'Zapal', el poblado chabolista de Barbate que revive 50 años después de su demolición

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A tan solo 100 metros de la playa de El Carmen, en Barbate (Cádiz), ya solo queda una gran explanada en la que florecen los miles de recuerdos de lo que un día fue 'Zapal'. Cincuenta años después de su demolición, este poblado chabolista revive ante el orgullo de quienes recuerdan sus costumbres, cultura y forma de vida, de la mano de La memoria de una fotografía: un cortometraje basado en una imagen de sus gentes tomada en 1937, en plena Guerra Civil, por el fotógrafo José Reymundo.

El nacimiento de este poblado se remonta a 1874, cuando la instalación de una almadraba en la localidad impulsó la economía gaditana gracias a la pesca. Hasta allí se desplazaron centenares de migrantes (de España y Portugal) en búsqueda de prosperidad y nuevas oportunidades.

La avalancha de trabajadores pronto provocó una falta de viviendas, por lo que ellos mismos se vieron obligados a fabricárselas con sus propias manos a base de "chapas, maderas y tablones", explica a 20minutos Francisco Artacho, codirector de la obra. Ante la carencia de espacio en el municipio, no hubo más remedio que 'edificar' frente a la playa, lo que bautizó al lugar como 'Zapal', que en portugués (Sapal) significa "zona inundable".

3.200 personas en 700 chabolas​


El boom, sin embargo, se produjo casi 50 años más tarde, en la década de 1920. Tras el colapso de la economía después la I Guerra Mundial, Barbate se postulaba como 'la ciudad de las oportunidades', siendo un gran lugar para el desarrollo de la industria conservera y la exportación. "Muchísima gente vino para trabajar faenando en el mar y en la construcción del puerto viejo", detalla a este medio José Luis Tirado, codirector de la obra junto a Artacho.

Este contexto de hambre y miseria marcó el culmen de un asentamiento que fue creciendo poco a poco, hasta que en la década de 1930 llegó a acoger a aproximadamente 3.200 personas, tan humanas como pobres, que a duras penas podían sobrevivir cuasihacinadas en las 680 chabolas construidas.

Hacinamiento y mucha hambre​


Entre calles embarradas y mantos de polvo se vislumbraban las humildes casas de los 'zapaleños', donde cientos de familias vivían con "un solo camastro de paja y una lámpara de carburo para alumbrar por la noche", explica con acento sureño María 'La Ratona', protagonista del cortometraje, a quien da voz la periodista Yolanda Marín.

Una de las mayores odiseas era el baño, y es que tenían "hacer sus necesidades en un cubo" para después recorrer el polvoriento camino que llevaba hasta el barranco donde vaciaban el balde que luego lavaban en la playa. Todo ello entre las nubes de insectos que aleteaban en el aire para dar nombre a este lugar, conocido como "el pueblo de las moscas", recuerda el cortometraje.

"La vida en familia y comunidad era lo único que tenían", incide Marín, pues allí todos eran una piña unida ante una adversidad que golpeaba por igual a toda una comunidad: cuando alguien se ponía malo, le ayudaban, y cuando alguien no podía comer ese día, todos compartían la poca comida que tenían para echarse la boca, tal y como se observa en la obra.

"Eran condiciones infrahumanas, no tenían casi nada y trabajando como mano de obra sufrían gran explotación", recalca la barbateña, haciendo hincapié en una época en la que el franquismo impuso "el miedo y la represión". Esta forma de vida, como consecuencia, les costó una fama: "A los 'zapaleños' no les querían en el resto de Barbate".

Un gran cambio​


Gracias a la representación de este reducto gaditano, sin embargo, esta idea ha cambiado, y es que se han derribado muchos tabúes, según Tirado: "Hasta este momento 'zapaleño' era un adjetivo despectivo. Ahora muchos se han identificado como que eran de allí. Ha habido un orgullo de clase de quienes hasta ahora estaban reprimidos y ocultando de donde eran realmente".

Gracias a esto, ha cambiado el prisma de un poblado que terminó por desaparecer en 1974, después del realojo de sus vecinos en viviendas sociales: "Hay conciencia de que eran unas condiciones de vida muy duras, de mucha pobreza. Pero también hay un recuerdo de vida y sobre todo de la vida en comunidad. Eso es lo que la ahora recuerda con orgullo".

Acogida masiva​


Tras el estreno de esta pieza en lugares como Barbate o Córdoba, la aceptación del público ha sido masiva. "No nos lo esperábamos, desde el primer día ha tenido una acogida maravillosa", reconoce Marín, a lo que Artacho añade que están "recogiendo los frutos de un trabajo hecho con mucha ilusión".

Gracias a ello, este cortometraje ha "recibido el premio a Mejor Dirección en el Festival Internacional de Cine Documental de Córdoba", mientras que también optar a tocar la gloria en el Festival Internacional de Cine con la memoria de Madrid, a la vez que ha sido seleccionado para participar en el Festival de Cine Europeo de Sevilla, concluye con mucho orgullo el codirector.

 

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