Winston_Kunde
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En ese tiempo el tiempo es una cosa que pasa con más gloria que pena. El año es algo que se termina porque por algún lado hay que parar de contar. Se acaba como se acaban los yogures de la nevera, los partidos de fútbol, los cursos académicos. No hay hueco para la nostalgia porque todo está a la vuelta de la esquina y el horizonte promete mucho más que el pasado. No hay tampoco sitio para sesudos balances, para cuentas tramposas, para inútiles remordimientos. Los propósitos son deseos ardientes e inseguros. Cambios físicos, carnets de motos, amores en doble fila. Que todo fluya, no decepcionar a los papás, que los lunes duren menos que los viernes. Solo aprieta el presente, que es una sirena que se deja querer en el fondo de un mar de dudas. La inconsciencia es una bonita patria, una parada obligatoria en la senda de la vida. Lo que sí que hay es curiosidad, un ansia loca por domesticar lo salvaje, por doblegar a la libertad. Hay una entrada para una fiesta con barra libre en una Hacienda que cuesta medio riñón pero que habéis pagado todos los de la pandilla, y que es a la que van el grupo de niñas con el que os lleváis. Hay un traje que te compraron para Navidad, Semana Santa, Feria y lo que se tercie, y que cuando te lo enfundas hace que te sientas el rey del universo, alguien importante. Hay gomina, un chorrito generoso de la colonia del jefe, una corbata de la suerte. Ah, y está la novedad, el toque de distinción, los tirantes y el tres cuartos que la viejita ha querido que estrenes para la ocasión. Hay una mirada, que luego nunca podrás olvidar, en la que se mezcla el orgullo y la pena, una lagrimita que te corta el rollo, que te da coraje, que se diluye en un beso.Hay una cena, un trámite en el que comes con cuidado, a ver si la vamos a joder con un lamparón. Y está el abuelo, que suelta que en su época se llamaba cotillón. Y la abuela, que invoca a la moderación. Está José Mota y las 12 uvas que te tomas mirando el reloj. Te despides de forma apresurada, y sales escopeteado por la puerta mientras vibra el móvil, echan fuego los grupos de WhatsApp, petardea un cielo que sostiene la esperanza de un mundo que sientes que te sonríe. Y llegas a Capitanía y allí está la hilera de autobuses, la chavalada estrenando la madurez, los tuyos. Primeros abrazos, primeros cigarros del año, piensas que sois los Peaky Blinders. Y de lejos la ves a ella, tu Meg Ryan. Guapísima, con un traje de terciopelo. Te devuelve la mirada y te haces el interesante. Le pondrás tu abrigo por la mañana, camino de la churrería de Virgen de Luján. Está escrito.
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