Alfonso J. Ussía: «De pequeño me caí en la marmita de los pecados capitales»

jay.ebert

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El periodista y escritor Alfonso J. Ussía, hijo del también escritor y periodista Alfonso Ussía y bisnieto del inolvidable dramaturgo Pedro Muñoz-Seca, acaba de publicar 'Borroka', su última e imprescindible novela. Gran cronista de Madrid, excelente conversador e incansable lector, se nos descubre aquí también como un impenitente (y virtuoso) pecador. —Le perdono uno de los siete capitales, a demanda:—Perdóname la ira.—¿Sería ese en el que le resulta más fácil caer? —No, en el que caigo una y otra vez es en la gula. —¿Incluye la bebida o solo la comida?—Solo la bebida, por supuesto. La bebida estimula el pensar. El tema del bebercio yo creo que es intrínseco a todos nosotros.Noticia Relacionada Los siete pecados capitales de... estandar Si Leonor Watling: «No peco por pereza» Rebeca Argudo La actriz, que estrena estos días la película 'Anatema', perdona cualquiera de los pecados que tienen que ver con la carne—¿No debería ser ni pecado?—Lo que debería es estar subvencionado. La gente que bebe, fuera patologías y adicciones, por supuesto, es gente más feliz.—¿Quien no bebe algo trama o algo esconde?—Esa desconfianza hacia el no bebedor es una buena defensa natural que, además, no suele fallar. —¿Qué tienen los pecados carnales que son más disculpables? —Ni siquiera deberían contar como pecados. Pero hasta con esos es capaz de acabar la pereza. Es el antídoto contra el resto de pecados.—Es curioso, porque la pereza anula al resto de pecados y la soberbia les abre la puerta. ¿Serían los padres de todos los pecados? —Sin ninguna duda. De hecho, yo la pereza lo sacaría de la lista porque es el pecado vencedor. La pereza gana por goleada porque te impide pecar de todos los demás. Podrían llamarse, en lugar de «los siete pecados capitales», la pereza y los seis enanitos. —¿Es ese el que más le cuesta perdonar?—No, sería la ira. No soporto a la gente irascible, que tiene mal carácter. Creo que está muy relacionado con la educación. —No me está resultando demasiado pecador… —Todo lo contrario, creo que de pequeño me caí en la marmita de los pecados capitales. Pero debí ser tan malo de pequeño que me he ido moderando. —Pero convendremos que la lista de los siete pecados capitales nos sirve, al menos, como brújula moral. Aunque solo sea para saber a qué debemos resistirnos… un poco (tampoco demasiado).—Sin pecados, la sociedad sería completamente inane. Los pecados son un motor. Sin ellos, seríamos una especie de panda de cobayas a la que alguien, con esos siete pecados capitales, podría convertir en una especie de ejército de siervos, pero que no nos llevaría a ningún sitio. No conviene que desaparezcan.—¿Debemos mantenerlos a raya?—Sin ninguna duda, pero solo lo justo. En esto me vuelvo muy 'escohotadista': «De la piel para adentro, mando yo. Ahí empieza mi exclusiva jurisdicción, y elijo si debo o no cruzar esa frontera. Soy un estado soberano». Así que yo, con mis pecados, haré lo que me dé la gana mientras no me imponga o dañe al estado soberano del otro.—¿Es difícil para un escritor, cuando su última novela es un celebrado éxito como 'Borroka', mantener a raya la soberbia? —Pues es tan sencillo como que, nosotros, lo único que hacemos es contar historias. Más que soberbio, hay que ser gilipollas para creerse algo cuando hay médicos salvando vidas, guardias civiles protegiéndonos, psiquiatras que nos arreglan la cabeza… Hay tantas cosas que son imprescindibles. Tenemos que estar ahí para contarlas, pero somos prescindibles. —Es necesario el cronista.—Es importante esa figura del testigo que mira, que ve y que narra.

 

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