karolann.kuhn
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Angelo Néstore recuerda la fecha en que cambió todo: 19 de febrero de 2020. Es cierto que la comparte con prácticamente el resto de la humanidad, pero él se aferra a ella por motivos que trascienden la pandemia. Aquel día, varias de las fuerzas centrífugas que agitaban su vida confluyeron en una única dirección: Néstore (Lecce, Italia, 37 años), que es poeta, que es profesor de Traducción e Interpretación en la Universidad de Málaga y codirige el Festival Internacional de Poesía de Málaga, decidió que debería formar una editorial de poesía en aquella localidad andaluza. “Durante el festival, la idea de acompañar a un poeta un día entero me hacía mucha ilusión. Me parecía bello”, explica ahora, con ese acento tan suyo, algo italiano aún, algo malagueño —cada vez más según se relaja en la conversación—.
“Entonces pensé: ¿no sería muy bonito también acompañar a un poeta, un escritor, durante el proceso creativo de un proyecto en concreto? Es un poco de meterte en su casa. El autor te aporta su casa y tú estás con él y lo ves escribiendo”, teoriza. E hilvana: “Creo en la edición como un proceso en el cual tú también intervienes. En cierto modo, y con su distancia, por supuesto, tú también estás escribiendo. Me gusta la edición porque para mí es otra forma de escribir”. Nadie que tenga tantas opiniones sobre el proceso de editar debería quedarse sin una editorial. Ángelo Néstore tiene, desde 2020, Letraversal.
Y, desde 2020, Letraversal se ha convertido en una de las casas de referencia para la poesía joven española. Aquí han dado algunos de sus primeros pasos los que hoy se tienen por los pesos pesados de la poesía por debajo de los 35 años. Berta García Faet, Paula Melchor, Rodrigo García Marina, Juan Gallego Benot, Elizabeth Duval (también tiene faceta de poeta), Juanpe Sánchez López, Carla Nyman, Paloma Chen, Cristian Alcaraz (estos nombres tal vez no le digan nada, pero en la microescena de la poesía joven es algo así como si hubiésemos repasado el cartel de Woodstock). Muchos ni se conocían entre sí. Algunos solo probaron suerte al mandar el manuscrito. Por separado, cada uno es un autor con sus méritos notables que ha triunfado en otras editoriales o incluso otros ámbitos. Juntos, sus talentos se retroalimentan y forman no una generación poética, no nos pasemos de ambiciosos, pero sí una cierta hermandad. Una que empieza y acaba en Néstore.
“Nunca me ha gustado el concepto de mis autores. No son míos. Pero es un concepto que se usa mucho. La verdad es que creo que deberíamos reflexionar en torno a eso”, protesta (y cuando Néstore dice que hay que reflexionar sobre algo, es que no le ha gustado nada: la palabra diplomático se queda corta con él). “Sí que me siento muy mamá”, concede finalmente.
Un editor mediocre revisa el texto, alerta de las erratas (los hay que ni eso) y tira. Un editor implicado dialoga con el alma del texto que el autor está creando y le sugiere por dónde tiene más fuerza (en el tono, en el estilo o en el contenido). Un editor como Néstore vive cada proyecto de corazón (y se frena con el cerebro, no vayamos a pisar terreno minado) y su corazón le lleva al diálogo con sus autores. “Me gusta quitarle esa pátina de seriedad obligada que se le pone a la poesía. La poesía puede ser algo superdivertido, algo coral. No me gusta la idea del poeta como un profeta que desde su torre está observando el mundo y te dice cómo es ese mundo y tú, lector, estás allí, como debajo de la torre, esperando a que te empapen de verdad. Me parece terrible. Me gusta más la idea de que un poeta es una persona mirando la nube y las formas que va cobrando la nube. Yo veo una cosa y él ve otra, pero estamos mirando lo mismo. Cuando estás editando, sucede esto”. Editoriales de poetas jóvenes hay muchas. Casi todas tienen algo que ofrecer. Letraversal tiene esta cosmovisión. Dos personas mirando la nube. Quizá lo difícil no sea reconocer el talento joven, sino cultivarlo.
Casi 40 libros después de su formación, la editorial se ha hecho grande (intelectualmente grande, al menos: Néstore no ha dejado ninguno de sus trabajos pese al éxito de muchos de sus volúmenes). Es grande porque da espacio a autores pequeños.
Está Paloma Chen, poeta alicantina hija de inmigrantes procedentes de Wenzhou (China). “¿Qué sueño europeo es / ser / la china que vende cerveza, / el chino del pueblo, / la china del Hormiguero, / el chino de Física o Química, la china del chino? / Ese no es mi sueño”. Está José Fernández, cuyo Mesa camiya está escrito en EPA (Êttandâ pal andalûh), o sea, fonéticamente con acento andaluz. “Delante del êppeho me imahino carbo / pienso tengo lô rizo de mi madre / y lô bûcco en el lababo / metiendo tó er brazo por lâ cañeríâ”.
Si a usted le faltan, todavía en 2024, testimonios que compliquen todavía más su manera de ver el género, hay en el catálogo una plétora de autores que se sienten en los márgenes y exigen no tener que moverse de ellos para ser comprendidos. Hay un libro de Pink Chadora (participante en el Drag Race de Atresmedia) sobre, entre otras cosas, la locura de tener que disfrazarse para ser reconocido por la calle.
En el caso de Ramonera, del mexicano Elvis Guerra, Néstore insistió en que los poemas se publicasen obviamente en español y en su original zapoteco. “Por mucho que sean lenguas minorizadas, que seamos conscientes de que estamos leyendo traducciones. Es importante para mí porque quien traduce también es autor”, dice.
Néstore sabe que no ha inventado nada que cientos de editores, escritores y poetas no hayan hecho posible con trabajos ignorados por el tiempo. Existe en el contexto de todo lo que le antecede, por citar un mantra harrisiano. Su intención es responder a esa responsabilidad. Está Biel Mesquida, de 77 años, que escribió en 1974 El bell país on els homes desitgen els homes, un libro sobre el amor homosexual que solo se pudo publicar en catalán en 1985. Letraversal lo lanzó por primera vez en castellano en 2023.
“Llevar una editorial de poesía, a veces, puede ser complicado”, se lamenta Néstore. “Cuando estás trabajando en ciertos temas o al borde del lenguaje, como cuando sales un poco de lo que se espera, del canon, de la experiencia, por ejemplo, cuando te sales es más complicado. Y ahí dices: no, qué estoy haciendo. Pero al fin y al cabo, hay que atreverse”.
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“Entonces pensé: ¿no sería muy bonito también acompañar a un poeta, un escritor, durante el proceso creativo de un proyecto en concreto? Es un poco de meterte en su casa. El autor te aporta su casa y tú estás con él y lo ves escribiendo”, teoriza. E hilvana: “Creo en la edición como un proceso en el cual tú también intervienes. En cierto modo, y con su distancia, por supuesto, tú también estás escribiendo. Me gusta la edición porque para mí es otra forma de escribir”. Nadie que tenga tantas opiniones sobre el proceso de editar debería quedarse sin una editorial. Ángelo Néstore tiene, desde 2020, Letraversal.
Y, desde 2020, Letraversal se ha convertido en una de las casas de referencia para la poesía joven española. Aquí han dado algunos de sus primeros pasos los que hoy se tienen por los pesos pesados de la poesía por debajo de los 35 años. Berta García Faet, Paula Melchor, Rodrigo García Marina, Juan Gallego Benot, Elizabeth Duval (también tiene faceta de poeta), Juanpe Sánchez López, Carla Nyman, Paloma Chen, Cristian Alcaraz (estos nombres tal vez no le digan nada, pero en la microescena de la poesía joven es algo así como si hubiésemos repasado el cartel de Woodstock). Muchos ni se conocían entre sí. Algunos solo probaron suerte al mandar el manuscrito. Por separado, cada uno es un autor con sus méritos notables que ha triunfado en otras editoriales o incluso otros ámbitos. Juntos, sus talentos se retroalimentan y forman no una generación poética, no nos pasemos de ambiciosos, pero sí una cierta hermandad. Una que empieza y acaba en Néstore.
“Nunca me ha gustado el concepto de mis autores. No son míos. Pero es un concepto que se usa mucho. La verdad es que creo que deberíamos reflexionar en torno a eso”, protesta (y cuando Néstore dice que hay que reflexionar sobre algo, es que no le ha gustado nada: la palabra diplomático se queda corta con él). “Sí que me siento muy mamá”, concede finalmente.
Un editor mediocre revisa el texto, alerta de las erratas (los hay que ni eso) y tira. Un editor implicado dialoga con el alma del texto que el autor está creando y le sugiere por dónde tiene más fuerza (en el tono, en el estilo o en el contenido). Un editor como Néstore vive cada proyecto de corazón (y se frena con el cerebro, no vayamos a pisar terreno minado) y su corazón le lleva al diálogo con sus autores. “Me gusta quitarle esa pátina de seriedad obligada que se le pone a la poesía. La poesía puede ser algo superdivertido, algo coral. No me gusta la idea del poeta como un profeta que desde su torre está observando el mundo y te dice cómo es ese mundo y tú, lector, estás allí, como debajo de la torre, esperando a que te empapen de verdad. Me parece terrible. Me gusta más la idea de que un poeta es una persona mirando la nube y las formas que va cobrando la nube. Yo veo una cosa y él ve otra, pero estamos mirando lo mismo. Cuando estás editando, sucede esto”. Editoriales de poetas jóvenes hay muchas. Casi todas tienen algo que ofrecer. Letraversal tiene esta cosmovisión. Dos personas mirando la nube. Quizá lo difícil no sea reconocer el talento joven, sino cultivarlo.
Casi 40 libros después de su formación, la editorial se ha hecho grande (intelectualmente grande, al menos: Néstore no ha dejado ninguno de sus trabajos pese al éxito de muchos de sus volúmenes). Es grande porque da espacio a autores pequeños.
Está Paloma Chen, poeta alicantina hija de inmigrantes procedentes de Wenzhou (China). “¿Qué sueño europeo es / ser / la china que vende cerveza, / el chino del pueblo, / la china del Hormiguero, / el chino de Física o Química, la china del chino? / Ese no es mi sueño”. Está José Fernández, cuyo Mesa camiya está escrito en EPA (Êttandâ pal andalûh), o sea, fonéticamente con acento andaluz. “Delante del êppeho me imahino carbo / pienso tengo lô rizo de mi madre / y lô bûcco en el lababo / metiendo tó er brazo por lâ cañeríâ”.
Si a usted le faltan, todavía en 2024, testimonios que compliquen todavía más su manera de ver el género, hay en el catálogo una plétora de autores que se sienten en los márgenes y exigen no tener que moverse de ellos para ser comprendidos. Hay un libro de Pink Chadora (participante en el Drag Race de Atresmedia) sobre, entre otras cosas, la locura de tener que disfrazarse para ser reconocido por la calle.
En el caso de Ramonera, del mexicano Elvis Guerra, Néstore insistió en que los poemas se publicasen obviamente en español y en su original zapoteco. “Por mucho que sean lenguas minorizadas, que seamos conscientes de que estamos leyendo traducciones. Es importante para mí porque quien traduce también es autor”, dice.
Néstore sabe que no ha inventado nada que cientos de editores, escritores y poetas no hayan hecho posible con trabajos ignorados por el tiempo. Existe en el contexto de todo lo que le antecede, por citar un mantra harrisiano. Su intención es responder a esa responsabilidad. Está Biel Mesquida, de 77 años, que escribió en 1974 El bell país on els homes desitgen els homes, un libro sobre el amor homosexual que solo se pudo publicar en catalán en 1985. Letraversal lo lanzó por primera vez en castellano en 2023.
“Llevar una editorial de poesía, a veces, puede ser complicado”, se lamenta Néstore. “Cuando estás trabajando en ciertos temas o al borde del lenguaje, como cuando sales un poco de lo que se espera, del canon, de la experiencia, por ejemplo, cuando te sales es más complicado. Y ahí dices: no, qué estoy haciendo. Pero al fin y al cabo, hay que atreverse”.
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Ángelo Néstore, catalizador de la joven poesía en español: “Un poeta es una persona mirando la nube y las formas que va cobrando la nube”
Este joven italiano afincado en Málaga fundó hace cuatro años Letraversal, el sello en el que han dado sus primeros pasos poéticos autores como Paula Melchor o Elizabeth Duval
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