xhessel
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En su recién publicado libro La liebre y el compás (Paidós, Planeta), Andrés Couve (Santiago, 55 años), biólogo y doctor en biología molecular, académico de la Universidad de Chile y exministro de Ciencia de Sebastián Piñera (2010-2014, 2018-2022), se define como un “científico empapado por el desorden descomunal de la política”. Su paso por la política, con una pandemia de por medio, lo llevó a insistir sobre una pregunta que intentaba responder desde 2017 y que se transformó en el hilo conductor de su libro: “¿Cuál es el valor de la ciencia en la sociedad?”.
En una oficina con vistas al cerro San Cristóbal, en el muncipio de Providencia, en el sector oriente de Santiago, Couve explica a EL PAÍS que la ciencia es una disciplina que entrelaza dos aspectos: “Un componente es intuitivo y subjetivo, que es coraje y riesgo. El otro, que es objetivo, está relacionado con cuánto tú dominas la información y las máquinas. Es siempre una cuestión de intuición y técnica”.
Pregunta. ¿Los científicos se dan el tiempo y los espacios para preguntarse del por qué de la ciencia?
Respuesta. Esos espacios no se dan demasiado durante el desarrollo de la carrera científica porque las exigencias y la competencia son muy altas. Lo que ocurre normalmente es que, con el paso del tiempo, uno se va haciendo otras preguntas. Entonces, no es inusual que, a medida que los científicos nos ponemos más viejos, nos empezamos a preguntar por el por qué de las cosas y el por qué de la disciplina.
P. En su libro usted define la pregunta del por qué de la ciencia como problemática ¿Por qué?
R. Es problemática porque no intenta responder preguntas del por qué. La ciencia responde preguntas de cómo ocurren las cosas y la pregunta del por qué tiene relación con el sentido de las cosas y esa no es una pregunta científica. ¿Por qué el universo es como es? No lo sabemos, ni tampoco lo vamos a saber. Podemos saber cómo es el universo, cuántos años tiene, de qué está compuesto, pero no podemos saber por qué existe. Entonces, pasar de preguntas científicas a preguntas de sentido es un umbral donde uno atraviesa de una forma de pensar a otra. Y es algo muy valioso de hacer, no solamente desde la disciplina científica, sino desde muchas otras disciplinas.
P. Al traspasar ese umbral ¿Qué consecuencias le trajo a su vida profesional haberse planteado esta pregunta? ¿Cambió su forma de entender la práctica científica?
R. No es una pregunta tan fácil de responder, pero creo que atravesar ese umbral y entrar a reflexionar sobre el sentido, te invita a ver la vida desde los propósitos como el punto central y, desde los propósitos, se construye después el qué hacemos y cómo lo hacemos. Hoy día para mí es difícil hacer algo que no esté totalmente alineado a un propósito que me haga sentido.
P. Usted se define en el libro como un “científico empapado por el desorden descomunal de la política”: ¿Cómo lo cambió la política?
R. Lo que más aprendí es que la ciencia es una actividad como cualquier otra. Y hacemos ciencia en el marco de una sociedad mucho más caótica, que no tiene estos métodos objetivos, que tiene una diversidad enorme de opiniones, visiones, ideologías, convicciones y la ciencia opera en ese contexto. Es evidente que la política es caótica, la sociedad es caótica y es ahí donde está la ciencia, por lo tanto, tenemos que aprender desde la comunidad científica a vivir en ese escenario. Y eso implica un montón de aprendizajes, por ejemplo, que la evidencia científica es importante al momento de que una sociedad o una autoridad política toma decisiones, pero no es por lo único que se toma una decisión. La ciencia alimenta la decisión, pero la decisión se toma con muchos otros criterios, como urgencias y presupuestos.
P. En el libro también habla del peligro de caer en el utilitarismo de la ciencia.
R. Es un balance. Hay que producir y hay que utilizar. Y los mecanismos que se usan desde el Estado y desde el sector privado para producir y para utilizar son distintos. En Chile nos hemos dedicado mucho más a tener un sistema que produce y, mucho menos, a uno que utilice el conocimiento.
P. ¿Le cuesta a los científicos chilenos entrar en el sector privado?
R. En Chile hay una desconexión bastante grande entre el sector privado y la comunidad científica. Eso tiene que ver con objetivos, incentivos, plazos, lenguaje y no se ha producido un acercamiento muy virtuoso entre el conocimiento científico y cómo eso puede aplicarse en nuestra economía. Todos hemos visto la proyección de la economía chilena para los próximos diez años y si queremos saltar de crecer del 2% vamos a tener que hacer cosas radicalmente distintas y ese es un ámbito donde la ciencia y la tecnología pueden hacer un rol fundamental.
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En una oficina con vistas al cerro San Cristóbal, en el muncipio de Providencia, en el sector oriente de Santiago, Couve explica a EL PAÍS que la ciencia es una disciplina que entrelaza dos aspectos: “Un componente es intuitivo y subjetivo, que es coraje y riesgo. El otro, que es objetivo, está relacionado con cuánto tú dominas la información y las máquinas. Es siempre una cuestión de intuición y técnica”.
Pregunta. ¿Los científicos se dan el tiempo y los espacios para preguntarse del por qué de la ciencia?
Respuesta. Esos espacios no se dan demasiado durante el desarrollo de la carrera científica porque las exigencias y la competencia son muy altas. Lo que ocurre normalmente es que, con el paso del tiempo, uno se va haciendo otras preguntas. Entonces, no es inusual que, a medida que los científicos nos ponemos más viejos, nos empezamos a preguntar por el por qué de las cosas y el por qué de la disciplina.
P. En su libro usted define la pregunta del por qué de la ciencia como problemática ¿Por qué?
R. Es problemática porque no intenta responder preguntas del por qué. La ciencia responde preguntas de cómo ocurren las cosas y la pregunta del por qué tiene relación con el sentido de las cosas y esa no es una pregunta científica. ¿Por qué el universo es como es? No lo sabemos, ni tampoco lo vamos a saber. Podemos saber cómo es el universo, cuántos años tiene, de qué está compuesto, pero no podemos saber por qué existe. Entonces, pasar de preguntas científicas a preguntas de sentido es un umbral donde uno atraviesa de una forma de pensar a otra. Y es algo muy valioso de hacer, no solamente desde la disciplina científica, sino desde muchas otras disciplinas.
P. Al traspasar ese umbral ¿Qué consecuencias le trajo a su vida profesional haberse planteado esta pregunta? ¿Cambió su forma de entender la práctica científica?
R. No es una pregunta tan fácil de responder, pero creo que atravesar ese umbral y entrar a reflexionar sobre el sentido, te invita a ver la vida desde los propósitos como el punto central y, desde los propósitos, se construye después el qué hacemos y cómo lo hacemos. Hoy día para mí es difícil hacer algo que no esté totalmente alineado a un propósito que me haga sentido.
P. Usted se define en el libro como un “científico empapado por el desorden descomunal de la política”: ¿Cómo lo cambió la política?
R. Lo que más aprendí es que la ciencia es una actividad como cualquier otra. Y hacemos ciencia en el marco de una sociedad mucho más caótica, que no tiene estos métodos objetivos, que tiene una diversidad enorme de opiniones, visiones, ideologías, convicciones y la ciencia opera en ese contexto. Es evidente que la política es caótica, la sociedad es caótica y es ahí donde está la ciencia, por lo tanto, tenemos que aprender desde la comunidad científica a vivir en ese escenario. Y eso implica un montón de aprendizajes, por ejemplo, que la evidencia científica es importante al momento de que una sociedad o una autoridad política toma decisiones, pero no es por lo único que se toma una decisión. La ciencia alimenta la decisión, pero la decisión se toma con muchos otros criterios, como urgencias y presupuestos.
P. En el libro también habla del peligro de caer en el utilitarismo de la ciencia.
R. Es un balance. Hay que producir y hay que utilizar. Y los mecanismos que se usan desde el Estado y desde el sector privado para producir y para utilizar son distintos. En Chile nos hemos dedicado mucho más a tener un sistema que produce y, mucho menos, a uno que utilice el conocimiento.
P. ¿Le cuesta a los científicos chilenos entrar en el sector privado?
R. En Chile hay una desconexión bastante grande entre el sector privado y la comunidad científica. Eso tiene que ver con objetivos, incentivos, plazos, lenguaje y no se ha producido un acercamiento muy virtuoso entre el conocimiento científico y cómo eso puede aplicarse en nuestra economía. Todos hemos visto la proyección de la economía chilena para los próximos diez años y si queremos saltar de crecer del 2% vamos a tener que hacer cosas radicalmente distintas y ese es un ámbito donde la ciencia y la tecnología pueden hacer un rol fundamental.
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