Bruselas, antes que Valencia

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Aunque no lo parezca, en España hay un Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Según su estructura orgánica básica, definida por el Real Decreto 503/2024, de 21 de mayo, a este ministerio corresponde «la gestión directa del dominio público hidráulico de las cuencas intercomunitarias», y cuenta con una Secretaría de Estado de Medio Ambiente a la que compete «la definición, propuesta y ejecución de las políticas del Ministerio en materia de agua y gestión del dominio público hidráulico». Dentro de esa secretaría de Estado existe una Dirección General del Agua, con competencia, entre otras materias, en la «realización, supervisión y control de estudios y proyectos y de infraestructuras hidráulicas competencia de la Dirección General, así como su explotación». Además, este ministerio tiene adscrita la Agencia Estatal de Meteorología, cuyas competencias diversas se resumen en la responsabilidad de la previsión meteorológica y climática y la colaboración con las administraciones públicas mediante el suministro de una información fiable.Aunque tampoco lo parezca, ese ministerio tiene una titular, Teresa Ribera, de la que apenas se ha sabido desde que la DANA descargó la tragedia sobre Valencia y que este domingo, sin embargo, se sumó al posado del comité de crisis para el seguimiento de los efectos de la DANA organizado por Moncloa. Su ausencia y su silencio no compensan la urgencia que persigue a la Generalitat valenciana de dar explicaciones convincentes sobre la gestión de este desastre natural, explicaciones debidas en primer lugar por el presidente valenciano, Carlos Mazón, quien no está en condiciones de dejar sombras de penumbra sobre su actuación el martes fatídico de la DANA. Si algo favorece a un político es saber anticiparse a los acontecimientos, tomar el control de los mensajes y no dejarse sorprender por verdades ocultas.En paralelo, el Gobierno central está empeñado en velar con ayudas multimillonarias –y muy justificadas– su gestión sobre la DANA, que en un primer momento osciló entre la torpeza y la mala fe, confiando en que fuera la puntilla política de Mazón. Los vecinos de Paiporta arruinaron esta táctica cortoplacista. En el fracaso de la gestión de La Moncloa aparece la figura de Teresa Ribera, ministra en sede vacante cuya máxima preocupación es el examen al que se somete mañana en Bruselas como condición previa para ser nombrada vicepresidenta ejecutiva de Ursula von der Leyen, con competencias en materia de políticas 'verdes'. La ministra competente de la Aemet y de las cuencas hidrográficas no tiene excusa para no comparecer públicamente y dar explicaciones sobre el funcionamiento de su departamento. Bruselas puede esperar, más aun cuando otros, como los Reyes, han dado la cara, nunca mejor dicho, ante vecinos enfurecidos y desesperados. Es notorio que para Sánchez resulta prioritario que Ribera sea refrendada como vicepresidenta europea, pero su ausencia en la gestión pública de la tragedia no ayuda a ese objetivo. Más bien lo perjudica, porque mientras Ribera forme parte del Gobierno, su prioridad política es España, no Bruselas . Si tanto le importaba a Sánchez el puesto europeo de Ribera, debió cesar en su cargo de ministra para que se dedicara, como una estudiante aplicada, a preparar su examen. De tanto querer protegerla, Sánchez ha debilitado la imagen gestora de su candidata, y la que es seguro que en su comparecencia de mañana le preguntarán cómo puede garantizar que será más eficaz como vicepresidenta para los europeos cuando no ha dado la cara como ministra de unos españoles arrasados por inundaciones.

 

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