walter.hayley
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La distancia entre un bólido y un bóvido pueda parecer de una sola letra. Zas: de la «l» a la «v» –basándose en un orden aséptico-alfabético–. Pero, si le ponemos nombre propio, podremos razonar sin leyes físicas o gramaticales que al bólido de Jorge Martín lo ha superado el bóvido de David Broncano. O, más bien, lo que de bóvido tiene 'La revuelta', animalicos ellos, y lo que de bólido tiene 'El hormiguero', mecánicos ellos, se intercambia y de pronto es el cornudo el que atropella al coche y no viceversa.Asumo la versión oficial de 'El hormiguero' sobre la casi-entrevista en 'La revuelta' a un señor cuyo principal mérito es montarse sobre un tubo de escape sin caerse. El mercado, amigo. Eso o también: fue un malentendido y Jorge Martín, el hábil señor que se monta sobre un tubo de escape sin caerse, debería haber avisado y no sé qué de contratos y yo qué sé de contratos. Olvidémonos: son ricos y los ricos siempre tienen razón y si heredan, se lo curraron sin más. Da igual. Como dio igual la realidad cuando Dylan agarró la guitarra eléctrica y cantó 'Like a Rolling Stone'. Vamos a lo importante: la reacción de 'La revuelta' al puteo con los invitados de 'El hormiguero' no pertenece al mundo de los ricos. Pertenece ya a la historia de la televisión, a las clases populares.Noticia Relacionada estandar No 'El Hormiguero' se lava las manos tras las graves acusaciones de 'La Revuelta': «Ha sido un malentendido sin mayor importancia» María Robert Broncano se ha quedado sin poder entrevistar al piloto Jorge Martín por presiones del programa de Pablo Motos, donde el deportista acudirá días despuésBroncano, bóvido él, en represalia a la no-entrevista nos lanzó en TVE veinte minutos de animales de archivo, Rodríguez de la Fuente que estás en el cielo, coronados por canciones de 'Alcalá Norte'. En ese momento Pablo Motos y su gente, bólidos durante los veinte años pasados, deberían haber aplaudido, poner un vídeo resumen de su trayectoria y saludar con cariño nostálgico al respetable. No se nos olvide: Motos y compañía nos han dado mucho. En cambio, escogieron la nada. No importa, queridos bólidos: pasado seremos todos en algún momento, alimento herbívoro, amarillo genista, de bóvidos. Siempre, siempre habrá un bólido -¿o era bóvido?- más joven que nos acabará arrollando. Con el cuerno o con el parachoques. Los veinte minutos de animales aullando, montando o cagando de ayer de Broncano, Castella, Ponce o de quien se le ocurriese ese bigbang, superaron a la propia televisión. Disfrutamos a bóvidos berreando durante mil doscientos segundos. Beee. Beee. Beee. La belleza de lo agreste: daban ganas de desnudarse, untarse con melaza y romper a follar ante tanto cérvido. El carapijo bólido Jorge Martín y sus alrededores futuristas nunca se recuperarán. El aroma de las gónadas de esos mamíferos -espero no les evoque esta línea al cipote de Grison- recordaba a Orson Welles y 'La guerra de los mundos', a los Beatles en Ed Sullivan, a Ruperta y el apartamento en Torrevieja, a Gurruchaga peando, a Sardá y Galindo, a la niña de Shrek, a Trancas y Barrancas o a más aún: apestaban a momento histórico televisivo de una generación. A Arias Navarro, vamos: «Españoles, 'El hormiguero' ha muerto». Jóvenes y viejos humanos públicos, no se nos olvide: nada está hecho, nada está escrito, nada está conquistado, nada es nuestro. A veces, y contra lógica, entre un bóvido y un bólido gana -por listo, por bueno, por animal como usted o yo y no por artefacto como un expendedor de vending o un algoritmo- el puto bóvido. A veces, arrasa Broncano y dejan de importar las cláusulas de contratos, los patrocinios, los tejemanejes viejunos, Pedro Sánchez o la audiencia. La audiencia, por aclarar: esa -regreso a la zoología y no a la mecánica- asquerosa rata cuantitativa que, de verdad, no vale, no debería valer delante de logros artísticos semejantes, nada.
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