Astifinos y malajes

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27 Sep 2024
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Astifinos, de llamativa presencia y con el trapío exigido en esta plaza, pero muy malajes, esaboríos, descastados, ásperos, broncos, muy deslucidos en general. Así ha sido la corrida de Cebada Gago lidiada esta tarde en Pamplona. Pero no hay problema, volverá el año que viene como han vuelto a esta feria todas las que fracasaron en 2023. Así es la Casa de Misericordia en el aspecto ganadero, y no hay nada más que hablar.

La corrida ha ofrecido muy escasas posibilidades para el lucimiento de una terna entregada, limitada también en su condición artística, pero desbordante de disposición y ganas de agradar, aspecto fundamental para cortar orejas.

El más perjudicado ha sido el mexicano Isaac Fonseca, que al pinchar a su primer toro se resintió gravemente de una luxación de codo que sufrió el pasado día 1 en la localidad peruana de Cutervo, pasó a la enfermería y no pudo continuar la lidia. Es comprensible la ilusión de cualquier torero por hacer el paseíllo en San Fermín, pero las lesiones tienen su tiempo de recuperación y no se debe atropellar la razón si existen indicios de una recaída, como ha sucedido. Fonseca hizo el paseíllo con un vendaje ortopédico en el brazo derecho y, por lo visto, con todas las papeletas para que el codo volviera a jugarle una mala pasada. La consecuencia es que su compañero Juan Leal tuvo que matar sus dos toros, y él se verá obligado a guardar reposo durante tres o cuatro semanas, según ha declarado el cirujano de la plaza navarra. Antes del incidente, Fonseca solo pudo justificarse plenamente ante un toro muy deslucido, mirón, distraído y que acudía a los engaños con la cara alta.

A Juan Leal no se le puede negar su encomiable disposición, su problema es que no tiene calidad y debe recurrir a arrimones y efectismos varios para llamar la atención. Brindó al público los tres que tuvo que matar, falló reiteradamente con la espada y el descabello, pero no se aburrió; se arrodilló en ocasiones varias, dio circulares de distintos colores, tiró la muleta hasta en tres ocasiones y se abrió la chaquetilla ante los pitones de sus oponentes, y dio muchos pases, algunos de ellos muy estimables, como los que trazó mediada la faena al anodino cuarto, al que tiró materialmente de la embestida en dos tandas, una por cada mano, de cierta hondura y mérito. Pero también le tocó el toro que embistió con más franqueza, el primero, y no supo estar a la altura de la buena condición del animal.

Y Román cortó una oreja porque cobró una estocada perpendicular en su primer toro y el animal cayó redondo a la arena en cuestión de pocos segundos. Y, claro, una estocada de efecto tan fulminante siempre es merecedora de premio. Al igual que sus compañeros, no tuvo toros de triunfo y solo pudo destacar por su valerosa ambición. El que salió en segundo lugar engañó a todos los presentes, pues repitió con codicia en los primeros compases de la faena de muleta, pero en la segunda tanda, cuando Román tomó la izquierda, el toro hizo ademán de rajarse, amenaza que cumplió instantes después. Pero el torero se dirigió a los terrenos de sol, provocó a los espectadores, ensayó circulares y un par de molinetes, uno de ellos de rodillas, y como mató bien, la oreja era de libro. En el quinto, nada; dificultoso en extremo, no le permitió ni un detalle para el lucimiento.



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