sueca. El segundo cable, que conecta Lituania con Suecia, operado por la empresa de telecomunicaciones Telia Lietuva, fue también cortado por el ancla de un carguero chino, el Yi Peng 3, a bordo del cual navegaba un agente ruso.Los gobiernos de Alemania y Finlandia dan por hecho que se trata de un sabotaje, un elemento de guerra híbrida del que resulta especialmente difícil defenderse. «Nuestra seguridad europea se ve amenazada no sólo por la guerra de agresión rusa, sino también por la guerra híbrida por parte de actores malintencionados», ha advertido la ministra de Exteriores de Finlandia, Elina Valtonen . Es el mismo escenario en el que tuvo lugar, en 2022, la destrucción del gasoducto Nord Stream, entre Rusia y Alemania, y en 2023 el gasoducto Balicconector, entre Estonia y Finlandia. Son todos ellos «casos que encajan en el cuadro de las amenazas a las infraestructuras críticas», ha dicho la ministra alemana de Interior, Nancy Faeser, que pide una mayor protección de estas infraestructuras.Nadie pensó en una guerraPero nadie sabe cómo protegerlas. Fueron construidas o instaladas en un tiempo en el que nadie pensó en una posible guerra, o en hostilidades lo suficientemente tensas como para llevar a países enemigos a destruirlas.Los cables submarinos componen una red de arterias a través de la que fluyen las comunicaciones. Actualmente hay 378 cables submarinos desplegados en el mundo, lo que supone una longitud de 1,2 millones de kilómetros protegidos por tres tratados internacionales que garantizan la libertad para tender, mantener y reparar cables submarinos fuera de las aguas territoriales a 12 millas náuticas y la obligación nacional de imponer sanciones penales y civiles para aquellos que de manera intencionada o por negligencia causaran perjuicio a un cable. Pero los estados sólo pueden tomar medidas contra barcos extranjeros en el mar territorial; es decir, hasta 12 millas náuticas de su costa. En alta mar prima la soberanía del estado del pabellón y sólo se puede intervenir en unos pocos casos excepcionales, como la piratería o la esclavitud.Noticia Relacionada estandar Si Los expertos de inteligencia occidentales sospechan de Rusia en el último sabotaje en el Báltico Rosalía Sánchez | Corresponsal en BerlínResponsabilidad y seguridadCualquiera puede tender cables en ese espacio, pero no es responsabilidad ni derecho del estado costero su seguridad. Es el estado del pabellón el que tiene el deber de hacer cumplir la ley, por ejemplo en el caso de infraestructura submarina dañada, lo que lleva al absurdo. «El derecho marítimo no tiene en cuenta el problema de la guerra híbrida», afirma Valentin Schatz, abogado y experto en Derecho Marítimo de la Universidad Leuphana de Lüneburg, que denuncia que «existe una brecha en el sistema que aparentemente está siendo explotada».Desde el punto de vista de Schatz, el derecho marítimo en realidad no permite detener al Yi Peng 3, a menos que el estado del pabellón o el capitán accedan a ello, lo que en caso de guerra híbrida es poco probable. «El derecho del mar supone que todo el mundo lo utiliza con fines pacíficos y esta situación legal es muy insatisfactoria en vista de los ataques híbridos. Existe un gran problema con la aplicación de la ley, especialmente cuando la infraestructura submarina resulta dañada», advierte también Birgit Feldtmann, profesora de Derecho en la Universidad de Aalborg en Dinamarca. Incluso si los daños fueran mucho mayores y, por ejemplo, un barco arrastrara un ancla a través del mar Báltico y destruyera todos los cables existentes, no está claro si los estados costeros podrían emprender acciones legales contra él. Y sólo si el ataque puede interpretarse como un ataque militar se puede reaccionar militarmente. A esto hay que sumar que, por definición, los ataques híbridos suelen ser difíciles de reconocer como tales, y mucho menos asignarlos claramente a un autor.Dado el grave peligro que supone Rusia, especialmente en la región del Mar Báltico, esta es una situación muy insatisfactoria para los afectados, desde el punto de vista jurídico. Queda la posibilidad de explorar áreas jurídicas grises, de tal manera que el sabotaje de infraestructuras críticas se considerase como un ataque armado, como se está estudiando en Finlandia. «Necesitamos discutir la interpretación actual del Derecho del mar para poder detener las acciones híbridas», dice Aleksi Aho, analista del Centro Europeo para la Lucha contra las Amenazas Híbridas (Hybrid CoE) en Helsinki, en declaraciones a 'Frankfurter Allgemeine'. «Cuando la infraestructura crítica de un país ha sido destruida o gravemente dañada, no podemos simplemente marcharnos del lugar con nuestra bandera ondeando», se ha quejado el ministro finlandés de Defensa, Antii Häkkänen.Vidas en peligro«Además de los ciberataques, estamos viendo la voluntad de Rusia, en particular, de causar daños físicos y poner en peligro vidas en nuestros países mediante actos de sabotaje contra infraestructuras energéticas y de comunicaciones», reconoce un alto funcionario al margen de la actual reunión de ministros de Asuntos Exteriores de la OTAN. «En los países de la OTAN contamos con una extensa red de tuberías y cables», añade, refiriéndose a líneas de gas, petróleo y datos, «que Rusia está mapeando continuamente a través de un programa que comenzó hace décadas. Esto también incluye barcos, submarinos y vehículos submarinos no tripulados y controlados a distancia. Por tanto, los rusos tienen la capacidad de colocar explosivos o cortar cables cuando ellos quieran».No es así desde el otro lado, puesto que existe un desequilibrio en el nivel de vulnerabilidad: Rusia no es tan dependiente de dicha infraestructura como los aliados.Polonia, consciente del estado de indefensión de toda una red de infraestructuras críticas, propone una misión policial para protegerlas en el Báltico. El primer ministro polaco, Donald Tusk, ha sugerido formar patrullas marítimas con los estados occidentales para una vigilancia conjunta. «La Policía Aérea Báltica ya existe», ha recordado, decidido a convencer «a nuestros socios de la necesidad de crear inmediatamente una fórmula análoga para controlar y asegurar las aguas del Báltico: la vigilancia marítima».Los países bálticos, nórdicos y Polonia han celebrado recientemente una cumbre en Suecia, la primera de este tipo desde 2017, para estudiar la propuesta. En una declaración conjunta, los jefes de Gobierno participantes han reconocido su responsabilidad en la seguridad euroatlántica y se han comprometido a aumentar «los esfuerzos conjuntos para garantizar nuestra propia seguridad y la seguridad de todos los aliados».Despliegue de cazaminas«La OTAN está intensificando las patrullas, (...) invirtiendo en tecnologías innovadoras que pueden ayudar a proteger mejor estos activos», dice el comandante Arlo Abrahamson, portavoz del Comando Naval Aliado de la OTAN, pero la facilidad con la que el ancla de un barco puede cortar un cable hace casi imposible prevenir tales ataques«. La OTAN ha desplegado en la región una flota de seis cazaminas que monitorean actividades submarinas sospechosas y el 18 de noviembre, inmediatamente después del ataque del Yi Peng 3, 30 barcos aliados y 4.000 militares comenzaron uno de los mayores ejercicios navales en el Báltico. »Somos una alianza defensiva y mostramos presencia y prevención en áreas cruciales para la infraestructura submarina, en lugar de intervenir activamente«, explica la capitana Beata Król del dragaminas alemán Weilheim.

 

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