Karine_Botsford
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Playgirl, la primera revista que desnudó a los hombres para el goce de las mujeres, tuvo un gatillazo en su debut. En el primer número, publicado en junio de 1973, no hubo ni un solo desnudo frontal masculino, ni un solo pene. El fundador de Playgirl, Douglas Lambert, un empresario de la noche de Los Ángeles que soñaba con un Playboy femenino y feminista para mujeres “independientes, seguras de sí mismas, sensuales, informadas, implicadas, ambiciosas, sensibles, cariñosas, generosas, vivas, liberadas y libres”, consideró que las lectoras no querían verlo todo, ni sentirlo todo, ni experimentarlo todo.
Pese al chasco, el primer número se agotó. En cuatro días se vendieron más de 600.000 ejemplares. A las lectoras les gustó ver a un modelo llamado Eldon posando con las piernas cruzadas y la entrepierna oculta en sombras. Pero querían más y alzaron su voz enviando cartas de reclamación. “Compramos con entusiasmo nuestro primer número de NUESTRA revista. Debemos admitir que está muy bien hecha. Muchos de los artículos son interesantes y algunos son muy divertidos. Pero queremos dar voz a nuestra queja unánime: queremos EXPOSICIÓN en las páginas centrales y en las otras imágenes. Asumimos y esperamos que se corrija este error”, manifestaron las empleadas de Parke, Davis & Co. Laboratories, una compañía farmacéutica de Michigan. “La única queja que tengo es que estos tipos guapos posan de manera demasiado modesta. No hay nada obsceno en el cuerpo desnudo de un hombre... Te doy las gracias, Playgirl, pero por favor, danos más”, escribió Midge Carlisle, un ama de casa y madre de tres niños.
Lambert, que aspiraba a convertirse en un nuevo Hugh Hefner, escuchó a esas mujeres y a su propia esposa y rectificó. En el segundo número, el de julio, la cabecera enseñó al actor George Maharis, protagonista de la serie televisiva Ruta 66, en todo su esplendor, sin trampa ni cartón. De repente, Playgirl cambió las reglas del juego sobre quién veía y quién era visto, abriendo una ventana a la apropiación femenina de la mirada masculina, a las fantasías heteronormativas de las mujeres, al empoderamiento sexual femenino y, por qué no, a la cosificación del cuerpo masculino. Como dice el escritor e icono queer Bruce LaBruce, Playgirl fue “un correctivo feminista” a cabeceras machistas como Playboy, Penthouse y Hustler.
El porno suave disparó las ventas. En 1974, Playgirl ya vendía más de 1,7 millones de ejemplares mensuales en EE UU, Canadá y Europa, y acariciaba un readership de 14 millones de lectores. Bajo el lema de “Entretenimiento para las mujeres”, se convirtió rápidamente en un icono de la liberación femenina, pero también de la lucha de los gais. El año de su lanzamiento, 1973, fue el mismo en el que la Corte Suprema de EE UU legalizó el aborto y la American Psychiatric Association concluyó que la homosexualidad no era una enfermedad mental. La cabecera de Lambert representaba un lugar seguro para esos dos colectivos, históricamente discriminados y maltratados por los hombres heterosexuales.
Ahora, Playgirl celebra medio siglo de vida en un momento de avance del trumpismo y de retroceso de los derechos de las mujeres y el colectivo LGTBIQ+. La Corte Suprema ha derogado el derecho al aborto y Estados como Florida están restringiendo la discusión en las aulas sobre la orientación sexual o la identidad de género. “Espero que no volvamos a una edad oscura”, dice Daniel McKernan, director general de Playgirl, en conversación telefónica con EL PAÍS. McKernan es también el autor de Playgirl: The Official History of a Cult Magazine (Abrams Books), un libro de 240 páginas que recorre los 50 años de la publicación. El periodista intenta ser optimista, pero reconoce que hay señales de regresión. “Estamos teniendo muchos problemas en redes sociales como Instagram. Ahí todo lo vinculado con Playgirl está mal posicionado. Recibimos muchas quejas y denuncias. En la portada del libro se ve el pelo púbico de un hombre. ¿Eso es obsceno? No lo creo. Es ridículo. No es pornografía, es arte. El cuerpo masculino sigue siendo tabú. El pene sigue siendo algo prohibido para la gente y para el algoritmo de Instagram. Las personas detrás de los bots que nos denuncian son seres humanos que viven en países como la India, gente realmente conservadora”, se queja.
A McKernan, que trabaja en la revista desde 2007, se le ocurrió la idea de hacer este libro durante la pandemia. En el verano de 2020, en plena eclosión del teletrabajo, comenzó a digitalizar el archivo de Playgirl. El 50% ya está escaneado. “Pero es una tarea inmensa. Va a llevar varios años concluirlo”, reconoce. “Nadie sabe dónde están las fotos originales o los negativos. No hay hemeroteca. Cada vez que la revista cambiaba de dueño se tiraba todo a la basura. Solo nos quedan los ejemplares viejos”, explica. “Por eso considero que es importante salvar este legado. Forma parte de la historia de América y de la cultura pop”.
Playgirl se ha ganado un lugar en la cultura popular porque ha sido mucho más que porno soft. Las páginas de Playgirl: The Official History of a Cult Magazine recogen las fotos fabulosas, pero también las columnas tronchantes y atrevidas de referentes feministas como Anaïs Nin y Maya Angelou y las discusiones abiertas sobre sexualidad y política. También se rescatan algunas de las mejores piezas de periodismo de investigación, como Anatomía de un show de sexo en vivo, de 1974, o Yo dormí con un prostituto, de 1981; y reportajes muy adelantados como Voyerismo como juego previo, de 1980, o Ambos lados de la bisexualidad, de 1987.
Las entrevistas a iconos femenistas y gais siempre fueron otro de los platos fuertes de la revista. En 1985, Grace Jones anunció en Playgirl el fin de los roles sexuales. “¿Siente que es hombre y mujer?”, le preguntaron. “No, eso no es un sentimiento. Es un hecho”, respondió tajante la artista. En el año 2000, Anne Rice, autora de Entrevista con el vampiro, también habló del fin del género. “Todos mis personajes trascienden el género. No creo que el género sea importante”, dijo. La cantante Sandra Bernhard recordó cómo perdió su virginidad y la actriz Jane Fonda habló sobre su preferencia por la monogamia, mientras que, en 1988, Cher ya reconocía su debilidad por los hombres más jóvenes. “Me gusta jugar, salir a bailar e ir a conciertos de rock and roll. A la mayoría de los hombres mayores eso no les interesa, son vejestorios aburridos que se quedan dormidos después de un día duro en la oficina. No quiero eso”, explicaba en sus páginas.
Gloria Steinem, Joyce Carol Oates, Sally Field, Joan Collins, Liza Minnelli, Goldie Hawn, Meryl Streep, Jamie Lee Curtis, Bette Midler o Joan Rivers también hablaron sobre sexo y feminismo en Playgirl. En 1981, Dolly Parton admitió sus propios prejuicios sobre los desnudos masculinos. “Me da más vergüenza ver la foto de un hombre desnudo que ver a una mujer sin ropa”, dijo la leyenda de la música country. “Me parece natural que las mujeres posen y quieran ser guapas, pero me parece un poco torpe ver a un hombre haciendo poses sexis. Amo a los hombres, amo la piel, pero no puedo tomarme eso en serio”.
En la década de 1980, con la “guerra de las galaxias” de Ronald Regan como trasfondo, los penes erectos aterrizaron en la revista y dispararon todavía más las ventas. Esa fue su respuesta al rancio conservadurismo de la época. En los noventa, en pleno bum de la serie Sexo en Nueva York, el sexo de Playgirl se volvió más explícito… y más gay. A McKernan le preguntan constantemente si Playgirl es una revista para mujeres o para hombres homosexuales. Él siempre responde lo mismo: “Es una revista para mujeres, pero los gais siempre están más cachondos”. Muchos de los correos que recibe son de hombres y muchos compradores de su libro también lo son. “Acabamos de hacer un evento en Palm Springs. Todos eran gais de avanzada edad”, cuenta el director general.
Los hombres famosos llevan medio siglo resistiéndose a enseñar piel en Playgirl. Hubo grandes excepciones, como Christopher Atkins, protagonista de El lago azul; Tom Selleck, estrella de la serie Magnum, P.I.; o Lorenzo Lamas, el Reno Raines de Renegade. Hoy, a los galanes del cine y los ídolos de la música les sigue costando mostrarse sin ropa. “Les aterra verse asociados al porno. Nunca vamos a tener a Timothée Chalamet en nuestra revista si sacamos a actores porno. Por eso buscamos a modelos, a los hombres más bellos del mundo”, explica McKernan. “Todos los modelos con los que trabajamos son heterosexuales. Eso es como encontrar una aguja en un pajar. ¿Tú sabes lo difícil que es encontrar un chico guapo de Nebraska que quiera enseñar su pene?”.
En los 2000, coincidiendo con el auge de internet y las redes sociales, las ventas y la publicidad de la revista se desplomaron. Playgirl cambió varias veces de propietario. En 2015 cerró y en 2020 fue relanzada por Jack Lindley Kuhns, miembro de la familia Meyer, dueños de The Washington Post hasta que lo vendieron a Jeff Bezos, en 2013. El primer número impreso, en el que aparecía la actriz Chloë Sevigny desnuda y muy embarazada con la frase de portada “A partir de aquí nos encargamos nosotras”, se agotó.
También han lanzado nueva web, Playgirlplus.com, que ofrece entrevistas exclusivas a famosos, desnudos masculinos, ficción erótica y acceso a los archivos. La suscripción mensual cuesta 12,95 dólares (poco más de 12 euros, al cambio actual). “La esencia feminista de la revista es la misma. Tenemos nuevas colaboradoras y estamos volviendo a las raíces: entrevistas y portadas con famosos. Estamos trabajando en varias portadas que creemos que van a petar internet”, anuncia McKernan.
El aniversario y el libro han reavivado el fuego de la nostalgia por el porno suave de antaño. Los coleccionistas pagan grandes sumas por algunos ejemplares antiguos. El número de agosto de 1995, en el que aparece el ya fallecido Peter Steele, líder de la banda metal gótico Type O Negative, es uno de los más raros de encontrar y está a la venta en eBay por 5.000 dólares.
Playgirl sigue siendo una rareza, la única revista que se ha atrevido a apropiarse de la mirada masculina. ¿Por qué no hay más cabeceras como esta? “Es una buena pregunta. No lo sé”, responde su director general. ¿A las mujeres les interesa ver a hombres desnudos? “Es otra buena pregunta, pero yo no soy mujer”, contesta. ¿Qué sentido tiene Playgirl en la era del porno gratis y de OnlyFans? “Bueno, es que Playgirl nunca fue sobre porno o solo sobre porno. Siempre ha sido mucho más”.
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Pese al chasco, el primer número se agotó. En cuatro días se vendieron más de 600.000 ejemplares. A las lectoras les gustó ver a un modelo llamado Eldon posando con las piernas cruzadas y la entrepierna oculta en sombras. Pero querían más y alzaron su voz enviando cartas de reclamación. “Compramos con entusiasmo nuestro primer número de NUESTRA revista. Debemos admitir que está muy bien hecha. Muchos de los artículos son interesantes y algunos son muy divertidos. Pero queremos dar voz a nuestra queja unánime: queremos EXPOSICIÓN en las páginas centrales y en las otras imágenes. Asumimos y esperamos que se corrija este error”, manifestaron las empleadas de Parke, Davis & Co. Laboratories, una compañía farmacéutica de Michigan. “La única queja que tengo es que estos tipos guapos posan de manera demasiado modesta. No hay nada obsceno en el cuerpo desnudo de un hombre... Te doy las gracias, Playgirl, pero por favor, danos más”, escribió Midge Carlisle, un ama de casa y madre de tres niños.
Lambert, que aspiraba a convertirse en un nuevo Hugh Hefner, escuchó a esas mujeres y a su propia esposa y rectificó. En el segundo número, el de julio, la cabecera enseñó al actor George Maharis, protagonista de la serie televisiva Ruta 66, en todo su esplendor, sin trampa ni cartón. De repente, Playgirl cambió las reglas del juego sobre quién veía y quién era visto, abriendo una ventana a la apropiación femenina de la mirada masculina, a las fantasías heteronormativas de las mujeres, al empoderamiento sexual femenino y, por qué no, a la cosificación del cuerpo masculino. Como dice el escritor e icono queer Bruce LaBruce, Playgirl fue “un correctivo feminista” a cabeceras machistas como Playboy, Penthouse y Hustler.
El porno suave disparó las ventas. En 1974, Playgirl ya vendía más de 1,7 millones de ejemplares mensuales en EE UU, Canadá y Europa, y acariciaba un readership de 14 millones de lectores. Bajo el lema de “Entretenimiento para las mujeres”, se convirtió rápidamente en un icono de la liberación femenina, pero también de la lucha de los gais. El año de su lanzamiento, 1973, fue el mismo en el que la Corte Suprema de EE UU legalizó el aborto y la American Psychiatric Association concluyó que la homosexualidad no era una enfermedad mental. La cabecera de Lambert representaba un lugar seguro para esos dos colectivos, históricamente discriminados y maltratados por los hombres heterosexuales.
Ahora, Playgirl celebra medio siglo de vida en un momento de avance del trumpismo y de retroceso de los derechos de las mujeres y el colectivo LGTBIQ+. La Corte Suprema ha derogado el derecho al aborto y Estados como Florida están restringiendo la discusión en las aulas sobre la orientación sexual o la identidad de género. “Espero que no volvamos a una edad oscura”, dice Daniel McKernan, director general de Playgirl, en conversación telefónica con EL PAÍS. McKernan es también el autor de Playgirl: The Official History of a Cult Magazine (Abrams Books), un libro de 240 páginas que recorre los 50 años de la publicación. El periodista intenta ser optimista, pero reconoce que hay señales de regresión. “Estamos teniendo muchos problemas en redes sociales como Instagram. Ahí todo lo vinculado con Playgirl está mal posicionado. Recibimos muchas quejas y denuncias. En la portada del libro se ve el pelo púbico de un hombre. ¿Eso es obsceno? No lo creo. Es ridículo. No es pornografía, es arte. El cuerpo masculino sigue siendo tabú. El pene sigue siendo algo prohibido para la gente y para el algoritmo de Instagram. Las personas detrás de los bots que nos denuncian son seres humanos que viven en países como la India, gente realmente conservadora”, se queja.
A McKernan, que trabaja en la revista desde 2007, se le ocurrió la idea de hacer este libro durante la pandemia. En el verano de 2020, en plena eclosión del teletrabajo, comenzó a digitalizar el archivo de Playgirl. El 50% ya está escaneado. “Pero es una tarea inmensa. Va a llevar varios años concluirlo”, reconoce. “Nadie sabe dónde están las fotos originales o los negativos. No hay hemeroteca. Cada vez que la revista cambiaba de dueño se tiraba todo a la basura. Solo nos quedan los ejemplares viejos”, explica. “Por eso considero que es importante salvar este legado. Forma parte de la historia de América y de la cultura pop”.
Playgirl se ha ganado un lugar en la cultura popular porque ha sido mucho más que porno soft. Las páginas de Playgirl: The Official History of a Cult Magazine recogen las fotos fabulosas, pero también las columnas tronchantes y atrevidas de referentes feministas como Anaïs Nin y Maya Angelou y las discusiones abiertas sobre sexualidad y política. También se rescatan algunas de las mejores piezas de periodismo de investigación, como Anatomía de un show de sexo en vivo, de 1974, o Yo dormí con un prostituto, de 1981; y reportajes muy adelantados como Voyerismo como juego previo, de 1980, o Ambos lados de la bisexualidad, de 1987.
Las entrevistas a iconos femenistas y gais siempre fueron otro de los platos fuertes de la revista. En 1985, Grace Jones anunció en Playgirl el fin de los roles sexuales. “¿Siente que es hombre y mujer?”, le preguntaron. “No, eso no es un sentimiento. Es un hecho”, respondió tajante la artista. En el año 2000, Anne Rice, autora de Entrevista con el vampiro, también habló del fin del género. “Todos mis personajes trascienden el género. No creo que el género sea importante”, dijo. La cantante Sandra Bernhard recordó cómo perdió su virginidad y la actriz Jane Fonda habló sobre su preferencia por la monogamia, mientras que, en 1988, Cher ya reconocía su debilidad por los hombres más jóvenes. “Me gusta jugar, salir a bailar e ir a conciertos de rock and roll. A la mayoría de los hombres mayores eso no les interesa, son vejestorios aburridos que se quedan dormidos después de un día duro en la oficina. No quiero eso”, explicaba en sus páginas.
Gloria Steinem, Joyce Carol Oates, Sally Field, Joan Collins, Liza Minnelli, Goldie Hawn, Meryl Streep, Jamie Lee Curtis, Bette Midler o Joan Rivers también hablaron sobre sexo y feminismo en Playgirl. En 1981, Dolly Parton admitió sus propios prejuicios sobre los desnudos masculinos. “Me da más vergüenza ver la foto de un hombre desnudo que ver a una mujer sin ropa”, dijo la leyenda de la música country. “Me parece natural que las mujeres posen y quieran ser guapas, pero me parece un poco torpe ver a un hombre haciendo poses sexis. Amo a los hombres, amo la piel, pero no puedo tomarme eso en serio”.
En la década de 1980, con la “guerra de las galaxias” de Ronald Regan como trasfondo, los penes erectos aterrizaron en la revista y dispararon todavía más las ventas. Esa fue su respuesta al rancio conservadurismo de la época. En los noventa, en pleno bum de la serie Sexo en Nueva York, el sexo de Playgirl se volvió más explícito… y más gay. A McKernan le preguntan constantemente si Playgirl es una revista para mujeres o para hombres homosexuales. Él siempre responde lo mismo: “Es una revista para mujeres, pero los gais siempre están más cachondos”. Muchos de los correos que recibe son de hombres y muchos compradores de su libro también lo son. “Acabamos de hacer un evento en Palm Springs. Todos eran gais de avanzada edad”, cuenta el director general.
Los hombres famosos llevan medio siglo resistiéndose a enseñar piel en Playgirl. Hubo grandes excepciones, como Christopher Atkins, protagonista de El lago azul; Tom Selleck, estrella de la serie Magnum, P.I.; o Lorenzo Lamas, el Reno Raines de Renegade. Hoy, a los galanes del cine y los ídolos de la música les sigue costando mostrarse sin ropa. “Les aterra verse asociados al porno. Nunca vamos a tener a Timothée Chalamet en nuestra revista si sacamos a actores porno. Por eso buscamos a modelos, a los hombres más bellos del mundo”, explica McKernan. “Todos los modelos con los que trabajamos son heterosexuales. Eso es como encontrar una aguja en un pajar. ¿Tú sabes lo difícil que es encontrar un chico guapo de Nebraska que quiera enseñar su pene?”.
En los 2000, coincidiendo con el auge de internet y las redes sociales, las ventas y la publicidad de la revista se desplomaron. Playgirl cambió varias veces de propietario. En 2015 cerró y en 2020 fue relanzada por Jack Lindley Kuhns, miembro de la familia Meyer, dueños de The Washington Post hasta que lo vendieron a Jeff Bezos, en 2013. El primer número impreso, en el que aparecía la actriz Chloë Sevigny desnuda y muy embarazada con la frase de portada “A partir de aquí nos encargamos nosotras”, se agotó.
También han lanzado nueva web, Playgirlplus.com, que ofrece entrevistas exclusivas a famosos, desnudos masculinos, ficción erótica y acceso a los archivos. La suscripción mensual cuesta 12,95 dólares (poco más de 12 euros, al cambio actual). “La esencia feminista de la revista es la misma. Tenemos nuevas colaboradoras y estamos volviendo a las raíces: entrevistas y portadas con famosos. Estamos trabajando en varias portadas que creemos que van a petar internet”, anuncia McKernan.
El aniversario y el libro han reavivado el fuego de la nostalgia por el porno suave de antaño. Los coleccionistas pagan grandes sumas por algunos ejemplares antiguos. El número de agosto de 1995, en el que aparece el ya fallecido Peter Steele, líder de la banda metal gótico Type O Negative, es uno de los más raros de encontrar y está a la venta en eBay por 5.000 dólares.
Playgirl sigue siendo una rareza, la única revista que se ha atrevido a apropiarse de la mirada masculina. ¿Por qué no hay más cabeceras como esta? “Es una buena pregunta. No lo sé”, responde su director general. ¿A las mujeres les interesa ver a hombres desnudos? “Es otra buena pregunta, pero yo no soy mujer”, contesta. ¿Qué sentido tiene Playgirl en la era del porno gratis y de OnlyFans? “Bueno, es que Playgirl nunca fue sobre porno o solo sobre porno. Siempre ha sido mucho más”.
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50 años de ‘Playgirl’: porno suave para mujeres (y gais) fuertes
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