kamille46
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A la lista de juegos que, a pesar de estar hechos por una sola persona (o un grupo reducidísimo) alcanzan la excelencia, hay que añadir desde hace unos días un nombre más: Animal Well. Desarrollado durante siete años por Billy Basso y publicado por el youtuber Videogamedunkey (Jason Gastrow), ha acaparado todos los titulares por esa nota de 91 que luce en el agregador de críticas Metacritic, lo que lo convierte en uno de los títulos más valorados del año. Titulares grandilocuentes y genuina sorpresa aparte, ¿es para tanto?
Empecemos por el comienzo. Animal Well es un buen juego, que además contiene destellos de genio. Animales extraños que se dibujan de una forma muy sugerente, un diseño visual (y sobre todo sonoro) capaz de seducirnos, momentos capaces de plantar en nuestra mente durante muchos días las fantasmales presencias que el juego sugiere. Además de su atmósfera, el juego tiene otras virtudes, claro. Por ejemplo, la nómina de ítems, con objetos como la varita de burbujas; un objeto que introduce variaciones en el género muy dignas de celebración. Por no hablar de lo más obvio: el diseño de niveles, puzles y plataformas es netamente bueno.
Eso bueno, sí, pero que queda lejos de la perfección formal, de progreso y dificultad que alcanzó, por ejemplo, Celeste, otro juego sustentado sobre plataformas y pixel art que en 2018 alcanzó una cota (nunca mejor, dicho; el juego se basaba en escalar una montaña). Si la subida a la montaña de Celeste usaba el concepto místico de la ascensión (ahí está San Juan con su Monte Carmelo, y tantos otros) para proponer una suerte de refinamiento espiritual, en Animal Well es el descenso el que refleja la actitud final del creador de la obra. Como buen metroidvania, la disposición vertical del mapa refleja las fosas profundas del paisaje mental que propone, con criaturas aladas en las capas más altas de este pozo y criaturas anfibias en las anegadas simas de la parte baja.
Eso en cuanto a la forma, porque en cuanto al fondo, además, Animal Well es un título alejado de la profundidad conceptual de su referente más directo: Hollow Knight. Los quilates que destilaba aquel juego en todos los sentidos (de la calidad a la complejidad mecánica) lo aupaban a lo más alto del podio ya no de los juegos independientes, sino de los juegos en general. Mal hacen quienes comparan este con Animal Well, porque por muchos titulares rimbombantes que se pueden leer en los últimos días, es una comparación que no se sostendrá en el tiempo. Mal hacen quienes quieren comparar el folklore oculto que Hollow Knight esparcía por su mundo (una lección tan bien aprendida de la saga Souls) con las huellas, las sombras narrativas a las que Animal Well apunta pero no llega.
Es un buen juego, no cabe duda. Pero ponderemos. Hay pozos más profundos y hay animales que dan más miedo.
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Empecemos por el comienzo. Animal Well es un buen juego, que además contiene destellos de genio. Animales extraños que se dibujan de una forma muy sugerente, un diseño visual (y sobre todo sonoro) capaz de seducirnos, momentos capaces de plantar en nuestra mente durante muchos días las fantasmales presencias que el juego sugiere. Además de su atmósfera, el juego tiene otras virtudes, claro. Por ejemplo, la nómina de ítems, con objetos como la varita de burbujas; un objeto que introduce variaciones en el género muy dignas de celebración. Por no hablar de lo más obvio: el diseño de niveles, puzles y plataformas es netamente bueno.
Eso bueno, sí, pero que queda lejos de la perfección formal, de progreso y dificultad que alcanzó, por ejemplo, Celeste, otro juego sustentado sobre plataformas y pixel art que en 2018 alcanzó una cota (nunca mejor, dicho; el juego se basaba en escalar una montaña). Si la subida a la montaña de Celeste usaba el concepto místico de la ascensión (ahí está San Juan con su Monte Carmelo, y tantos otros) para proponer una suerte de refinamiento espiritual, en Animal Well es el descenso el que refleja la actitud final del creador de la obra. Como buen metroidvania, la disposición vertical del mapa refleja las fosas profundas del paisaje mental que propone, con criaturas aladas en las capas más altas de este pozo y criaturas anfibias en las anegadas simas de la parte baja.
Eso en cuanto a la forma, porque en cuanto al fondo, además, Animal Well es un título alejado de la profundidad conceptual de su referente más directo: Hollow Knight. Los quilates que destilaba aquel juego en todos los sentidos (de la calidad a la complejidad mecánica) lo aupaban a lo más alto del podio ya no de los juegos independientes, sino de los juegos en general. Mal hacen quienes comparan este con Animal Well, porque por muchos titulares rimbombantes que se pueden leer en los últimos días, es una comparación que no se sostendrá en el tiempo. Mal hacen quienes quieren comparar el folklore oculto que Hollow Knight esparcía por su mundo (una lección tan bien aprendida de la saga Souls) con las huellas, las sombras narrativas a las que Animal Well apunta pero no llega.
Es un buen juego, no cabe duda. Pero ponderemos. Hay pozos más profundos y hay animales que dan más miedo.
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‘Animal Well’: ¿Es para tanto la sorpresa ‘indie’ del año?
El juego, desarrollado por una sola persona, ha acaparado elogios unánimes a lo largo y ancho de la red
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