Jakayla_Franecki
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Aunque no existieran los títulos de crédito sería transparente para muchos espectadores reconocer la firma de ese director tan personal y dotado de un apabullante sentido visual llamado Tim Burton. Es el dueño de un mundo muy particular, lo cual no garantiza que todas sus películas estén concebidas en estado de gracia. Las tiene mediocres e incluso desechables.
Pero también ha realizado cuentos apasionantes como Eduardo Manostijeras y Big Fish. Me aparece una sonrisa feliz cada vez que las recuerdo. Y una entrañable y perdurable obra maestra titulada Ed Wood, que narra la muy divertida y delirante historia de alguien que tuvo el honor de ser calificado por la crítica como el peor director de la historia del cine. Aquel tipo con eterna afición a travestirse e inmune al desaliento en su pasión de hacer cine, autor de películas demenciales concebidas con un entusiasta e inolvidable ejército de freaks, protector del anciano, legendario, olvidado y arruinado Béla Lugosi, cuando este ya no encuentra venas en su destrozada anatomía para pincharse heroína. Es preciosa Ed Wood. Guardo memoria y reviso con placer de vez en cuando esas joyas de Tim Burton. Algo que no me ocurre con su filmografía completa. También ha rodado tonterías a las que no salva ni su siempre genuino y poderoso sentido de la imagen.
Por ejemplo: sé que vi hace muchos años Bitelchús, pero no logro recordar nada de su argumento. No sé si es problema de mi deteriorada memoria o que no me dejó ni la menor huella. Algo que me ocurre desde hace mucho tiempo con el cine de Tim Burton, incluida su larga e irrelevante militancia, imagino que fabulosamente pagada, en la factoría Disney. Sigo en el limbo respecto al argumento del primer Bitelchús, aunque en este Bitelchús Bitelchús (qué juguetón, qué gamberro es Tim Burton) me parezca reconocer a personajes que debían habitar en la parte anterior. Como el que interpreta Winona Ryder. Con la diferencia de que la ahora cincuentona Ryder allí era una niña. Y también me suena de antaño el desatado tipo que encarna Michael Keaton.
Y supongo que los adictos al primer Bitelchús seguirán fascinados con su continuación. Ya saben, ese mundo en el que conviven los vivos y los muertos. En tono de comedia desaforada, con situaciones, amores y peleas entre los activos difuntos y los nada satisfechos vivos que en algunos momentos están descritos con ternura. Como siempre en el cine de este hombre existe la imaginación creativa, un trabajo notable en la creación de bichos muy extraños y el protagonismo del maquillaje, los efectos especiales y el diseño del vestuario.
No me aburro, pero tampoco pillo la gracia torrencial que pretende el guion. No soy cómplice de las continuas carcajadas de algunos asistentes que deben de conectar todo el rato con el muy particular sentido del humor de Tim Burton. Me mantengo ligeramente entretenido por la facultad de este para crear imágenes. También por la música de su eterno y formidable colaborador Danny Elfman y por la utilización en la muy cuidada banda sonora de canciones antiguas que siguen sonando muy bien. Y siempre me hace gracia la presencia de ese actor tan peculiar, relleno y bajito, que se llama Danny DeVito. Y me apetece mirar a la hermosa Monica Bellucci, aunque su cara y su anatomía aparezca repleta de tornillos y otros nada gratificantes artilugios. No creo que Bitelchús Bitelchús, al igual que la primera, permanezca demasiado tiempo en mi memoria.
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Pero también ha realizado cuentos apasionantes como Eduardo Manostijeras y Big Fish. Me aparece una sonrisa feliz cada vez que las recuerdo. Y una entrañable y perdurable obra maestra titulada Ed Wood, que narra la muy divertida y delirante historia de alguien que tuvo el honor de ser calificado por la crítica como el peor director de la historia del cine. Aquel tipo con eterna afición a travestirse e inmune al desaliento en su pasión de hacer cine, autor de películas demenciales concebidas con un entusiasta e inolvidable ejército de freaks, protector del anciano, legendario, olvidado y arruinado Béla Lugosi, cuando este ya no encuentra venas en su destrozada anatomía para pincharse heroína. Es preciosa Ed Wood. Guardo memoria y reviso con placer de vez en cuando esas joyas de Tim Burton. Algo que no me ocurre con su filmografía completa. También ha rodado tonterías a las que no salva ni su siempre genuino y poderoso sentido de la imagen.
Por ejemplo: sé que vi hace muchos años Bitelchús, pero no logro recordar nada de su argumento. No sé si es problema de mi deteriorada memoria o que no me dejó ni la menor huella. Algo que me ocurre desde hace mucho tiempo con el cine de Tim Burton, incluida su larga e irrelevante militancia, imagino que fabulosamente pagada, en la factoría Disney. Sigo en el limbo respecto al argumento del primer Bitelchús, aunque en este Bitelchús Bitelchús (qué juguetón, qué gamberro es Tim Burton) me parezca reconocer a personajes que debían habitar en la parte anterior. Como el que interpreta Winona Ryder. Con la diferencia de que la ahora cincuentona Ryder allí era una niña. Y también me suena de antaño el desatado tipo que encarna Michael Keaton.
Y supongo que los adictos al primer Bitelchús seguirán fascinados con su continuación. Ya saben, ese mundo en el que conviven los vivos y los muertos. En tono de comedia desaforada, con situaciones, amores y peleas entre los activos difuntos y los nada satisfechos vivos que en algunos momentos están descritos con ternura. Como siempre en el cine de este hombre existe la imaginación creativa, un trabajo notable en la creación de bichos muy extraños y el protagonismo del maquillaje, los efectos especiales y el diseño del vestuario.
No me aburro, pero tampoco pillo la gracia torrencial que pretende el guion. No soy cómplice de las continuas carcajadas de algunos asistentes que deben de conectar todo el rato con el muy particular sentido del humor de Tim Burton. Me mantengo ligeramente entretenido por la facultad de este para crear imágenes. También por la música de su eterno y formidable colaborador Danny Elfman y por la utilización en la muy cuidada banda sonora de canciones antiguas que siguen sonando muy bien. Y siempre me hace gracia la presencia de ese actor tan peculiar, relleno y bajito, que se llama Danny DeVito. Y me apetece mirar a la hermosa Monica Bellucci, aunque su cara y su anatomía aparezca repleta de tornillos y otros nada gratificantes artilugios. No creo que Bitelchús Bitelchús, al igual que la primera, permanezca demasiado tiempo en mi memoria.
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