pollich.arlo
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“Este año me tomaré las uvas”, dice contundente Ana Mena (Estepona, Málaga, 27 años). Paradójicamente, el año pasado, cuando dio las campanadas en La 1 junto al presentador Ramón García y la futbolista Jenni Hermoso, no pudo. Y eso que para ella es un ritual sagrado. “Me he perdido Nocheviejas de estar con mi familia, hace tres, cuatro años. Iba de discoteca en discoteca por el sur de Italia haciéndome cuatro bolos en una noche, cantando media hora aquí y otra media hora en la ciudad de al lado. Así desde las dos hasta las siete de la mañana, en una furgo con mis dos bailarines, que son mis amigos. De un sitio a otro buscándonos las habichuelas de esa noche. Un año paramos una fiesta familiar en la que tocábamos para tomarlas mientras veíamos las campanadas en el teléfono”, rememora, como si eso hubiera pasado hace mucho.
Ahora se enfrenta a un lleno en el WiZink de Madrid. Promete una gran fiesta con temática nupcial —entre su alter ego La Diva Doliente y El Capullo Galáctico, personaje salido de sus letras— para 15.000 personas el 22 de diciembre. Será El gran Bellodrama, nombre que le ha dado al concierto de fin de gira de su segundo disco, Bellodrama (2023). “Va a ser único, literalmente, porque no lo vamos a poder repetir”, explica, “me gusta mucho meterme en berenjenales de este tipo, decidimos que iba a ser una boda poco antes de ir a La revuelta y a El hormiguero”. Porque en 2024 Ana Mena ha estado en todas partes, incluso ha tenido un papel en la batalla por el prime time televisivo, cuando a principios de octubre acudió un día al programa de Pablo Motos y al siguiente al de David Broncano.
Ahora está relajada tras una sesión de fotos en la que se ha divertido transformándose con cada estilismo, de pin up contemporánea a groupie setentera. Habla rápido, gesticula con las manos, en la parte superior de su móvil asoma la carita de un Sonny Angel. Ella sonríe. Dice que está en un momento feliz, que se siente afortunada. Pero tras esa fortuna, tras ese fenómeno que suma 60 discos de platino con sus temas y más de siete millones de escuchas mensuales en Spotify, según datos de Sony, su discográfica, ha habido mucha constancia. “Es como si todo en lo que llevo trabajando desde que era una niña tuviese su recompensa”, afirma. Porque esa Ana Mena que se sube hoy a los escenarios a bailar con taconazos y conjuntos de pedrería comenzó soñando con batas de cola y programas televisivos a los siete años. “Mi madre no sabía que yo cantaba. Un día vino a mi pueblo el Veo veo, el concurso de Teresa Rabal, ¿te acuerdas?”. Ella no ha olvidado ni un detalle: “Se hacía en un parque, y mi madre me dijo si quería ir a verlo y yo le contesté que quería cantar esa noche. Fuimos por la tarde, estaban los técnicos probando sonido, desde ese lado inocente de no saber cómo funcionan las cosas yo preguntaba si podía cantar… Me dijeron: ‘No, cariño, aquí hay un proceso de casting y tal’. Pero nos dieron el teléfono para probar el año siguiente. Y fue al primer concurso que me presenté, con ocho años”. Luego pasó por Menuda noche, el programa presentado por Juan y Medio en Canal Sur, o el talent musical My Camp Rock 2, de Disney Channel.
Empezó pronto a cumplir sus sueños, algo que le ha hecho ser consciente de lo que implican. “Siento que he sacrificado cosas, porque se sacrifican cosas. Quien diga que no, miente. Pero he vivido otras y lo que sacrifiqué lo he vivido un poco más tarde. Y no pasa nada. He madurado antes. He tenido mucho sentido de la responsabilidad”, reflexiona. Sus padres no provenían del mundo del espectáculo; él tenía una pequeña empresa de construcción, ella era ama de casa y le echaba una mano con la contabilidad. “Mi madre sí cantaba de jovencita, flamenco. Porque en su casa se ha respirado mucho la cultura del flamenco, aunque cuando murió mi abuelo ella decidió no cantar más. Pero últimamente se anima en reuniones familiares, me da mucha alegría”, comenta con orgullo. El apoyo familiar fue central para que la niña que quería ser artista mantuviera los pies en el suelo: “Me sentía muy cuidada, siempre fue vocación mía, nacía todo de mi voluntad, no tenían más remedio que apoyarme. Me decían que si no sacaba los estudios y no rendía en el cole no me llevaban a actuar”. Cambió varias veces de instituto, crecer siendo la niña que salía en la tele no fue sencillo. “Los últimos años de cole y los primeros de instituto fueron un poco duros para mí, por el tema del bullying. De hecho, no lo he contado nunca, pero pienso que hay muchos chicos y muchas chicas que pueden estar pasando por esto y me gustaría que no se sientan solos. Yo sufrí bullying, y eso, quizás, fue lo más duro de empezar de niña, porque a mí cantar era lo que más me gustaba hacer en el mundo. Era como visualizaba mi vida. Yo no quería hacer otra cosa. Para mí era duro que por hacer algo que me gustaba luego llegase a clase y me pasaran cosas”.
En 2009, con 12 años, estrenó Marisol, una miniserie de Antena 3 en la que encarnaba a Pepa Flores, otra estrella infantil malagueña. Un par de años después participó junto a Elena Anaya y Antonio Banderas en La piel que habito, de Pedro Almodóvar. “En el casting necesitaban a una niña que pudiera cantar. Tuvo que aprenderse una canción brasileña en portugués, ‘Pelo amor de amar’, con la dificultad añadida de que debía cantarla a capela. La prueba de Ana fue inequívoca. La mejor. No tuvo ningún problema y siempre estuvo afinada, a pesar de no tener ningún acompañamiento”, recuerda el director por correo electrónico. “Me sorprendió la facilidad con la que la interpretó y la seriedad con la que interpretó su secuencia. Ha sido una sorpresa maravillosa verla hoy convertida en la estrella que actualmente es. Se lo merece”. Ella no se encontraba tan tranquila como podía aparentar: “Estaba muy nerviosa ese día, es una de las cosas más impresionantes que me ha tocado hacer. Era muy consciente de dónde estaba y de con quién estaba. Esa noche casi ni dormí”.
Aunque es más conocida por su faceta musical, nunca ha dejado de lado los proyectos audiovisuales: ha tenido papeles en varias series, la más reciente, Bienvenidos a Edén (2022). Y también participó en un proyecto independiente, la ópera prima de la cineasta Celia Rico, Viaje al cuarto de una madre (2018). En 2025, además de preparar su tercer disco de estudio, va a estrenar una nueva película, Ídolos, que coprotagoniza con Óscar Casas. “Me gustan tanto la música como la actuación, no quiero abandonar ninguna de las dos para dedicarme solo a una. Cuando hice mi primer papel me di cuenta de que van unidas. Cuando subes a un escenario a cantar tienes que contar la canción, estás interpretando un personaje”, argumenta, sin entender de compartimentos. Ser actriz o ser cantante. “Ariana Grande acaba de sacar Wicked”, apunta, “y mira Jennifer Lopez. ¿Te dedicas a cantar y ya no puedes hacer otra cosa? ¿Por qué no? Hay muchos artistas que lo hacen fuera de España y yo creo que esas cosas, esas etiquetas y esos prejuicios están para cambiarlos”.
En un mensaje de audio, Óscar Casas cuenta que en los primeros ensayos de Ídolos vio que Mena “no solo es una gran cantante, sino que es muy buena actriz, muy naturalista, juega, se deja”. La película está ambientada en el mundo del motociclismo, él es un joven piloto que lo sacrifica todo para triunfar; ella, una tatuadora. Ambos saben bien de fama temprana. “Eres más consciente de lo que cuesta triunfar cuando se empieza tan joven”, admite el actor, “en el set hemos tenido conversaciones sobre esto, ella también empezó muy pequeñita, y eso te da tablas, profesionalidad, sabes lo complicado que es. Y creo que también se es más consciente de valorar el trabajo de ahora, valoras más la posición en la que estás”. El rodaje también le está dando a la artista la posibilidad de charlar con el director, el británico Mat Whitecross (responsable del documental Oasis: Supersonic y de varios videoclips de Coldplay). “Es un tío muy genuino, lo habla todo desde una humildad tan bonita… Se junta con superestrellas de la música pero te habla como si él también se sorprendiese de estar ahí. Siento la libertad de preguntarle cosas y me cuenta que en un documental que hizo para Coldplay de repente pasaba por allí Ariana Grande, o Jay-Z con Beyoncé, y que detrás del escenario había un estudio donde escribían canciones hasta cinco minutos antes de salir porque a Chris Martin se le ocurría una idea…”.
Ella también ha experimentado esa extrañeza-sorpresa de codearse con sus ídolos. La última vez, hace poco. Un día Enrique Iglesias estaba con su productor en Miami, oyó uno de los temas de Mena y quiso contar con ella para el remix de ‘Espacio en tu corazón’, que salió en octubre. “Fue increíble. Luego, hablando con él en Los 40 [Music Awards, que se celebraron el 8 de noviembre en Barcelona], me dijo que había visto mi performance del año pasado. Yo no daba crédito, o sea, Enrique Iglesias ha escrito mi nombre en Google. Es algo que me rompía la cabeza. Son momentos de realización. Poder charlar con alguien que ha formado parte de la banda sonora de mi adolescencia, que ha colaborado con Whitney Houston…”. Y parece que pronto con ella: “Los primeros seis meses del año me voy a dedicar a escribir mi nuevo disco, iré a Miami, Los Ángeles, Italia… Me dijo: ‘Tienes mi teléfono, llámame cuando estés en Miami y hacemos un tema de cero”. Otro hito que podrá tachar de la lista de sueños.
“He trabajado un montón”, repite a lo largo de la entrevista. “Por supuesto que los caminos son duros cuando los objetivos son ambiciosos, y te caes muchas veces, no es todo color de rosa”. En 2017, cuando su carrera musical estaba en un momento dulce, con su primer álbum, Index, en camino, OT resurgió y ese fenómeno dejó poco espacio a otros nombres emergentes. “Yo he aprendido a caerme, a levantarme, a que las cosas no salen como tú quieres, a buscar otra salida. Si esta puerta está cerrada, a buscarme la vida”. Fue lo que hizo entonces: probó suerte en Italia, donde, sin hablar el idioma, lanzó un tema que se viralizó, ‘D’estate non vale’, junto a Fred De Palma. “Fue un poco buscado y un poco casualidad. Yo solo sabía decir cuatro palabras en italiano, él era un artista emergente, no sabíamos qué iba a pasar, pero confiábamos en la canción. Llegué al estudio una tarde con una maleta porque tenía que irme a México por la noche y dejar grabado el tema antes, pronunciaba imitando como un loro fonéticamente cada palabra del Google Translator”. Llegó a presentarse al Festival de San Remo, preludio italiano de Eurovisión, en 2022. Ahora, con el álbum que preparará en 2025, el gran objetivo es el público latinoamericano; de hecho, en marzo actuará en Lollapalooza Argentina. Aún no tiene claro cómo va a sonar esa nueva era. “Yo tenía un disco más o menos planteado. Y antes de hacer la película tuve una reunión y dije este tema va fuera, este fuera… Y he hecho un superfiltro porque quiero que sea aún más ambicioso, una vuelta de tuerca a la exigencia de Bellodrama. Quiero que todas las canciones sean temazos. La primera mitad del año me voy a dedicar a eso y quiero sentirme libre. Por supuesto, sin dejar de ser yo”.
Suele decir que Marifé de Triana es su referente. “No lo descarto para nada”, responde ante la pregunta de si en su próximo disco podría haber un guiño a la copla, en un momento en el que varios artistas, de Rosalía con el flamenco a Rodrigo Cuevas con la tonada, han mirado a los sonidos tradicionales para actualizarlos. “Es importante que no se olviden, porque son tan ricos, eran composiciones tan increíbles, que creo que la gente joven tiene que conocer que eso existe, porque son tesoros, hay obras maestras ahí para rescatar”, dice. Aunque cuando va a un karaoke no elige coplas, sino temas de La Oreja de Van Gogh. “La playa’, ‘Cuéntame al oído’ o ‘Rosas”, precisa. Destaca el gran momento de las mujeres en la música pop, en un año en el que Sabrina Carpenter, Charli XCX o Chappell Roan han batido récords. “Creo que ya era hora. Siempre ha habido artistas femeninas increíbles, pero estamos en un momento de oro que ya venía tocando”, reivindica. Ella colaboró el año pasado con Belinda en ‘Las 12′ y este con Emilia en ‘Carita triste’, y subraya la importancia del apoyo mutuo: “Es importante romper con los clichés de competitividad porque al final la música es arte y se trata de compartir”. Aunque reconoce que a veces pesan el escrutinio, la exposición continua y los comentarios en redes sociales. “No le puedo gustar a todo el mundo. He aprendido que esas cosas van a pasar aunque trates de evitarlo. Intento aprender de los comentarios constructivos y que no me afecten los que son para hacer daño. Me he hecho fuerte”.
—¿Alguna vez ha tenido un plan B, ha pensado qué hubiera hecho si ser cantante y actriz no fuera bien? Tiene una plantación de olivos con su propio aceite.
—Sí, pero para mí, no lo estoy comercializando, que la gente se piensa que vendo aceite, pero no, es para mi familia, mis amigos, en Navidad mando botellas a mis allegados… ¿Que si tenía un plan B? No, no tenía un plan B. Yo quería ir a por el plan A.
—O sea, que no se ve viviendo en el futuro en el campo con sus tres perros…
—Sí, absolutamente. De hecho, es mi gran sueño en la vida: tener una familia numerosa y grande y vivir alejada del centro, aunque tampoco tiene por qué ser en el campo perdida, pero sí alejada del centro con mi familia.
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Ahora se enfrenta a un lleno en el WiZink de Madrid. Promete una gran fiesta con temática nupcial —entre su alter ego La Diva Doliente y El Capullo Galáctico, personaje salido de sus letras— para 15.000 personas el 22 de diciembre. Será El gran Bellodrama, nombre que le ha dado al concierto de fin de gira de su segundo disco, Bellodrama (2023). “Va a ser único, literalmente, porque no lo vamos a poder repetir”, explica, “me gusta mucho meterme en berenjenales de este tipo, decidimos que iba a ser una boda poco antes de ir a La revuelta y a El hormiguero”. Porque en 2024 Ana Mena ha estado en todas partes, incluso ha tenido un papel en la batalla por el prime time televisivo, cuando a principios de octubre acudió un día al programa de Pablo Motos y al siguiente al de David Broncano.
Ahora está relajada tras una sesión de fotos en la que se ha divertido transformándose con cada estilismo, de pin up contemporánea a groupie setentera. Habla rápido, gesticula con las manos, en la parte superior de su móvil asoma la carita de un Sonny Angel. Ella sonríe. Dice que está en un momento feliz, que se siente afortunada. Pero tras esa fortuna, tras ese fenómeno que suma 60 discos de platino con sus temas y más de siete millones de escuchas mensuales en Spotify, según datos de Sony, su discográfica, ha habido mucha constancia. “Es como si todo en lo que llevo trabajando desde que era una niña tuviese su recompensa”, afirma. Porque esa Ana Mena que se sube hoy a los escenarios a bailar con taconazos y conjuntos de pedrería comenzó soñando con batas de cola y programas televisivos a los siete años. “Mi madre no sabía que yo cantaba. Un día vino a mi pueblo el Veo veo, el concurso de Teresa Rabal, ¿te acuerdas?”. Ella no ha olvidado ni un detalle: “Se hacía en un parque, y mi madre me dijo si quería ir a verlo y yo le contesté que quería cantar esa noche. Fuimos por la tarde, estaban los técnicos probando sonido, desde ese lado inocente de no saber cómo funcionan las cosas yo preguntaba si podía cantar… Me dijeron: ‘No, cariño, aquí hay un proceso de casting y tal’. Pero nos dieron el teléfono para probar el año siguiente. Y fue al primer concurso que me presenté, con ocho años”. Luego pasó por Menuda noche, el programa presentado por Juan y Medio en Canal Sur, o el talent musical My Camp Rock 2, de Disney Channel.
Empezó pronto a cumplir sus sueños, algo que le ha hecho ser consciente de lo que implican. “Siento que he sacrificado cosas, porque se sacrifican cosas. Quien diga que no, miente. Pero he vivido otras y lo que sacrifiqué lo he vivido un poco más tarde. Y no pasa nada. He madurado antes. He tenido mucho sentido de la responsabilidad”, reflexiona. Sus padres no provenían del mundo del espectáculo; él tenía una pequeña empresa de construcción, ella era ama de casa y le echaba una mano con la contabilidad. “Mi madre sí cantaba de jovencita, flamenco. Porque en su casa se ha respirado mucho la cultura del flamenco, aunque cuando murió mi abuelo ella decidió no cantar más. Pero últimamente se anima en reuniones familiares, me da mucha alegría”, comenta con orgullo. El apoyo familiar fue central para que la niña que quería ser artista mantuviera los pies en el suelo: “Me sentía muy cuidada, siempre fue vocación mía, nacía todo de mi voluntad, no tenían más remedio que apoyarme. Me decían que si no sacaba los estudios y no rendía en el cole no me llevaban a actuar”. Cambió varias veces de instituto, crecer siendo la niña que salía en la tele no fue sencillo. “Los últimos años de cole y los primeros de instituto fueron un poco duros para mí, por el tema del bullying. De hecho, no lo he contado nunca, pero pienso que hay muchos chicos y muchas chicas que pueden estar pasando por esto y me gustaría que no se sientan solos. Yo sufrí bullying, y eso, quizás, fue lo más duro de empezar de niña, porque a mí cantar era lo que más me gustaba hacer en el mundo. Era como visualizaba mi vida. Yo no quería hacer otra cosa. Para mí era duro que por hacer algo que me gustaba luego llegase a clase y me pasaran cosas”.
En 2009, con 12 años, estrenó Marisol, una miniserie de Antena 3 en la que encarnaba a Pepa Flores, otra estrella infantil malagueña. Un par de años después participó junto a Elena Anaya y Antonio Banderas en La piel que habito, de Pedro Almodóvar. “En el casting necesitaban a una niña que pudiera cantar. Tuvo que aprenderse una canción brasileña en portugués, ‘Pelo amor de amar’, con la dificultad añadida de que debía cantarla a capela. La prueba de Ana fue inequívoca. La mejor. No tuvo ningún problema y siempre estuvo afinada, a pesar de no tener ningún acompañamiento”, recuerda el director por correo electrónico. “Me sorprendió la facilidad con la que la interpretó y la seriedad con la que interpretó su secuencia. Ha sido una sorpresa maravillosa verla hoy convertida en la estrella que actualmente es. Se lo merece”. Ella no se encontraba tan tranquila como podía aparentar: “Estaba muy nerviosa ese día, es una de las cosas más impresionantes que me ha tocado hacer. Era muy consciente de dónde estaba y de con quién estaba. Esa noche casi ni dormí”.
Aunque es más conocida por su faceta musical, nunca ha dejado de lado los proyectos audiovisuales: ha tenido papeles en varias series, la más reciente, Bienvenidos a Edén (2022). Y también participó en un proyecto independiente, la ópera prima de la cineasta Celia Rico, Viaje al cuarto de una madre (2018). En 2025, además de preparar su tercer disco de estudio, va a estrenar una nueva película, Ídolos, que coprotagoniza con Óscar Casas. “Me gustan tanto la música como la actuación, no quiero abandonar ninguna de las dos para dedicarme solo a una. Cuando hice mi primer papel me di cuenta de que van unidas. Cuando subes a un escenario a cantar tienes que contar la canción, estás interpretando un personaje”, argumenta, sin entender de compartimentos. Ser actriz o ser cantante. “Ariana Grande acaba de sacar Wicked”, apunta, “y mira Jennifer Lopez. ¿Te dedicas a cantar y ya no puedes hacer otra cosa? ¿Por qué no? Hay muchos artistas que lo hacen fuera de España y yo creo que esas cosas, esas etiquetas y esos prejuicios están para cambiarlos”.
En un mensaje de audio, Óscar Casas cuenta que en los primeros ensayos de Ídolos vio que Mena “no solo es una gran cantante, sino que es muy buena actriz, muy naturalista, juega, se deja”. La película está ambientada en el mundo del motociclismo, él es un joven piloto que lo sacrifica todo para triunfar; ella, una tatuadora. Ambos saben bien de fama temprana. “Eres más consciente de lo que cuesta triunfar cuando se empieza tan joven”, admite el actor, “en el set hemos tenido conversaciones sobre esto, ella también empezó muy pequeñita, y eso te da tablas, profesionalidad, sabes lo complicado que es. Y creo que también se es más consciente de valorar el trabajo de ahora, valoras más la posición en la que estás”. El rodaje también le está dando a la artista la posibilidad de charlar con el director, el británico Mat Whitecross (responsable del documental Oasis: Supersonic y de varios videoclips de Coldplay). “Es un tío muy genuino, lo habla todo desde una humildad tan bonita… Se junta con superestrellas de la música pero te habla como si él también se sorprendiese de estar ahí. Siento la libertad de preguntarle cosas y me cuenta que en un documental que hizo para Coldplay de repente pasaba por allí Ariana Grande, o Jay-Z con Beyoncé, y que detrás del escenario había un estudio donde escribían canciones hasta cinco minutos antes de salir porque a Chris Martin se le ocurría una idea…”.
Ella también ha experimentado esa extrañeza-sorpresa de codearse con sus ídolos. La última vez, hace poco. Un día Enrique Iglesias estaba con su productor en Miami, oyó uno de los temas de Mena y quiso contar con ella para el remix de ‘Espacio en tu corazón’, que salió en octubre. “Fue increíble. Luego, hablando con él en Los 40 [Music Awards, que se celebraron el 8 de noviembre en Barcelona], me dijo que había visto mi performance del año pasado. Yo no daba crédito, o sea, Enrique Iglesias ha escrito mi nombre en Google. Es algo que me rompía la cabeza. Son momentos de realización. Poder charlar con alguien que ha formado parte de la banda sonora de mi adolescencia, que ha colaborado con Whitney Houston…”. Y parece que pronto con ella: “Los primeros seis meses del año me voy a dedicar a escribir mi nuevo disco, iré a Miami, Los Ángeles, Italia… Me dijo: ‘Tienes mi teléfono, llámame cuando estés en Miami y hacemos un tema de cero”. Otro hito que podrá tachar de la lista de sueños.
“He trabajado un montón”, repite a lo largo de la entrevista. “Por supuesto que los caminos son duros cuando los objetivos son ambiciosos, y te caes muchas veces, no es todo color de rosa”. En 2017, cuando su carrera musical estaba en un momento dulce, con su primer álbum, Index, en camino, OT resurgió y ese fenómeno dejó poco espacio a otros nombres emergentes. “Yo he aprendido a caerme, a levantarme, a que las cosas no salen como tú quieres, a buscar otra salida. Si esta puerta está cerrada, a buscarme la vida”. Fue lo que hizo entonces: probó suerte en Italia, donde, sin hablar el idioma, lanzó un tema que se viralizó, ‘D’estate non vale’, junto a Fred De Palma. “Fue un poco buscado y un poco casualidad. Yo solo sabía decir cuatro palabras en italiano, él era un artista emergente, no sabíamos qué iba a pasar, pero confiábamos en la canción. Llegué al estudio una tarde con una maleta porque tenía que irme a México por la noche y dejar grabado el tema antes, pronunciaba imitando como un loro fonéticamente cada palabra del Google Translator”. Llegó a presentarse al Festival de San Remo, preludio italiano de Eurovisión, en 2022. Ahora, con el álbum que preparará en 2025, el gran objetivo es el público latinoamericano; de hecho, en marzo actuará en Lollapalooza Argentina. Aún no tiene claro cómo va a sonar esa nueva era. “Yo tenía un disco más o menos planteado. Y antes de hacer la película tuve una reunión y dije este tema va fuera, este fuera… Y he hecho un superfiltro porque quiero que sea aún más ambicioso, una vuelta de tuerca a la exigencia de Bellodrama. Quiero que todas las canciones sean temazos. La primera mitad del año me voy a dedicar a eso y quiero sentirme libre. Por supuesto, sin dejar de ser yo”.
Suele decir que Marifé de Triana es su referente. “No lo descarto para nada”, responde ante la pregunta de si en su próximo disco podría haber un guiño a la copla, en un momento en el que varios artistas, de Rosalía con el flamenco a Rodrigo Cuevas con la tonada, han mirado a los sonidos tradicionales para actualizarlos. “Es importante que no se olviden, porque son tan ricos, eran composiciones tan increíbles, que creo que la gente joven tiene que conocer que eso existe, porque son tesoros, hay obras maestras ahí para rescatar”, dice. Aunque cuando va a un karaoke no elige coplas, sino temas de La Oreja de Van Gogh. “La playa’, ‘Cuéntame al oído’ o ‘Rosas”, precisa. Destaca el gran momento de las mujeres en la música pop, en un año en el que Sabrina Carpenter, Charli XCX o Chappell Roan han batido récords. “Creo que ya era hora. Siempre ha habido artistas femeninas increíbles, pero estamos en un momento de oro que ya venía tocando”, reivindica. Ella colaboró el año pasado con Belinda en ‘Las 12′ y este con Emilia en ‘Carita triste’, y subraya la importancia del apoyo mutuo: “Es importante romper con los clichés de competitividad porque al final la música es arte y se trata de compartir”. Aunque reconoce que a veces pesan el escrutinio, la exposición continua y los comentarios en redes sociales. “No le puedo gustar a todo el mundo. He aprendido que esas cosas van a pasar aunque trates de evitarlo. Intento aprender de los comentarios constructivos y que no me afecten los que son para hacer daño. Me he hecho fuerte”.
—¿Alguna vez ha tenido un plan B, ha pensado qué hubiera hecho si ser cantante y actriz no fuera bien? Tiene una plantación de olivos con su propio aceite.
—Sí, pero para mí, no lo estoy comercializando, que la gente se piensa que vendo aceite, pero no, es para mi familia, mis amigos, en Navidad mando botellas a mis allegados… ¿Que si tenía un plan B? No, no tenía un plan B. Yo quería ir a por el plan A.
—O sea, que no se ve viviendo en el futuro en el campo con sus tres perros…
—Sí, absolutamente. De hecho, es mi gran sueño en la vida: tener una familia numerosa y grande y vivir alejada del centro, aunque tampoco tiene por qué ser en el campo perdida, pero sí alejada del centro con mi familia.
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