Alessandro Lecquio y su ataque a Bárbara Rey: cuando el machismo se disfraza de clase magistral

goodwin.merlin

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"Ella dice que se sentía como una meretriz. Y hablo con conocimiento de causa. En la mesilla se deja dinero a la amante, a las meretrices se les paga por adelantado. Dejar dinero en la mesilla es ahorrarle a la otra parte incomodidades". Con esta diferenciación, Alessandro Lecquio intenta desacreditar el relato de Bárbara Rey sobre sus encuentros con el Rey emérito.

No sorprende que los que teatralizan su alta alcurnia utilicen la palabra "meretriz" con el objetivo de sentirse seres refinados. Aunque hay pronunciaciones que delatan ventanas sin ventilar más que purifican el lenguaje. Tampoco nos pilla por sorpresa que farden de situaciones que en 2025 deberían dar vergüenza. Lo que era más difícil de pronosticar a estas alturas del cuento es que Lecquio iba a osar en intentar instruir a la audiencia de Telecinco con la distinción entre una prostituta y una amante. Como si estuviera en Barrio Sésamo, pero de tasca (medieval).

Y la diferenciación, según Lecquio, está en el romanticismo del método de pago, que tiene tan normalizado que ni siquiera le asoma una pizca de pudor. Hasta lo comparte en la tele a las 13.30 del mediodía. No se pueden decir palabrotas a esa hora, pero sí promover liturgias furtivas de cobro. Los horarios infantiles son elásticos dependiendo para qué.

En nuestra sociedad todavía existen hombres que ven a mujeres como un objeto que se puede comprar y descambiar. Suelen ser los que recalcan que se "visten por los pies" a la vez que se sienten los más galanes porque dan limosna. Incluso una palmadita paternalista en la espalda si hace falta. Y, por supuesto, sacan pecho por tal generosidad frente a unos presentadores y contertulios que no rebaten. Nadie pestañea ante la barbaridad dicha en plató.

Porque no se ve como una barbaridad. Porque hay caballerosidades que tenemos todos demasiado naturalizadas en las cabezas. De hecho, el centro del debate del programa gira en torno a sembrar la duda sobre el testimonio de las declaraciones de Bárbara Rey a través de unos argumentos que son tan machistas que, en realidad, dan la razón a Bárbara Rey. Así los discursos de los programas del corazón desvían el interés informativo (pagar con fondos públicos) y se centran en la trama de culebrón de época, donde ellas siempre están sometidas a la duda. Entre otras cosas. Podríamos estar ante una imagen rescatada del archivo de la tele de 1976 y no notaríamos demasiada distinción. Con mucho traje. Con poca empatía.

La cosificación. El desdén. La subordinación previo pago de su importe. La propina que a algunos les limpia conciencias y, encima, creen que remarca su señorío. El machismo vuelve a hablar sin avergonzarse. Pensando que es totalmente normal, hasta gentil, una forma de mirar a la mujer y, como consecuencia, una forma de tratar a la sociedad que es la base de tantos problemas de nuestro tiempo.

 

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