jana04
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Siento un escalofrío, presintiendo la respuesta a mi pregunta cuando me revelan en los pases de prensa la duración de lo que voy a ver. Sobre todo, en el cine rodado en Estados Unidos, ese que durante tantas épocas engendró maravillas, resueltas tantas de ellas en suculenta hora y media de metraje. Y a veces, no muchas, algunos directores necesitaban más tiempo para contar sus historias. Con resultados fascinantes en bastantes ocasiones. Hasta agradecería que la trilogía de El padrino durara veinte horas en vez de diez. El ego de algunos presuntos artistas es monumental y están convencidos de que para expresarse plenamente necesitan que en el montaje figuren todos los planos que han rodado. Puede dejar muy contenta a su creatividad, pero se supone que todavía existen productores, alguien que les sugiera que acorten a su desmesurada criatura, que esta no incite a la huida de la sala por parte de espectadores sensatos.
Y me pregunto ante la avalancha de películas interminables si no obedecerán a una consigna en nombre del eterno negocio, si esa duración es conveniente para su exhibición en las plataformas. Pero están retando a la paciencia de la gente que solía ir regularmente a los cines. Hay un problema de metraje, aunque sobre todo de calidad.
Deduzco que el creador de la indescriptible Beau tiene miedo, un señor llamado Ari Aster, dispone de mucho crédito entre la cinefilia vanguardista. Les encantó su incursión en el cine de terror y conspiraciones satánicas en Hereditary. No la he visto. No puedo opinar. Pero pidiéndole a mi memoria un esfuerzo notable, sí recuerdo tibiamente el argumento de la truculenta, aunque también muy tonta Midsommar. Me resulta imposible describir con un mínimo de lógica lo que ocurre en los insoportables 180 minutos de Beau tiene miedo. Tampoco me haría nadie un favor si me contara su argumento. Solo me alimenta un deseo. Y es que se acabe cuanto antes. No hay forma. Es una sensación que ya me resulta familiar ante tantas incomprensibles películas en los últimos años. Esta, junto a la surrealistamente bendecida por los Oscar Todo a la vez en todas partes, suponen para mí la cota insuperable de cine tan idiota como empeñado en ser original. A costa de la agotada paciencia de los espectadores a los que les resulta imposible saber de qué les están hablando, encontrarle un mínimo de gracia, inteligencia o sentimiento.
Sí tengo claro que el protagonista es un atormentado tarado que tiene una fijación obsesiva con su ausente madre, que vive en una barriada lumpen con multitud de vecinos tronados o en la ruina absoluta. En su escape se encontrará a un teatro ambulante, con vocación lírica y que solo actúa en los bosques, sin necesidad de público. Al parecer, el guion se mueve entre el psicologismo y la poesía. Y el director aclara que también ha pretendido hacer una comedia y que hay numerosos gags. Pues vale.
Y, cómo no, le ofrece el protagonismo a Joaquin Phoenix, actor que me resulta muy fatigoso. Sospecho que todos los guionistas y directores que se inventan personajes psicópatas, esquizoides, sadomasoquistas, con taras profundas, están pensando exclusivamente en este actor tan intenso para que los encarne. Y él, encantado de sufrir todo el rato, de tener alborotadas las neuronas. Ver su nombre encabezando los repartos ya me previene sobre la temática que me espera. Es que no le aguanto. Tiene mogollón de admiradores. Que lo disfruten.
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Y me pregunto ante la avalancha de películas interminables si no obedecerán a una consigna en nombre del eterno negocio, si esa duración es conveniente para su exhibición en las plataformas. Pero están retando a la paciencia de la gente que solía ir regularmente a los cines. Hay un problema de metraje, aunque sobre todo de calidad.
Deduzco que el creador de la indescriptible Beau tiene miedo, un señor llamado Ari Aster, dispone de mucho crédito entre la cinefilia vanguardista. Les encantó su incursión en el cine de terror y conspiraciones satánicas en Hereditary. No la he visto. No puedo opinar. Pero pidiéndole a mi memoria un esfuerzo notable, sí recuerdo tibiamente el argumento de la truculenta, aunque también muy tonta Midsommar. Me resulta imposible describir con un mínimo de lógica lo que ocurre en los insoportables 180 minutos de Beau tiene miedo. Tampoco me haría nadie un favor si me contara su argumento. Solo me alimenta un deseo. Y es que se acabe cuanto antes. No hay forma. Es una sensación que ya me resulta familiar ante tantas incomprensibles películas en los últimos años. Esta, junto a la surrealistamente bendecida por los Oscar Todo a la vez en todas partes, suponen para mí la cota insuperable de cine tan idiota como empeñado en ser original. A costa de la agotada paciencia de los espectadores a los que les resulta imposible saber de qué les están hablando, encontrarle un mínimo de gracia, inteligencia o sentimiento.
Sí tengo claro que el protagonista es un atormentado tarado que tiene una fijación obsesiva con su ausente madre, que vive en una barriada lumpen con multitud de vecinos tronados o en la ruina absoluta. En su escape se encontrará a un teatro ambulante, con vocación lírica y que solo actúa en los bosques, sin necesidad de público. Al parecer, el guion se mueve entre el psicologismo y la poesía. Y el director aclara que también ha pretendido hacer una comedia y que hay numerosos gags. Pues vale.
Y, cómo no, le ofrece el protagonismo a Joaquin Phoenix, actor que me resulta muy fatigoso. Sospecho que todos los guionistas y directores que se inventan personajes psicópatas, esquizoides, sadomasoquistas, con taras profundas, están pensando exclusivamente en este actor tan intenso para que los encarne. Y él, encantado de sufrir todo el rato, de tener alborotadas las neuronas. Ver su nombre encabezando los repartos ya me previene sobre la temática que me espera. Es que no le aguanto. Tiene mogollón de admiradores. Que lo disfruten.
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‘Beau tiene miedo’: ¿de qué va esto? Ni idea
Deduzco que el creador de este indescriptible filme, Ari Aster, dispone de mucho crédito entre la cinefilia vanguardista. Me resulta imposible describir lo que ocurre en los insoportables 180 minutos
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