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eleanore47

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Pedro, sálvanos, que perecemos. Como si Pedro fuera quien él cree que es: Dios. España es hoy esa mujer que vela a sus muertos en una calle embarrada de Valencia, esa otra que pide ayuda colgada de una ventana, que es todo lo que queda de la casa que habitó, que lo ha perdido todo, desde el suelo que la sostenía hasta los recuerdos. Pedro, sálvanos, que perecemos. Pero Pedro estaba en la India, haciendo el indio, y no oía los gritos ni veía las lágrimas. Pedro no ha hecho otra cosa en su vida política que estar en la India, mientras España muere y no es feliz. Su patológica personalidad necesita el sufrimiento ajeno para desarrollarse. Hacer daño es su destino. A Pedro, como a 'La peste', de Camus , «le inspira horror este país donde se pretende ser libre sin ser rico». España grita y no hay nadie ahí fuera. Pero a este pueblo castigado aún le quedan fuerzas para ayudarse los unos a los otros. El pueblo español no es su gobierno. Afortunadamente.Noticia Relacionada solidaridad estandar No Córdoba ayuda a Valencia: las donaciones de instituciones, particulares y empresas Davinia Delgado El CCF ha recepcionado más de 30 toneladas de alimentos y otros artículos, y Supermercados Deza aportará 60.000 euros a Cruz Roja para colaborar, y Cáritas, más de 39.000 euros de momentoLa ministra de Defensa, siempre en funciones de defensa personal, ha querido poner la nota evangélica en la tragedia. «Dejad que los muertos entierren a sus muertos», parece haber querido decir cuando ha dicho que el Ejército no puede hacerlo todo, no puede hacer cosas que corresponden a la Administración, en este caso, a la Administración valenciana. Eso es una vileza dicha con énfasis burocrático. A ella, tan modestita en su inutilidad, le gustaría que las tragedias fueran previsibles, limpias y ordenadas, con los muertos sucediéndose apaciblemente con arreglo a una lista, para no perturbar la sagrada paz de los contables gubernativos de las maletas de Delcy . De profesión, magistrada. Y desde que es ministra de Sánchez, de condición moral, culpable. Del gran Marlaska no escribo hoy porque se me han acabado los antieméticos. Nuestros torturadores políticos ignoran que la inteligencia tiende al bien, y que hacer el mal es una degradación de la inteligencia. Lo mismo que no hacer nada. Hay ministros para todo, pero no hay inteligencias para todo. Sólo hay inteligencia para el bien. O no es inteligencia. El peligro viene del corazón, no de la ideología. Aunque hay ideologías que matan el corazón. Mientras, el desconcertado presidente valenciano organiza comités de oficinistas. Córdoba siente que su corazón de madre antigua sangra hoy por su familia de Valencia, por sus hermanos, por sus semejantes, por su prójimo desesperado, malherido, malmuerto. Y se ha puesto a ayudar. Sin pedir permiso a la autoridad competente. El Ayuntamiento de Córdoba, los ayuntamientos de la provincia, bomberos, taxistas, C ruz Roja, Cáritas, Banco de Alimentos, Hermandades, el Córdoba Club de Fútbol, los cordobeses todos volcados con quienes tanto los necesitan ahora en Valencia . Hacer el bien es dar a los demás de lo nuestro, de nuestros bienes materiales y morales. Córdoba lo está haciendo. Toda España lo está haciendo. Amamos a España y despreciamos a sus gobernantes. Y ni siquiera pedimos que caiga sobre ellos la ira de Dios y de los hombres, porque somos buena gente. Buena gente gobernada por mala gente.

 

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