Igual ya tenemos otro alegre caso de fraude a la sombra de la ley trans. Un tipo se presenta como varón a las pruebas para bombero y una vez concluidas, sin éxito, se alega mujer, con lo que los baremos femeninos aplicables a propósito sí le dan la plaza. El bombero nos salió bombera, en un pispás de enterado. Y de paso le quitó la plaza a quien sí le correspondía, con todas las de la ley boca arriba. He aquí un caso más en las alegrías de la ley trans, que pueden convertir a Manolo en Manoli en el rato de soplo de ir a hacerte el retrato del fotomatón. Hemos visto casos de fraude insoportable en el Ejército y en el deporte. Más allá o más acá de la obvia inseguridad jurídica, el afán por ofrecer igualdad rápida a minorías, como los trans, inaugura una desigualdad impensable, entre las mujeres, después de muchos años de reivindicación sostenida y logros adeudados. El bombero que nos ha salido bombera, por pescar plaza, nos resulta una criatura que no sabemos si se quiere mozo o moza, salvo que de moza le salen mejor las cuentas de hacerse con el sitio laboral de una oposición que le había dejado fuera. En la tele hemos visto algunos casos de golfantes, con barba y todo, que se sintieron señorita un rato, mientras duraban las pruebas de colocarse en el Ejército. Estas cosas hay que arreglarlas cuanto antes, porque atentan contra las mujeres que legítimamente optan a un trabajo o a un récord. Hay mujeres que han invertido media vida, y el esfuerzo entero, en lograr una marca o un empleo, pero de pronto irrumpe un bombero con canesú y te arruina el podio peleado y el salario merecido. El feminismo del deporte siempre receló de la algarabía de la ley trans, y con razón. Vislumbraron lo que ahora vemos en otras órbitas. Una cosa es sentirse mujer, y tener ahí enfrente una ley amable, sin burocracia inútil ni reojos morales, y otra cosa distinta es birlarle el puesto de cómputo a una chavala porque de pronto te salen mejor las cuentas si llevas unas bragas de disfraz.
Cargando…
www.abc.es