emard.travon
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Hace unos años, la administración británica planteó que un servicio sanitario, sea de atención primaria u hospitalaria, debe hacer no solo aquello que está demostrado que beneficia a la salud sino hacerlo en el momento adecuado y en el contexto necesario («right care, right time, right place»). ¿Se aplica esta estrategia a la atención de las personas mayores con cáncer de piel?Veamos, el 18% de los pacientes intervenidos por cáncer de piel en el Hospital Virgen Macarena durante los últimos 2 años tenían 85 años o más. Aunque este dato puede no resultar llamativo, habida cuenta de la pirámide demográfica que nos acompaña, significa que cada día laborable intervenimos por cáncer de piel a 3 personas con más de 85 años y cada semana a 2 mayores de 95, estos últimos con tumores que impactaban significativamente sobre su calidad de vida (úlcera en la cara, hemorragia, dolor, etc.). Pero esta estadística no representa a toda la población de edad avanzada con cáncer de piel: el 45% de los mayores de 90 años a los que se diagnosticó un cáncer de piel ya no eran candidatos a tratamiento quirúrgico. El tamaño alcanzado por el tumor, la fragilidad del paciente o la existencia de otras enfermedades explican por qué a casi la mitad de ellos no se pudo ofrecer un tratamiento curativo.La edad avanzada se asocia con una mayor frecuencia de cáncer, de enfermedades graves, estados de fragilidad y otras limitaciones físicas que, junto con el interés de cuidadores y profesionales en evitar incomodidades al paciente, hacen que a esta edad se consulte menos por lesiones de la piel. Pero el cáncer de piel ofrece 3 ventajas que favorecen su diagnóstico y tratamiento precoz, y por tanto curativo. En primer lugar, el cáncer de piel crece, en general, muy lentamente. Cuando se diagnostica en una persona de 90 años es muy probable que ese tumor estuviera presente 2, 5 o hasta 10 años antes, a una edad más propicia para resolverlo con garantías y seguridad. En segundo lugar, hasta el 85% de los tumores de piel pueden tratarse definitivamente mediante una intervención de 30 a 45 minutos, bajo anestesia local y en régimen ambulatorio. Y en tercer lugar, lo que lo hace realmente diferente: el cáncer de piel, desde que se inicia, se encuentra a la vista del propio paciente y de sus cuidadores.Conocidas estas oportunidades debemos reflexionar sobre lo que venimos haciendo. Las mejoras alcanzadas en supervivencia del cáncer durante las últimas décadas son innegables. Las sociedades científicas emprenden con frecuencia campañas dirigidas al diagnóstico precoz del cáncer. Sin embargo, no es habitual que una persona de edad avanzada acuda a una jornada de chequeo organizada por una sociedad científica o institución pública. Como tampoco es frecuente que sean consumidores de las píldoras divulgativas sobre diagnóstico precoz con las que saturamos las redes sociales. Por otra parte, durante las últimas décadas los servicios públicos de salud han trabajado intensamente, aunque con resultados diferentes, para mejorar el acceso a la atención hospitalaria. Uno de los programas con mayor impacto en este sentido, al menos en Andalucía, fue la plena implantación de la telemedicina. Hoy es una realidad, con sus áreas de mejora, que un paciente atendido en un centro de atención primaria de nuestro entorno tenga un diagnóstico e incluso un plan de tratamiento del servicio de dermatología en menos de 2-3 días. No obstante, después de 20 años, aunque la telemedicina permite atender a pacientes de edad avanzada en su propio domicilio, por sí misma no responde completamente a las necesidades de esta población.A partir de todo esto, qué hemos de hacer, cuándo y dónde para una atención al cáncer de piel en la edad avanzada más equitativa. Aunque las estrategias pueden ser variadas, es posible que deban incorporar 3 actitudes fundamentales: anticipación, proactividad y transversalidad. Cualquier lesión, herida o úlcera principalmente en la cara de una persona mayor debe considerarse inicialmente un cáncer de piel. Si esa lesión es finalmente un cáncer y no recibe tratamiento, continuará creciendo lenta pero inexorablemente para destruir tejidos más allá de la piel. Debemos anticiparnos a esto, anticipación que es tarea de todo el entorno del paciente, entorno de cuidados que suele ser un escenario de por sí complejo, por lo que trasladarle toda la responsabilidad puede perpetuar los resultados actuales. Es por lo que desde el lado sanitario debemos asumir una actitud más proactiva y de la mano de la tercera actitud: transversalidad. En nuestro medio, las personas mayores cuentan con una aceptable estructura de servicios sociales (centros de mayores, atención a domicilio, teleasistencia, etc.) que podemos aprovechar para acceder a ellos en el momento adecuado, anticipándonos, y allá donde se desarrolla su día a día. La integración de estos recursos sociales con los recursos humanos y tecnológicos del ámbito sanitario, hospitales y atención primaria, nos permitiría adaptarnos a la realidad personal y clínica del paciente mayor, y así evitar que sea este el que tenga que adaptarse a una estructura y ordenamiento sanitario complejo y altamente tecnificado. De esta forma estaríamos haciendo lo que hay que hacer, tratar el cáncer de piel en la edad avanzada de forma equitativa, cuando todavía es posible un tratamiento efectivo, y hacerlo en el contexto más adecuado para ello, que no tiene por qué ser una consulta o un quirófano del hospital.SOBRE EL AUTOR David Moreno Catedrático de Dermatología de la Universidad de Sevilla y Jefe de Servicio de Dermatología del Hospital Universitario Virgen Macarena
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