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Ahora que la literatura confesional y su derivada de Malasaña, la autoficción, han pasado de estar de moda a experimentar sucesivas crisis de identidad, no está nada mal leer a una autora que jamás se sirvió de ellas porque estuvieran de moda. Hablo de la mallorquina Neus Canyelles, una voz de la literatura catalana que acaba de traducir con acierto Concha Cardeñoso, y cuyo mayor éxito ha residido siempre en el tono, es decir, en el modo en que establece el diálogo con quienes la leemos. Me refiero a un tono deliberadamente menor que adopta un desconcierto cercano a la letanía como estrategia frente al mundo adulto. La escritura de Canyelles tiene una textura que oscila entre el pasmo y la lucidez, y se relaciona con la realidad a partir de una premisa que, en el caso de Autobiografía autorizada, toma carta explícita en la página 82: “Ella tiene la mala suerte de olvidar muy lentamente”, leemos a esas alturas de este libro breve, y enseguida entendemos las razones del ritmo y la levedad fingida de lo que venía contándonos.
Porque es una de esas narraciones dispuestas a detenerse en numerosos detalles que fácilmente podrían ser tomados por banales —y que, en media docena de ocasiones, quizá lo sean: en cuanto tal cosa sucede, un bajón de la prosa lo delata— cuando, en general, son más bien puertas de acceso a una conciencia aguda del paso del tiempo, de lo irreversible de la soledad humana, y del carácter de la literatura como último registro al borde del abismo, aunque Canyelles jamás nombraría esto último mediante un cliché tan pretencioso como el que, ay, he usado yo. La autora trabaja desde la sencillez, tanto en la estructura, que recrea con clasicismo los mecanismos de la memoria, como en un fraseo que confía en la capacidad de evocación de las imágenes y el ritmo lento.
¿Y qué evoca Autobiografía autorizada? Hay varias líneas que avanzan en paralelo: la infancia; una historia de amor no sé si más frustrado o frustrante; los pequeños pasos de la protagonista en el oficio de la escritura; una fragilidad psicológica que convoca al fantasma del suicidio. Abriendo y cerrando el volumen, Canyelles sitúa a una figura femenina ajena, a la que observa, desde el anonimato de un bar céntrico de Barcelona, una figura frágil en la que reconoce un espejo tan incómodo como conmovedor. Ese es el marco que la autora escoge para su relato de una vida minúscula (el juego consiste en dar por supuesto que se trata de la misma, pero, claro, yo no tengo ni la más remota idea de si tal cosa es cierta y ustedes, si se animan a leerla, tampoco) afectado por la desolación, pero cuya autora se anima súbitamente, en un gesto de última hora, a clausurar con cierta esperanza. Aunque no sé si llega demasiado tarde, teniendo en cuenta que por el camino hemos topado con declaraciones como esta: “Vivo en una casa muy pequeña con una familia muy pequeña cuyos miembros quieren morirse, todos”.
Pequeña, dos veces dice pequeña… Autobiografía autorizada, cuyo título encierra un juego ingenioso, no se parece en nada a Ernaux ni a Knausgård, por citar los dos tótems autoficcionales de la última década. Neus Canyelles ofrece algo mucho más pequeño, ya no en resultados sino en planteamiento. Ahora bien, su estilo logrará impregnar la imaginación de quien se acerque buscando, precisamente, ese algo.
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‘Autobiografía autorizada’ es una de esas narraciones dispuestas a detenerse en numerosos detalles que fácilmente podrían ser tomados por banales
Porque es una de esas narraciones dispuestas a detenerse en numerosos detalles que fácilmente podrían ser tomados por banales —y que, en media docena de ocasiones, quizá lo sean: en cuanto tal cosa sucede, un bajón de la prosa lo delata— cuando, en general, son más bien puertas de acceso a una conciencia aguda del paso del tiempo, de lo irreversible de la soledad humana, y del carácter de la literatura como último registro al borde del abismo, aunque Canyelles jamás nombraría esto último mediante un cliché tan pretencioso como el que, ay, he usado yo. La autora trabaja desde la sencillez, tanto en la estructura, que recrea con clasicismo los mecanismos de la memoria, como en un fraseo que confía en la capacidad de evocación de las imágenes y el ritmo lento.
¿Y qué evoca Autobiografía autorizada? Hay varias líneas que avanzan en paralelo: la infancia; una historia de amor no sé si más frustrado o frustrante; los pequeños pasos de la protagonista en el oficio de la escritura; una fragilidad psicológica que convoca al fantasma del suicidio. Abriendo y cerrando el volumen, Canyelles sitúa a una figura femenina ajena, a la que observa, desde el anonimato de un bar céntrico de Barcelona, una figura frágil en la que reconoce un espejo tan incómodo como conmovedor. Ese es el marco que la autora escoge para su relato de una vida minúscula (el juego consiste en dar por supuesto que se trata de la misma, pero, claro, yo no tengo ni la más remota idea de si tal cosa es cierta y ustedes, si se animan a leerla, tampoco) afectado por la desolación, pero cuya autora se anima súbitamente, en un gesto de última hora, a clausurar con cierta esperanza. Aunque no sé si llega demasiado tarde, teniendo en cuenta que por el camino hemos topado con declaraciones como esta: “Vivo en una casa muy pequeña con una familia muy pequeña cuyos miembros quieren morirse, todos”.
Pequeña, dos veces dice pequeña… Autobiografía autorizada, cuyo título encierra un juego ingenioso, no se parece en nada a Ernaux ni a Knausgård, por citar los dos tótems autoficcionales de la última década. Neus Canyelles ofrece algo mucho más pequeño, ya no en resultados sino en planteamiento. Ahora bien, su estilo logrará impregnar la imaginación de quien se acerque buscando, precisamente, ese algo.
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‘Autobiografía autorizada’, de Neus Canyelles: desconcierto frente al mundo adulto
La escritora mallorquina se detiene en su relato en detalles que son puertas de acceso a una conciencia aguda del paso del tiempo, de lo irreversible de la soledad, y de la literatura como último registro al borde del abismo
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