stiedemann.jarrett
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Ramón de España, Don Ramón de España, que empezó en la STAR y, ahora, por fin, se encuentra en EFE EFE, después de recorrer las décadas con letras, vinilos y restos de ginebra, nos entrega esta La Edad de plástico, donde recoge fobias y filias, más filias que fobias y, de alguna manera, actualiza las pasiones de toda una vida, filtradas por las décadas y, lo que es más nutritivo, añadiendo algunos de sus últimos descubrimientos. Pasiones culpables, discos de solistas, folk y rock, pop y cuerdas, discografía selecta en este maravilloso La edad de plástico editado por EFE EME.
Del tebeo, de la Barcelona pre-Olímpica, la resistencia y la actitud, las gabardinas, Jaume Sisa, Bryan Ferry y lo que queda de Europa después de la lluvia. En una primera parte, las panderetas de B52´s, la actitud de los Sex Pistols y los Camper Van Beethoven (que siguen sacando discos), el rollo rumba de Peret vs Gato Pérez vs El Pescadilla (bueno, Peret no sale, es como el Brit Pop pero en la calle de la Cera). Uno en Zeleste, el otro perseguido por el arma del hawaiano. Uno con Goytisolo y el otro con Francisco Casavella.
Los crooner más disfuncionales, ¿bebía Dean Martin desde el principio? Antes de la muerte de su hijo decían que el vodka con zumo era solamente zumo. Un solo grado de separación entre El Pescadilla y Dean Martin. Hank Williams, el hombre del que habla Cohen en The Tower of song y que en No me judas satanás descubrí que era un tipo muy al límite, con pasión por la priva y los analgésicos. Disciplinado. Woody y Bob, Elvis y Hank.
Placeres culpables europeos: el niño de Afrodita, con todos los grandes músicos griegos. Busca la versión de Because de Demis Roussos en español. Lo mejor del libro es, como he comentado y comentaré, es la labor de Ramón de España encargándose de buscar entre las cubetas de Amazón, FNAC y las últimas tiendas de discos los discos solistas tras abandonar su banda de éxito, por ejemplo Ian Hunter de Mott the Hoople o proyectos desaparecidos o nunca vistos, Eric el indestructible, la canción de Nacho Vegas sobre Kevin Ayers (en España, además siempre tuvimos a Ollie Halsall) y, claro, el disco con Nico y John Cale.
Don Mclean y su éxito. Su único éxito. Madonna y John Milner (la canción de Gabriel Sopeña con letra de Loquillo): Buddy Holly, el día que la música murió, las gafas de pasta, la integral, las mil tomas, Ramón de España ya aparecía con fotos de Buddy Holly en la revista Efe Eme cuando se publicaba en papel. Y Roy Orbison, del que hablaré luego por sus coristas, que grabó rockabilly y acabó junto a Bono y cía. Qué vinilo aquel. Y el incendio y el ataque al corazón y las gafas oscuras porque no veía NADA. Y The Cramps haciendo Domino que se os olvida, puretillas. Qué concierto con Tom, Bruce, Jackson y Elvis (Costello). Hablando de Elvis Costello, en 1977, en España, parece que no, pero aún tuvo un poco de hueco. Poco. Aquí estábamos estonianos, punkarras vascos sin gusto y, sobre todo, mucha onda siniestra. Todo mezclado. Menos mal que el powerpop pegó y le hicieron un hueco.
Algo de Art-Music, Laurie Anderson, que tuvo un éxito O´Superman. La canción del libro de Gemma Files. Gafas y calma en la muerte de Lou Reed. También Jim Carrol. Aquel tipo que inspiró la película, sobre Diarios del baloncesto, que editó la revista STAR en su colección de literatura. Diarios y Leonardo DiCaprio, esnifando, siendo chapero y escribiendo en un cuaderno de aritmética sus poemas. A Carroll lo retomamos en la bso de Antártida de Huerga&Casavella (ya hemos hablado de ella en Motel Margot) porque John Cale (Más Sterling Morrison y Maureen Tucker, lo más cerca que hemos estado a volver a escuchar VU) revisa People Who Died.
En uno de los directos sanos de los ochenta de Lou Reed también hace el tema con el propio Carroll. Y seguimos con modernos. David Byrne y su grandísimo abrigo. Psicokiller y el loro, la recuperación del Tropicalismo, los discos modernos muy modernos, junto a Brian Eno. Y, ahora, en bicicleta de un lado a otro. Él pone la melodía y Eno los ambientes. Por cierto David Byrne siempre me recuerda a mi amigo Rubén Scaramuzzino, que recibió un correo suyo vía Bruno Galindo y le emocionó y le hizo una entrevista en la revista.
Toca Eno, claro, más allá de parecer Elton John en Roxy Music, luego hace canciones (algunas aparecen en la banda sonora de Velvet Goldmine, I´m on fire es una canción estupenda de pop), luego del glam, el frío de vivir, los pixels, las estrategias oblicuas y, claro, primero, producción de la trilogía de Berlín de Bowie y, no olvidemos, Achtung Baby y Zooropa. No los únicos, pero sí los más electrónicos y berlineses de U2. Y las producciones de Talking Heads. A pesar de la separación de Eno de Roxy Music, Ramón de España disfruta de su capacidad de composición, destaca un tema, lo busco, lo escuchan: "I Thought" del LP Frantic de 2002.
O volver a Kevin Ayers y Nico June 1, 1974. Y la new wave o no wave neoyorquina, Blondie, siempre Blondie. Bella y capaz, aunque según Ramón de España se hayan convertido en una banda tributo de sí mismos. Leo estos días a John Waters y me acuerdo de Cronenger. Hay un momento en el que Harry es la mejor actriz del mundo. Y me los sigo imaginando, a su primer marido, a Chris Stein, antes de separarse, en un apartamento cochambroso, del Nueva York de cuchillas, Basquiat y cristales, de madrugada, muy acelerados, comprando recopilatorios de power pop y dub, de reggae y de doowoop, triples, cuatriples, para esquilmar su repertorio. Y por allí estaba Tom Verlaine, entre los grafitis y el metro, con su guitarra, la canción de Amaral, el Marquee Moon. Un Lou Reed tomándose menos en serio.
Fuera de la onda británica y USA, Ramón nos recuerda a Los lobos, al Flaco Giménez y a Llasa, aquella artista de la frontera, que llegamos a entrevistar en nuestro minúsculo fanzine, Confesiones de Margot, en una de sus visitas a Zaragoza.
La parte de los sesenta y setenta, que ya conocíamos de otros libros y otros artículos, gente que no conocemos, gente que nos alimenta: Sandy Danny (vs. Nick Drake), las gafas de Joe Meek, un tipo que imitaba a David Bowie y se llamaba, en realidad, Bruce Wayne Campbell (pienso en Chelsea Hotel y Morrissey, como loco, buscando que lo telonee un muerto). Alemanes robóticos y un amante de Fassbinder. También un repaso a los clásicos de mediados de los setenta, los que pillaban los que estaban en el ajo: Syd Barret, uno de los artistas más exprimidos de la historia, con una revisión constante de sus demos, grabaciones caseras y demás material de escasa calidad. Pero claro, el hombre que marcó un antes y después en la psicodelia británica (todos lo que estáis leyendo esto sabéis que grabó y dirigió a los primeros Pink Floyd, antes de caer en el rollo musolianíaco, The Piper at the Gates of Dawn y pedazos del segundo disco), los ácidos, la aparición en el Pin Ups de Bowie de 1973 y, claro, una vez más Joy Boyd, que ese parte de este artículo como demiurgo. Barret se marchó a la Tierra Media y no volvió, con su madre, con sus cajas recopilatorios y discos en directo sacados de audiencia.
Cat Stevens que tocó en Barcelona y que se nos ha quedado como anécdota que se convirtió al Islam y ahora se llama Yusuf Islam. Pedro Burruzuelo, que le encantaba a mi ex-jefe (y a pesar de todo amigo), fue líder de Claustrofobia, que hacía músicas del mundo antes de que existiera esa etiqueta y que apareció por Huesca para tocar con Bohemia Camerata. En 2016 y en 2017 según veo en internet. Se lo preguntaré a José o a Luis Lles. Pero que Burruzuelo, a lo que íbamos, se empeña en que Ramón de España (y todos nosotros, claro) escuchemos los últimos discos de Yusuf. Ahí lo dejo. Rimbaud y Pau Riba, que dieron lo mejor antes de los treinta, como Cat Stevens.
Y los popes, la santidad, el Panteón: Rolling Stones. Dice que odia Angie. Muy respetable. Pero que le mata Aftermath. Fue mi primer cedé de los Stones. Para mí la época de Mick Taylor es lo más grande. Y eso que mis vinilos de los directos ochenteros y aquel Stripped que traía la infame versión de Like a rolling stone (que se compensaba con la rareza absoluta de the spider and the fly) me tenían pillado. También Black and blue. No se lo digáis a nadie. Salía nombrado en un libro de Ray Loriga y los que nacimos a finales de los setenta, ya se sabe. Ramón de España se sorprende (poco) de que siguieran sin Charlie Watts. No sacaré la cara por The Glimmer Twins, pero, es cierto, que Steve Jordan ha estado con Keith en sus discos solistas, que son los mejores discos de los Stones en los ochenta y noventa.
También ha estado con Christina Rosevinge y Andrés Calamaro facturando discos muy notables, pero me estoy yendo otra vez. Dice que si muere Keith Richards, Jagger pillará músicos y contrabandistas (que es un poco lo mismo) y saldrá de gira. En realidad si revisamos los repertorios de las giras de presentación de She's The Boss o Primitive Cool pues… quince de veinticinco temas de los Stones en 1988 más una versión de Sex Machine de James Brown.
Y de los Stones… a los Beatles. No me detengo. Ramón de España habla de milagro, la línea que une a Elvis con Frank Sinatra. Aunque Whatching the wheels sea de John Lennon (por cierto, tras la versión de Bunbury, Charly García ha hecho una curiosa en castellano en su último disco). Antes he nombrado a Roxy Music. Pero es que Bryan Ferry es habitante de todos los libros sobre pop de Ramón de España. Trajes de Ferry, el glam, las canciones propias, las versiones de Lennon y Dylan, el ocaso melancólico. Las guitarras y los saxos.: «Siempre lo he sentido como alguien cercano, como un amigo, aunque no he intercambiado ni una palabra con él».
John Cale, adicto al jarabe de la tos, el galés del flequillo, el productor de Nico, el tío de la viola. Luego...produjo a Los Ronaldos. Pero sigo escuchando la historia de la actriz decadente y su versión de Heartbreak hotel y muero. Cualquier disco suyo es maravilloso. Y hubo un tiempo que si estaba producido por Cale era oro puro, oro marrón, speed y lo que fuera.
Y, claro, de John a Lou, como en los viejos tiempos. No entro demasiado. Graba cosas chulas con los restos de los temas de The Velvet Underground, vampiriza a Bowie, más bien a Mick Ronson y hace éxitos de blanco satén. Monta el circo, habla de heroína cuando se chuta anfetamina y sus músicos de los setenta hubieran estado felices ocando en banda de progresivo, virtuosos y con bien de moog. Luego graba New York y Songs for Drella. Y lo de Metallica, y el cuerpo e Ignacio Juliá y algún atontado escritor aragonés.
Y, claro, falta David Bowie. ¿Qué busca Don Ramón de España en Bowie? Todos recordamos dónde estábamos el día que murió Bowie, todos volvimos a sus últimas canciones dándonos cuenta de que estaba hablando de que se marchaba y de cómo quería hacerlo. La mayor presencia de los muertos es la vida. Hay tiempo para ser especial, para las fechas, para Blackstar, el libro que contenía la plegaria última. Peor qué, no está también en el motel de Outside, o en las películas de Lynch de las que solo hay pruebas de cámara y un guion sin terminar. Mi primer concierto de Bowie, el día que tocó Earthling en el Príncipe Felipe. Dead man walking. Siempre.
Nick Drake, un amante perpetuo en la vida de Ramón de España y otros jóvenes melancólicos. Incluyendo los Tachenko o los Planetas. Dos discos, guitarra y piano y voz, nada más. Y Joe Boyd que, no sé si lo he dicho o lo diré, aparece constantemente en el libro, como autor, productor o genio de la lámpara. Del Cielo del norte a Londres. A Ray Davies. Cuando a alguien le preguntan, qué prefieres, Rolling o Beatles, unos listos contestan The Who y otros The Kinks. Siempre en la pelea con su hermano, siempre bajo su nombre o el de otros.
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