Arely_Nolan
New member
- Registrado
- 27 Sep 2024
- Mensajes
- 40
Al otro lado del espejo de la normalidad estaba un mundo de barro, chatarras, muertos, hambre y devastación. Un infierno. Un paisaje para después de una guerra brutal. Donde sobrevivían a la tragedia niños, hombres, mujeres y ancianos aislados, encerrados entre barrotes de olvido, condenados por la negligencia delictiva de unos jugadores de naipes que se vestían de políticos. La soledad, esa enfermedad cargada de futuro inmediato, se cebó con los damnificados por la gota fría que le heló el corazón a Valencia y se lo rompió a España entera. Los náufragos pedían socorro. Pero los días pasaban y nadie de los que estaban obligados a hacerlo, se atrevía a pasar el espejo de la normalidad. Y seguían con su calculado juego de cartas para desplumar políticamente al adversario. Los valencianos se ahogaban en fango, olvido y devastación. Pero los de las corbatas de seda y la colonia cara entendían que lo más urgente era echarle la culpa al otro. Les sudaba las ingles verlos sin agua, sin luz, sin medicinas, sin seguridad ante la banda de buitres que carroñeaban entre casas devastadas con las puertas abiertas. Nunca he visto un ejemplo de inutilidad más extraordinario. Sobresaliente.Las palas y los cepillos se convirtieron en los símbolos de esta guerra contra el olvido. Y España reventó su ira en Valencia ante tanta despreciable y penal negligencia. En algún momento, por videos que me enviaba desde el centro del infierno una antigua compañera de televisión, los ojos se me aguaron y me acordaba de los versos de Hernández: vientos del pueblo me llevan, vientos del pueblo me arrastran. Y entendí que este pueblo sigue vivo, aunque nos parezca anestesiado y próximo al colapso. Ese gañafón de coraje que se vistió de solidaridad para ayudar a los condenados por la miseria política es más nación, más patria, que la Constitución y olvidan los que tienen que aplicarla. Y a los ciudadanos condenados de Valencia, les llegó el calor, la ayuda, la comida y el abrazo de la gente corriente. Las aguas turbulentas los arrastraban. Pero los vientos de los pueblos de España los abrazaban para darle lo que la política no era capaz de darle. Se esperan dimisiones…Cuando la reina Letizia lloraba como una dolorosa embarrada abrazada a Alicia tras el tumulto de Paiporta, foto que se hizo viral por lo que representaba, sentí que ese abrazo también se lo daba España entera a Valencia. Era lo que llevaban esperando tantos días como medía la ineptitud de la política de unos y de otros. Tan ocupada en meterse los dedos en los ojos que olvidaron lo más importante: ver que el pueblo los necesitaba. Estaban roncos de pedir la ayuda que les faltaba, la alarma que llevara al Ejército a socorrerlos. Concluyo que el estado de alarma en España debe ser permanente, para defendernos de la pesadilla de los que están al otro lado del espejo mortal de Alicia…
Cargando…
www.abc.es