effie37
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Hay que ver lo que mucho que ha evolucionado el género de las cartas a la ciudadanía desde que hace ahora seis meses, imbuido por el recuerdo de Elena Francis, modelo heteropatriarcal del desamparo público de una mujer cuyo único respiradero era el proporcionado por un programa de radio, 'reality show' de oídas, el presidente del Gobierno puso sus emociones blanco sobre negro para helarnos el corazón con su zozobra. «Por si hay una pregunta en el aire,/ por si hay alguna duda sobre mí,/ hoy quiero confesarme», que escribió José Luis Perales a la medida del desgarro de Isabel Pantoja, intérprete cuya prole biológica y adoptiva, uno de cada, no tardó en dejarse de coplas de encargo y en recurrir a las herramientas confesionales habilitadas por la televisión comercial para dar el cante. Con Pedro Sánchez y por abril –«primavera despierta en una ventana»– tuvimos la fortuna de recuperar un clasicismo tonadillero que en apenas unos meses ha insuflado nueva vida a ese estilo, españolísimo y hasta no hace tanto desactualizado, de comunicar desde los adentros y abanicándose el pecho, cada cual a través de unos registros sentimentales que, eso sí, han evolucionado en las últimas legislaturas en función de las nuevas masculinidades y las variantes de la autodeterminación de género. A la carta a la ciudadanía firmada por Íñigo Errejón –el de «mi estructura afectiva y emocional», el de la «subjetividad tóxica»– siguió el pasado domingo la de una célebre exnovia suya, sin que mediaran alusiones. «Rita Maestre rompe su silencio», tituló con reflejos la prensa deportiva, explorando el filón de un salseo en el que como en toda crisis familiar aireada y dramatizada en el sector mediático de la intimidad late un cruce de intereses, aquí políticos. «Cuando el dolor es devastador, intentar ponerle palabras es tan difícil como sanador», escribe la concejal madrileña antes de recordar su relación con «una persona de apariencia normal, un buen novio». Eran los tiempos en los que Rita Maestre volvía de ponerse fresquita en la capilla de la Complutense y su pichón –recuerda con precisión la edil– venía de «agredir a una mujer de veinte años en un hotel». Cabe recordar que esta cadena de ejercicios de sanación, a la que ahora se abrocha Loreto Arenillas, comienza en el programa que la reencarnación progresista de Elena Francis presenta en Instagram, red social que, como espacio seguro (sic), cobija el confesionario al que recurren las anónimas y las seudónimas de toda esta trama.Cuando el año pasado Yolanda Díaz presentó su candidatura por Sumar se hizo rodear de una intelectualidad cuya presencia no pasó inadvertida para los cronistas de la 'conversación pública'. Allí estuvieron Elizabeth Duval e Inés Hernand, del gremio de las 'variétés', y también Jorge Javier Vázquez, de la cuota de los rojos y los maricones, también coleccionista de testimonios, como Cristina Fallarás. Si Podemos fue desde su origen un 'Gran Hermano' de confesionario, coito, señalamiento y expulsión , Jorge Javier resulta esencial para dar visibilidad y crear un espacio seguro para que los que quedan dentro terminen de matarse entre ellos. O eso o seguir como en los tiempos de Elena Francis, ahora 'reality' sanchista de medias verdades, bulos enamorados y fangos seminales.
Jesús Lillo: Algunos novios buenos
Las nuevas cartas a la ciudadanía rehabilitan el mundo de Elena Francis
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