Kylee_Prohaska
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Durante la epidemia de covid aprendimos mucho sobre enfermedades contagiosas. En aquellos meses, hoy reducidos a un recuerdo turbio según los grados de implicación en la tragedia, se especulaba con las formas de transmisión del virus. No era raro ver a gente protegerse de manera aparatosa y usar guantes y rociar cada paquete de la compra como si fuera radiactivo. Éramos ignorantes como lo somos ahora. Y la ignorancia conduce al miedo. Sin embargo, el contagio que vivimos en este momento es mucho menos obvio que aquel, pero nos empieza a condicionar la vida de manera tremenda. Para empezar, no sabemos muy bien definir el mal que padecemos, aunque se extiende de un modo implacable. Desde hace unos meses, puede decirse cualquier burrada sobre los inmigrantes sin que nadie se inmute. Hemos oído incluso decir que el método Meloni funciona y sería deseable copiarlo para España. ¿En serio? En Italia han hecho poco más que poner todas las trabas posibles al rescate de náufragos, cerrar sus puertos para desviar hacia la vía canaria las embarcaciones y empezar a levantar campos de detención en la vecina Albania. No es raro que los países limítrofes a los puntos de llegada de inmigración exijan ser pagados a tocateja para ejercer una especie de mano de hierro en el freno de inmigrantes. Estos países, cuyos escrúpulos a la hora de saltarse los derechos humanos son aún menores que los nuestros, han encontrado un negocio en eso de convertirse en sala de espera ingrata y violenta.
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