‘Ab urbe condita’, un nuevo trazado de Barcelona en la Manifesta 15

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“Nosotras ayudamos a mi padre a trazar con una cuerda entre los pinos el perímetro de la casa…”. Las ancianas hermanas Gomis reciben al batallón de gente del mundillo del arte, con sus tote bags coloridas y su ropa estilosa, una tarde luminosa de principios de septiembre, a la orilla del mar, en el pinar frente a la mítica Casa Gomis: la obra maestra que diseñó en los cincuenta Antoni Bonet, santo y seña de la arquitectura moderna catalana, tan legendaria a estas alturas que parece que al oír lo de la cuerda y el perímetro viajamos ab urbe condita y escuchamos a quienes presenciaron el mítico primer trazado a cordel de Roma o añaden versos al borgeano Fundación mítica de Buenos Aires.

La casa en sí misma casi parece un emblema de una Barcelona burguesa muy mitologizada: hermosísima, de una sofisticación tan elegantemente relajada como ajada, construida por una clase social e intelectual que durante el siglo XX prosperó y edificó hermosas casas bajo el franquismo sin dejar de criticarlo. Aquí se reunían los miembros del refinado Club 49 y por aquí pasaron John Cage y Merce Cunningham, Tàpies, Brossa o Miró. Las intervenciones artísticas contemporáneas que propone la bienal en el espacio son acertadamente poco intrusivas, notas al pie en el relato poderoso que cuenta la casa, y hay también algunas obras clásicas de Fina Miralles o Tàpies para recordar ese pasado: la cartela dedicada al segundo, sin embargo, lo simplifica al subrayar más su faceta tardía antifranquista que sus primeros años como artista potenciado por el régimen junto a otros de su generación para dar una imagen moderna de cara al exterior, y pierde así una ocasión de profundizar en el conocimiento del complicado pasado reciente de la ciudad y el país.

También encarna los problemas y debates del futuro de la ciudad: el calentamiento global y el cambio climático han obligado a levantar una escollera de hormigón frente a la playa para que el mar no se coma el jardín, y el agua salada amenaza con invadir los acuíferos que riegan los cultivos de la zona. Y por si fuera poco, el ruido de las olas deja de oírse cada vez que despega o aterriza algún avión en el aeropuerto de El Prat: las pistas quedan a menos de 500 metros de la casa, y su posible ampliación, patata caliente de los debates políticos sobre el modelo deseable para el futuro de la ciudad, pesa como una amenaza latente y por resolver.

'Exudates' (2024), de Eva Fàbregas, en la cárcel panóptica de Mataró.

Manifesta ha acertado al elegir esta casa como uno de los dos extremos del territorio mítico de una ciudad-mundo. A orillas del Llobregat, abre un paréntesis que cierran las colosales Tres Xemeneies a las del Besòs: dos polos que arman el relato y se necesitan mutuamente para explicarse y explicar la historia complicada, fascinante, agridulce, de la Barcelona contemporánea. Entremedias, otras 10 sedes de la Gran Barcelona periférica, algunas pijas y residenciales, otras charnegas, emigrantes y posindustriales. De perfiles culturales y demográficos muy distintos, desde luego, pero mediante las que propone una descentralización no solo sociológica y geográfica sino temporal. Siguiendo el hilo del cordel fundacional de las hermanas Gomis, también se trata de hacer catas históricas en los estratos del riquísimo pasado de una región urbana que tiene huellas de asentamientos humanos desde hace 4000 años. Vistos ambos extremos, platos fuertes y columna vertebral del evento, Manifesta invita a salir del centro de Barcelona y visitar lugares que cuentan otras historias.

Muchas veces las obras seleccionadas funcionan sobre todo como leves subrayados de lugares de fortísima personalidad y pasado. En Mataró, la primera cárcel panóptica de España (de 1863) tuvo en sus celdas a presos políticos tras la guerra y es ahora el centro de arte municipal MAC, con instalaciones ad hoc de Eva Fàbregas y de Domènec. En Granollers, una instalación del dúo italiano Masbedo ocupa el refugio antiaéreo construido durante la Guerra Civil bajo la plaza de Maluquer y permitirá visitarlo por primera vez a muchos vecinos y forasteros y reconstruir un momento crucial de la historia reciente de la ciudad. En Terrassa, la sede episcopal de la antigua Égara deslumbra con sus tres iglesias prerrománicas que recuerdan los intercambios culturales de la zona con toda Europa ya en el siglo VI (entre las obras seleccionadas luce un vídeo del veterano Miralda, terrassenc ilustre). Y en Sant Cugat, las instalaciones y piezas de Marianna Simnett, Diana Policarpo o Judy Chicago funcionan sobre todo como una excusa para acercarse a conocer el fabuloso claustro románico y entender la influencia de las órdenes monásticas en el desarrollo de la región del Vallès.

Manifesta 15. Barcelona y área metropolitana. Hasta el 24 de noviembre.

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