ygottlieb
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Hasta el año pasado, ni siquiera tenía un día para celebrar. Ahora, le han dedicado una semana entera, con su propia página web. La evolución de la jornada oficial del Cómic y el Tebeo, que cumple su segunda edición este domingo, sirve de resumen del momento creativo que vive la historieta, con obras de todo tipo, género y color, sencillísimas o tremendamente complejas, tradicionales o rompedoras. Y, también, del creciente reconocimiento, que al fin está arrinconando los prejuicios sobre la novela gráfica. Entre los eventos coordinados por el Ministerio de Cultura desde el pasado lunes, hubo un homenaje póstumo al dibujante Carlos Pacheco en Cádiz o un ciclo de conferencias sobre comiqueras en Madrid. Pero también la segunda reunión del Grupo de Trabajo sobre el sector: por más que el talento brille, la precariedad ensombrece la cotidianeidad de casi todos los autores. A la espera de que mejoren sus condiciones laborales, se pude disfrutar de sus obras. Además, el cartel oficial de este año reivindica “una lectura pausada y comprensiva”, según su autor, el último Premio Nacional, Borja González. Para ello, aquí va una lista de recomendaciones.
Dispararon al pianista, de Fernando Trueba y Javier Mariscal (Salamandra Graphic). La historia de la desaparición del músico brasileño Tenorio Cerqueira Júnior después de actuar junto con Vinicius de Moraes y Toquinho. Un cómic estupendamente facturado a nivel gráfico, con una atmósfera cálida y envolvente en cada viñeta y un guion con ritmo de documental. Por Jacobo Rivero.
Lo sabes aunque no te lo he dicho, de Candela Sierra (Astiberri). No escuchamos, no nos miramos, nos olvidamos los unos a los otros, leemos en diagonal, fingimos, rehuimos el contacto, nos encerramos en el móvil. Puede que cada época tenga sus defectos. Los nuestros, desde luego, quedan estupendamente narrados en un libro ideal para pararse a mirar en qué nos hemos convertido. Y, a la vez, para asombrarse ante el poder del lenguaje del cómic. Por Tommaso Koch.
Un pulpo en la garganta, de Zerocalcare (Reservoir Books). Una historia autobiográfica, como todas las del italiano, que se desarrolla durante la infancia. El segundo de sus libros, que ahora se publica en nuestro país, ya tenía todas las características de su obra. Una aventura con dos compañeros de escuela, con esa mezcla de ironía, humor y amargura social tan característica de su mirada. Por Jacobo Rivero.
Calavera Lunar, de Albert Monteys (Astiberri). Mucho antes de que la directora Greta Gerwig convirtiera una muñeca en un personaje de película, Albert Monteys ya había convertido un ayrgam boys en un superhéroe de cómic. El fenómeno no alcanzó las mismas proporciones bíblicas que Barbie, pero Calavera Lunar se ganó el corazón de los friquis nacionales, gracias a una épica cochambrosa y un ritmo frenético que convierte cada una de sus aventuras en una delicia. Han pasado ya más de 25 años de la publicación de sus divertidas historias (los primeros trabajos en solitario de Monteys tras su glorioso paso por el colectivo La Peñya), y Astiberri lo celebró con un recopilatorio especial que ofrece, además, una nueva historieta de esta descacharrante calavera galáctica. Por Aitor Marín.
El gran libro de Cuttlas, de Calpurnio (Reservoir Books). Un fabuloso compendio de la obra del aragonés Eduardo Pelegrín. Un librazo (más de 700 páginas) para tener en la mesilla, consultar en los tiempos muertos y dejarse atrapar por las historietas del vaquero Cuttlas que no han perdido actualidad y brillantez. Por Jacobo Rivero.
Gertrude Stein y la generación perdida, de Valentina Grande y Eva Rosetti (Liana, traducción de Inés Mesonero). Hubo en el siglo XX un París rutilante cuyo brillo aún continúa deslumbrando. Fue la ciudad que inspiró a Picasso, Braque, Matisse. El escenario donde compusieron algunos de sus escritos Hemingway, Scott Fitzgerald, Sherwood Anderson. Una galaxia del arte y la cultura que gravitaba en torno a una figura que, al contrario que sus coetáneos, todos nombres para la posteridad, ha quedado desdibujada en el recuento de la historia: la escritora y mecenas estadounidense Gertrude Stein. Mujer, lesbiana y altamente compleja —a veces admirable y otras a todas luces reprobable—, Stein es la protagonista de un cómic titulado con su nombre y recién publicado por Liana. Escrito por Valentina Grande y dibujado por Eva Rosetti, ambas autoras de otro título en la misma editorial dedicado a las pioneras del arte feminista (Feminist Art), el libro busca resituar el nombre de Stein ensalzando sus logros sin dejar de lado sus contradicciones. Por Silvia Hernando.
Zeca Afonso. Balada do desterro, de Teresa Moure y Maria Joâo Worm (aCentral Folque), disponible solo en portugués. La historia del mítico músico luso inspirador de la Revolución de los Claveles a través de la particular mirada de dos autoras. Una sucesión de estampas poéticas sobre su destierro en África y Galicia de enorme belleza conceptual. Por Jacobo Rivero.
Biblioteca Marvel: Los cuatro fantásticos, de Jack Kirby y Stan Lee (Panini). El día de San Valentín por fin se hizo oficial con un bonito pin-up sesentero: Los cuatro fantásticos, sus primeros superhéroes, por fin iban a saltar al universo Marvel cinematográfico, gracias a una cuarta adaptación capitaneada por Pedro Pascal y Vanessa Kirby que estará ambientada en unos coloristas años sesenta. Porque, aunque ninguna película haya sabido capturarlo, este equipo no solo es pionero en lo suyo, sino que es el retrato más colorista, grandilocuente e imaginativo que jamás se ha hecho en el tebeo. Un científico, su novia, su cuñado y su mejor amigo. No son más (ni menos) que una familia disfuncional que se enfrenta a los sucesos más gigantescos: desde un devorador de mundos con su heraldo plateado (vigilados por un ser barbilampiño que no puede inmiscuirse en los problemas terráqueos) hasta el dictador megalómano de un país de los Balcanes pasando por los complejos sociales de ser un hombre de piedra. La etapa de Stan Lee y Jack Kirby, ahora recopilada como nació, con su correo original incluido, es para lectores ávidos de arqueología (atentos a los ramalazos machistas que se escapan en la época), pero rompe tanto los esquemas de la imaginación, que sin ellos es imposible entender lo que vino después en el género. Son puros sesenta, y a veces su simpleza (acompañado de un dibujo nada simple) te da todo lo que necesitas. Por Eneko Ruiz Jiménez.
Krazy Kat, de George Herriman (La Cúpula). Pocas obras pueden producir tanto consenso sobre su maestría e influencia. Durante tres décadas, el trabajo de Herriman se convirtió en un laboratorio de experimentación continuada con el lenguaje del cómic, que se avanzaba a su tiempo para admiración de artistas e intelectuales, abriendo caminos todavía por explotar. Pero pocas ediciones han hecho tanta justicia a esta inmensa obra como la que publica La Cúpula, que supura cariño por esta creación con una exquisita restauración y una extraordinaria labor de traducción de Rubén Lardín, una tarea que parecía imposible. Por Álvaro Pons.
Tiburón blanco, de Genie Espinosa (Sapristi). Maude nunca conoció a su padre. Pero, cuando este fallece, tiene que acudir a la isla donde residía, para arreglar el papeleo y recoger sus cosas. Así, el último adiós se mezcla con el primer descubrimiento: a la vez que aprende cosas sobre su progenitor, se va despidiendo de él. Una historia sobre soledad y duelo, que aprovecha a fondo el lenguaje del cómic. Por Tommaso Koch.
Alvar Mayor Vol. 01, de Carlos Trillo y Enrique Breccia (Dolmen). En estos tiempos en los que se reabre la memoria colonial y se entra al complejo terreno de si hubo etnocidio, si es necesaria una descolonización o no, Alvar Mayor propone una alternativa sin moralismo. Las leyendas del tebeo argentino Carlos Trillo y Enrique Breccia cuentan una historia de salvajes aventuras que no tiene nada que envidiar a Corto Maltés. Los autores se preocupan más de retratar de manera fiel a la sociedad de la Nueva España del siglo XVIII que en tomar posturas ideológicas. Dolmen recupera en formato integral las historietas que fueron publicadas originalmente en la revista Skorpio entre 1977 y 1983. El cómic se titula como el protagonista, uno de los primeros blancos nacidos en el nuevo continente que guiará a los conquistadores y piratas en un mundo de mestizos, indígenas, chamanes y nuevos y antiguos dioses. Por Caio Ruvenal.
Mónica, de Daniel Clowes (Fulgencio Pimentel). Imposible, a estas alturas, descubrir a Daniel Clowes. Hace años que se le considera uno de los mejores creadores de cómics del mundo. Muchas de las razones están condensadas en su última obra editada en España, un decálogo de complejidad, melancolía, surrealismo y misterios, a través de muchos géneros y aún más capas narrativas. Se mezclan sectas, duelos, búsqueda de orígenes y decepciones. El autor tardó cinco años en terminar la obra. Valió la pena. Por Tommaso Koch.
Lois Lane: enemiga del pueblo, de Greg Rucka y Mike Perkins (ECC). Lois Lane es ese personaje al que todo el mundo reconoce, pero que en realidad pocos conocen, sobre todo ante adaptaciones recientes como la de Amy Adams. La novia de Superman es una periodista tenaz y contestataria, que no se amilana ante un señor con capa roja y que siempre va a querer investigar hasta el fondo. Por algo nadie más que ella podría haber descubierto la identidad secreta de Clark Kent. En esta colección, el experto en noir Greg Rucka, y el rasgado trazo de Mike Perkins le dan otra capa a su personalidad. Ahora es la investigadora de su propio suceso, de su propia serie. No será la mejor en gramática, pero tiene todas las características de esos idealizados periodistas del cine que podían destapar cualquier complot internacional. Una mezcla entre Los tres días del Cóndor y Marvels. Para todos esos amantes de la mitología del mundo de superhéroes que se aburren cuando los superhéroes se ponen a dar mamporrazos. Por Eneko Ruiz Jiménez.
El cuerpo de Cristo, de Bea Lema (Astiberri). La enfermedad mental ha entrado en las temáticas habituales del cómic a través de la medicina gráfica, pero Bea Lema ha conseguido ir un paso más allá mostrando el impacto que tienen en el ámbito personal y familiar estos problemas, jugando de una forma originalísima con el estilo para crear a través del bordado un vínculo orgánico, que conecta el sentimiento más íntimo con la realidad, con las emociones enfrentadas que se generan a cada paso. Por Álvaro Pons.
Question Vol. 1 : Zen y violencia, de Denny O’Neil y Denys Cowan (ECC). A los tebeos de súperhereos les va mejor cuando un autor de renombre se encarga de un personaje que estaba enterrado en el olvido. Lo demostró Alan Moore con La cosa del pantano, Grant Morrison con Animal Man o Denny O’Neil con The Question. Este último, después de rescatar a Batman en los setenta, reviviría al periodista Vic Sage con el mismo tono serio y, de preferencia, nocturno. La espectacularidad propia de los enmascarados se cambia por un relato que combina género policial, realismo social y filosofía. Es particularmente escalofriante el número 5, Cityscape. Por Caio Ruvenal.
Los Picapiedra, de Mark Russell, Steve Pugh y Rick Leonardi (ECC). Este cómic destapa uno de los secretos mejor guardados de la cultura popular. En una curiosa secuencia, descubrimos que Yabadabadú es una frase de autoayuda para tratar en terapia a los veteranos de las guerras del paleolítico que lidian con estrés postraumático. Pronto, la escena se convierte en una crítica a cómo EE UU trata a sus militares. Unas páginas después, veremos cómo esta sociedad con dinosaurios que friegan y cortan el césped está lidiando con un nuevo invento que pone en peligro sus valores. Póngase el casco: llega el matrimonio. En la televisión se oye: “Es un ataque inmoral a nuestra forma de vida”. Muchas veces nos olvidamos de que la antigua serie de Los Picapiedra no era más que un vuelco a la clásica sitcom, el género que mejor ha mostrado en televisión los cambios sociales ante un público generalista, desde la más pura rutina familiar. Cabía desde el embarazo (que apareció primero en Yo amo a Lucy) hasta el matrimonio homosexual (en Will y Grace). Su maravillosa y rompedora adaptación al cómic simplemente traslada el conflicto al siglo XXI, en un género con muchos menos tapujos, censuras y donde la verosimilitud está muchos pasos por encima. Una cosa tan sencilla, y a la vez rompedora. Desde su rutina, y locura, este tebeo es uno de los más mordaces y críticos del panorama. Por Eneko Ruiz Jiménez.
El abismo del olvido, de Paco Roca y Rodrigo Terrasa (Astiberri). La memoria es un tema recurrente en la obra de Paco Roca, quien esta vez se ha aliado con el periodista Rodrigo Terrasa para reconstruir con detalle y emoción los trabajos de exhumación de una fosa común de la Guerra Civil en el cementerio de Paterna (Valencia). A partir de la historia de Pepita Celda, una mujer de 81 años cuyo padre, fusilado por la Guardia Civil al término de la contienda, yace en esa tumba sin nombre, los autores elaboran una profunda reflexión sobre la necesidad de recuperar la memoria. El trabajo gráfico y narrativo de Roca es, como de costumbre, una lección magistral, a la que en esta ocasión se añaden el rigor y la exhaustiva labor de investigación de Terrasa para completar otra obra imprescindible del cómic español. Por Aitor Marín.
Limpieza en seco, de Joris Mertens (Planeta Cómic). Poquísimas palabras, muchos silencios y unos dibujos prodigiosos se juntan para narrar la extraña historia de François. Tampoco es que haya mucho que contar: una existencia anodina, repetitiva, sin apenas chispa. El mismo trabajo decepcionante, la misma cerveza, el mismo intento fallido a la lotería. Día tras día, mientras fuera no para de diluviar. Hasta que el hombre encuentra una bolsa. Y, quizás, una esperanza de cambio. ¿A mejor? Por Tommaso Koch.
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Dispararon al pianista, de Fernando Trueba y Javier Mariscal (Salamandra Graphic). La historia de la desaparición del músico brasileño Tenorio Cerqueira Júnior después de actuar junto con Vinicius de Moraes y Toquinho. Un cómic estupendamente facturado a nivel gráfico, con una atmósfera cálida y envolvente en cada viñeta y un guion con ritmo de documental. Por Jacobo Rivero.
Lo sabes aunque no te lo he dicho, de Candela Sierra (Astiberri). No escuchamos, no nos miramos, nos olvidamos los unos a los otros, leemos en diagonal, fingimos, rehuimos el contacto, nos encerramos en el móvil. Puede que cada época tenga sus defectos. Los nuestros, desde luego, quedan estupendamente narrados en un libro ideal para pararse a mirar en qué nos hemos convertido. Y, a la vez, para asombrarse ante el poder del lenguaje del cómic. Por Tommaso Koch.
Un pulpo en la garganta, de Zerocalcare (Reservoir Books). Una historia autobiográfica, como todas las del italiano, que se desarrolla durante la infancia. El segundo de sus libros, que ahora se publica en nuestro país, ya tenía todas las características de su obra. Una aventura con dos compañeros de escuela, con esa mezcla de ironía, humor y amargura social tan característica de su mirada. Por Jacobo Rivero.
Calavera Lunar, de Albert Monteys (Astiberri). Mucho antes de que la directora Greta Gerwig convirtiera una muñeca en un personaje de película, Albert Monteys ya había convertido un ayrgam boys en un superhéroe de cómic. El fenómeno no alcanzó las mismas proporciones bíblicas que Barbie, pero Calavera Lunar se ganó el corazón de los friquis nacionales, gracias a una épica cochambrosa y un ritmo frenético que convierte cada una de sus aventuras en una delicia. Han pasado ya más de 25 años de la publicación de sus divertidas historias (los primeros trabajos en solitario de Monteys tras su glorioso paso por el colectivo La Peñya), y Astiberri lo celebró con un recopilatorio especial que ofrece, además, una nueva historieta de esta descacharrante calavera galáctica. Por Aitor Marín.
El gran libro de Cuttlas, de Calpurnio (Reservoir Books). Un fabuloso compendio de la obra del aragonés Eduardo Pelegrín. Un librazo (más de 700 páginas) para tener en la mesilla, consultar en los tiempos muertos y dejarse atrapar por las historietas del vaquero Cuttlas que no han perdido actualidad y brillantez. Por Jacobo Rivero.
Gertrude Stein y la generación perdida, de Valentina Grande y Eva Rosetti (Liana, traducción de Inés Mesonero). Hubo en el siglo XX un París rutilante cuyo brillo aún continúa deslumbrando. Fue la ciudad que inspiró a Picasso, Braque, Matisse. El escenario donde compusieron algunos de sus escritos Hemingway, Scott Fitzgerald, Sherwood Anderson. Una galaxia del arte y la cultura que gravitaba en torno a una figura que, al contrario que sus coetáneos, todos nombres para la posteridad, ha quedado desdibujada en el recuento de la historia: la escritora y mecenas estadounidense Gertrude Stein. Mujer, lesbiana y altamente compleja —a veces admirable y otras a todas luces reprobable—, Stein es la protagonista de un cómic titulado con su nombre y recién publicado por Liana. Escrito por Valentina Grande y dibujado por Eva Rosetti, ambas autoras de otro título en la misma editorial dedicado a las pioneras del arte feminista (Feminist Art), el libro busca resituar el nombre de Stein ensalzando sus logros sin dejar de lado sus contradicciones. Por Silvia Hernando.
Zeca Afonso. Balada do desterro, de Teresa Moure y Maria Joâo Worm (aCentral Folque), disponible solo en portugués. La historia del mítico músico luso inspirador de la Revolución de los Claveles a través de la particular mirada de dos autoras. Una sucesión de estampas poéticas sobre su destierro en África y Galicia de enorme belleza conceptual. Por Jacobo Rivero.
Biblioteca Marvel: Los cuatro fantásticos, de Jack Kirby y Stan Lee (Panini). El día de San Valentín por fin se hizo oficial con un bonito pin-up sesentero: Los cuatro fantásticos, sus primeros superhéroes, por fin iban a saltar al universo Marvel cinematográfico, gracias a una cuarta adaptación capitaneada por Pedro Pascal y Vanessa Kirby que estará ambientada en unos coloristas años sesenta. Porque, aunque ninguna película haya sabido capturarlo, este equipo no solo es pionero en lo suyo, sino que es el retrato más colorista, grandilocuente e imaginativo que jamás se ha hecho en el tebeo. Un científico, su novia, su cuñado y su mejor amigo. No son más (ni menos) que una familia disfuncional que se enfrenta a los sucesos más gigantescos: desde un devorador de mundos con su heraldo plateado (vigilados por un ser barbilampiño que no puede inmiscuirse en los problemas terráqueos) hasta el dictador megalómano de un país de los Balcanes pasando por los complejos sociales de ser un hombre de piedra. La etapa de Stan Lee y Jack Kirby, ahora recopilada como nació, con su correo original incluido, es para lectores ávidos de arqueología (atentos a los ramalazos machistas que se escapan en la época), pero rompe tanto los esquemas de la imaginación, que sin ellos es imposible entender lo que vino después en el género. Son puros sesenta, y a veces su simpleza (acompañado de un dibujo nada simple) te da todo lo que necesitas. Por Eneko Ruiz Jiménez.
Krazy Kat, de George Herriman (La Cúpula). Pocas obras pueden producir tanto consenso sobre su maestría e influencia. Durante tres décadas, el trabajo de Herriman se convirtió en un laboratorio de experimentación continuada con el lenguaje del cómic, que se avanzaba a su tiempo para admiración de artistas e intelectuales, abriendo caminos todavía por explotar. Pero pocas ediciones han hecho tanta justicia a esta inmensa obra como la que publica La Cúpula, que supura cariño por esta creación con una exquisita restauración y una extraordinaria labor de traducción de Rubén Lardín, una tarea que parecía imposible. Por Álvaro Pons.
Tiburón blanco, de Genie Espinosa (Sapristi). Maude nunca conoció a su padre. Pero, cuando este fallece, tiene que acudir a la isla donde residía, para arreglar el papeleo y recoger sus cosas. Así, el último adiós se mezcla con el primer descubrimiento: a la vez que aprende cosas sobre su progenitor, se va despidiendo de él. Una historia sobre soledad y duelo, que aprovecha a fondo el lenguaje del cómic. Por Tommaso Koch.
Alvar Mayor Vol. 01, de Carlos Trillo y Enrique Breccia (Dolmen). En estos tiempos en los que se reabre la memoria colonial y se entra al complejo terreno de si hubo etnocidio, si es necesaria una descolonización o no, Alvar Mayor propone una alternativa sin moralismo. Las leyendas del tebeo argentino Carlos Trillo y Enrique Breccia cuentan una historia de salvajes aventuras que no tiene nada que envidiar a Corto Maltés. Los autores se preocupan más de retratar de manera fiel a la sociedad de la Nueva España del siglo XVIII que en tomar posturas ideológicas. Dolmen recupera en formato integral las historietas que fueron publicadas originalmente en la revista Skorpio entre 1977 y 1983. El cómic se titula como el protagonista, uno de los primeros blancos nacidos en el nuevo continente que guiará a los conquistadores y piratas en un mundo de mestizos, indígenas, chamanes y nuevos y antiguos dioses. Por Caio Ruvenal.
Mónica, de Daniel Clowes (Fulgencio Pimentel). Imposible, a estas alturas, descubrir a Daniel Clowes. Hace años que se le considera uno de los mejores creadores de cómics del mundo. Muchas de las razones están condensadas en su última obra editada en España, un decálogo de complejidad, melancolía, surrealismo y misterios, a través de muchos géneros y aún más capas narrativas. Se mezclan sectas, duelos, búsqueda de orígenes y decepciones. El autor tardó cinco años en terminar la obra. Valió la pena. Por Tommaso Koch.
Lois Lane: enemiga del pueblo, de Greg Rucka y Mike Perkins (ECC). Lois Lane es ese personaje al que todo el mundo reconoce, pero que en realidad pocos conocen, sobre todo ante adaptaciones recientes como la de Amy Adams. La novia de Superman es una periodista tenaz y contestataria, que no se amilana ante un señor con capa roja y que siempre va a querer investigar hasta el fondo. Por algo nadie más que ella podría haber descubierto la identidad secreta de Clark Kent. En esta colección, el experto en noir Greg Rucka, y el rasgado trazo de Mike Perkins le dan otra capa a su personalidad. Ahora es la investigadora de su propio suceso, de su propia serie. No será la mejor en gramática, pero tiene todas las características de esos idealizados periodistas del cine que podían destapar cualquier complot internacional. Una mezcla entre Los tres días del Cóndor y Marvels. Para todos esos amantes de la mitología del mundo de superhéroes que se aburren cuando los superhéroes se ponen a dar mamporrazos. Por Eneko Ruiz Jiménez.
El cuerpo de Cristo, de Bea Lema (Astiberri). La enfermedad mental ha entrado en las temáticas habituales del cómic a través de la medicina gráfica, pero Bea Lema ha conseguido ir un paso más allá mostrando el impacto que tienen en el ámbito personal y familiar estos problemas, jugando de una forma originalísima con el estilo para crear a través del bordado un vínculo orgánico, que conecta el sentimiento más íntimo con la realidad, con las emociones enfrentadas que se generan a cada paso. Por Álvaro Pons.
Question Vol. 1 : Zen y violencia, de Denny O’Neil y Denys Cowan (ECC). A los tebeos de súperhereos les va mejor cuando un autor de renombre se encarga de un personaje que estaba enterrado en el olvido. Lo demostró Alan Moore con La cosa del pantano, Grant Morrison con Animal Man o Denny O’Neil con The Question. Este último, después de rescatar a Batman en los setenta, reviviría al periodista Vic Sage con el mismo tono serio y, de preferencia, nocturno. La espectacularidad propia de los enmascarados se cambia por un relato que combina género policial, realismo social y filosofía. Es particularmente escalofriante el número 5, Cityscape. Por Caio Ruvenal.
Los Picapiedra, de Mark Russell, Steve Pugh y Rick Leonardi (ECC). Este cómic destapa uno de los secretos mejor guardados de la cultura popular. En una curiosa secuencia, descubrimos que Yabadabadú es una frase de autoayuda para tratar en terapia a los veteranos de las guerras del paleolítico que lidian con estrés postraumático. Pronto, la escena se convierte en una crítica a cómo EE UU trata a sus militares. Unas páginas después, veremos cómo esta sociedad con dinosaurios que friegan y cortan el césped está lidiando con un nuevo invento que pone en peligro sus valores. Póngase el casco: llega el matrimonio. En la televisión se oye: “Es un ataque inmoral a nuestra forma de vida”. Muchas veces nos olvidamos de que la antigua serie de Los Picapiedra no era más que un vuelco a la clásica sitcom, el género que mejor ha mostrado en televisión los cambios sociales ante un público generalista, desde la más pura rutina familiar. Cabía desde el embarazo (que apareció primero en Yo amo a Lucy) hasta el matrimonio homosexual (en Will y Grace). Su maravillosa y rompedora adaptación al cómic simplemente traslada el conflicto al siglo XXI, en un género con muchos menos tapujos, censuras y donde la verosimilitud está muchos pasos por encima. Una cosa tan sencilla, y a la vez rompedora. Desde su rutina, y locura, este tebeo es uno de los más mordaces y críticos del panorama. Por Eneko Ruiz Jiménez.
El abismo del olvido, de Paco Roca y Rodrigo Terrasa (Astiberri). La memoria es un tema recurrente en la obra de Paco Roca, quien esta vez se ha aliado con el periodista Rodrigo Terrasa para reconstruir con detalle y emoción los trabajos de exhumación de una fosa común de la Guerra Civil en el cementerio de Paterna (Valencia). A partir de la historia de Pepita Celda, una mujer de 81 años cuyo padre, fusilado por la Guardia Civil al término de la contienda, yace en esa tumba sin nombre, los autores elaboran una profunda reflexión sobre la necesidad de recuperar la memoria. El trabajo gráfico y narrativo de Roca es, como de costumbre, una lección magistral, a la que en esta ocasión se añaden el rigor y la exhaustiva labor de investigación de Terrasa para completar otra obra imprescindible del cómic español. Por Aitor Marín.
Limpieza en seco, de Joris Mertens (Planeta Cómic). Poquísimas palabras, muchos silencios y unos dibujos prodigiosos se juntan para narrar la extraña historia de François. Tampoco es que haya mucho que contar: una existencia anodina, repetitiva, sin apenas chispa. El mismo trabajo decepcionante, la misma cerveza, el mismo intento fallido a la lotería. Día tras día, mientras fuera no para de diluviar. Hasta que el hombre encuentra una bolsa. Y, quizás, una esperanza de cambio. ¿A mejor? Por Tommaso Koch.
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