Aquella moción de censura de 2018

fabbott

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La acusaciones del comisionista Aldama han terminado de romper nuestra caja política de los truenos, destapada y agrietada desde aquella moción de censura de 2018. Y aunque todavía no hay ninguna sentencia en firme que acredite que el PSOE haya creado «un auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional a través de mecanismos de manipulación de la contratación pública central, autonómica y local a través de su estrecha y continua relación con influyentes militantes de dicho partido» —como rezaba textualmente la sentencia dictada contra el PP en 2018—, lo que vamos descubriendo acerca de las malandanzas del exministro Ábalos y sus secuaces Koldo y Aldama, sí nos permite suponer que los susodichos «tenían posibilidades de influir en los procedimientos de toma de decisión en la contratación pública de determinados entes y organismos públicos que dirigían o controlaban directamente a través de terceras personas», citado literalmente de la misma sentencia del Caso Gürtel.Entre la destitución del exministro Ábalos en julio de 2021 y el estallido del caso Koldo en febrero de 2024, los chanchullos, trapicheos y tejemanejes de los antedichos han ido emergiendo a borbotones, pringando al entorno inmediato de Pedro Sánchez, desde su esposa hasta sus asesores, pasando por cuatro ministros y el secretario de organización del partido. Como hemos advertido, todavía no hay sentencia ni tiene aspecto de ser una maquinación institucional semejante a la tejida por Bárcenas, aunque tiene todas las hechuras de ser una trama como la de los ERE de Andalucía, con una diferencia esencial: José Luis Ábalos no era viceconsejero de trabajo de una comunidad autónoma, sino secretario de organización del PSOE y ministro de Fomento del gobierno del PSOE durante los peores años de mangancia. Por lo tanto, incluso suponiendo que Aldama estuviera mintiendo, es irrefutable la existencia de una red corrupta que actuó con total impunidad en los niveles más altos del poder, sacando tajada de áreas tan diversas como salud, energía, medio ambiente y política exterior, con sus coloridos toques de mujerío, mariscos y hoteles rusos, marca de la casa.Conviene hacer inventario de todo esto —comisiones, mordidas, rescates, maletas y anticátedras— para recordar que la mayoría que sostiene al gobierno socialista fue la misma mayoría que sacó adelante aquella moción de censura de 2018, horrorizada por la corrupción sistémica del Partido Popular. ¿Sería posible entonces que prosperara otra moción de censura, en este caso contra Pedro Sánchez? Hay que ser muy cándido para suponerlo. Primero dirán que Aldama es un delincuente. Luego escucharemos que todos son bulos. Después vendrá la monserga de que los jueces son fachas. En caso de sentencia adversa comenzarían los recursos ante los tribunales. Y aunque al final se presentara una moción de censura, de ninguna manera saldría adelante. Puedo imaginar a Gabriel Rufián parafraseándose a sí mismo: «Mejor con ladrones, que con la ultraderecha».

 

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