Alfonso Magro, fotógrafo tras sufrir daño cerebral: "Así empecé a perder el miedo a equivocarme"

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En 2019 Alfonso Magro Polo se cayó de una escalera. Tuvo un traumatismo craneoencefálico y estuvo veinticinco días en coma. Cuando llegó a Ceadac (Centro de Referencia Estatal de Atención al Daño Cerebral) empezó a trabajar con logopedas, trabajadores ocupacionales, etc. “Estuve seis meses con todo tipo de terapias”, recuerda. “Tengo daño cerebral adquirido y una discapacidad del 65%”. “En Ceadac me enseñaron a vivir otra vez. He tardado años en comprender lo que me estaba ocurriendo”, explica.

Alfonso es de Valdemoro y allí se apuntó a un curso de fotografía. Se apuntó porque tenía muchos miedos. “Miedo de no saber enfrentarme a nada”, cuenta. “Pensar en hacer un curso para mí era imposible”.

Se compró una cámara de fotos y comenzó. Sus terapeutas lo animaron, le dijeron que se lo tomara como un entretenimiento. “Así empecé a perder el miedo a salir de casa, el miedo a equivocarme”.

Alfonso tiene problemas de orientación, también le cuesta mantener la atención y tiene muchos olvidos y descuidos. Por eso habla de perder el miedo a equivocarse. “Al mes de comprarme la cámara ya había roto el objetivo. Tengo mis inconvenientes, pero no se ven porque son cognitivos”, cuenta. “Ahora sé que es parte de mi vida y lo tengo más asimilado. El otro día volví a perder las llaves del coche, pero ya sé que es algo que me pasa. Económicamente es un gasto más de dinero pero o lo asimilas o te hundes”.

He tardado años en comprender lo que me estaba ocurriendo​


Poco a poco se fue quitando los miedos y empezó a fotografiar distintos rincones rurales de España: Zamora, Cantabria, Soria, Segovia, Burgos, Asturias, Guadalajara, Cuenca. Así nació el proyecto fotográfico Imágenes con alma.

“Quiero que sientas emociones por esas imágenes”, explica. “Intento fotografiar los recuerdos que van a desaparecer. Siempre he querido parar el tiempo y con mis imágenes me propuse pararlo y transmitir lo que veo en mi cerebro cuando hago la foto y me remueve. Yo no pienso en esa imagen, no, en lo que pienso es en lo que me llega. Por eso quiero que emocione, que remueva a quien la ve. Que la gente se pare a verla. Mi deseo es emocionar retratando objetos y personas”.

Con su accidente Alfonso sintió que la vida se le iba, por eso su deseo de parar la vida. “Vivimos muy rápido, por eso hago fotos de lo rural porque lo rápido lo tengo cada segundo en mi vida. Esta gente que fotografío tiene el tiempo parado. Luego les regalo las imágenes y se emocionan. Se las llevo con un marco. Me han llegado a decir que lo que les llevo no está pagado con dinero”, cuenta.

Me impactan sus fotografías y se lo digo. Contesta agradecido. “Me lo han dicho también otros fotógrafos que me escriben. Creo que la gente me está valorando. Y eso que sigo haciendo fotos en automático. Me dicen que avance, pero no sé”.

“Mi mirada es de lo que no vas a volver a vivir. Emociones vividas en el pasado que no van a volver”, dice.

La fotografía se ha convertido en su terapia, además de en parte crucial de su vida. “Lo primero es que estoy entretenido. Me ha ayudado también a superarme a mí mismo y a enfrentarme a mis problemas del día a día”.

Parte de las fotos de Imágenes con alma se puede ver en Ceadac, Madrid. Allí estarán expuestas hasta el 29 de noviembre. “No me esperaba que iba a quedar tan bonita la exposición, es muy emocionante”, dice. “Y lo más importante es que lo ve gente que está sufriendo igual que he sufrido. Es mi granito de arena”.

Alfonso está muy agradecido a Cristina, su terapeuta ocupacional, y Puri, su trabajadora social, que son quienes más lo animaron para que comenzara su aventura fotográfica. “Gracias a las fotos me he encontrado conmigo y he podido meditar en lo que me estaba sucediendo. El camino no ha sido nada fácil: me he empapado, me he caído a ríos, he roto objetivos, me he olvidado no sé qué... pero me ha ayudado a superarme a mí y a mis miedos”, concluye.

 

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