vidal63
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Hagan el ejercicio. Inviertan una hora de su Navidad en ver de nuevo el especial de fin de año de Martes y Trece llamado El 92 cava con todo. Uno de los más recordados. Sí, aquel que parodió a Isabel Pantoja y Encarna Sánchez bajo el bonito sol de Palma de Mallorca, "cuando no llueve".
La carcajada más ilusa volverá a sobresaltarse en su cara. Prometido. Porque solemos ver gags del dúo cómico fuera de su contexto, pero revivir al completo este programa es asistir a la edad de oro de un tipo de humor que representó la España que corría hacia las Olimpiadas y la Expo'92. Aquella España que pensaba que el futuro sólo podía ser mejor. Y lo fue.
Pero Martes y Trece huía de la política. A Millán Salcedo y Josema Yuste no les interesaba. Elegían la cotidianidad mediática como materia prima. De hecho, estos programas funcionaban tan bien porque eran una crítica despiadada desde dentro de la tele a las prácticas de la propia tele, sus programas y sus anunciantes. Lo que les hacía infalibles. Sus parodias estaban en el imaginario colectivo gracias al gran medio de masas. Y, además, no levantaban suspicacias según la ideología que tuvieras, pues parodiaban todo lo que nos une y pasaban de los frentismos que intentan separarnos. Era como un oasis para celebrar las anécdotas que son imprescindibles para motivar la vida y, a la vez, romper con la rutina de la actualidad que marcan los informativos. Una tregua de risas. Falta hace, a veces.
Probablemente, por eso mismo, El 92 cava con todo continúa despertando las risas de la ilusión más ingenua rescatado tres décadas después. Hay determinados sketches que han podido caducar, pero el relato del programa juega desde la travesura infantil que se fija en el sentimiento universal más que en la noticia instantánea.
Con la cualidad añadida de que los sketches de Martes y Trece no se estiraban de más. "Admiro a los creadores, no a los imitadores. Ni a los cuenta chistes, cuando los cuentan largos y mal, feos y sucios", decía Miguel Gila. Josema y Millán cumplian este requisito.
Los gags de Martes y Trece duraban lo justo, pero remataban bien. Era como comer pipas, siempre querías uno más. Y todos iban tejiéndose a través de una trama transversal que jugaba con los fenómenos del momento, las canciones de siempre y los complejos de entonces. Así sus programas representan a la comedia que con los años no deja de enseñarnos cómo éramos e incluso enseñándonos la patita de por qué somos así ahora.
Vean El 92 cava con todo de principio a fin. Se les pasará volando y se sorprenderán riéndose como se reían entonces si ya lo vivieron. Y si no lo vivieron, se percatarán de que se puede hacer show sin política y política sin show. Quizá, por eso mismo, nos sigue haciendo tanta gracia. Aunque ya no seamos los mismos. Aunque ya no nos riamos igual. Porque los argumentarios de la tertulia política caducan, pero la política que esconde la trastada infantil rebelándose es eterna.
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