'Los años nuevos', la nueva serie de Sorogoren para Movistar Plus+: crónica de un amor

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Rodrigo Sorogoyen celebraba fin de año en Marrakech con su novia de entonces. Fue allí donde se le ocurrió que podía contar la historia de una pareja en diez nocheviejas. Imaginar sus vidas durante esos 31 de diciembre y 1 de enero, y también todo aquello que había sucedido en off, el resto del año. "El hecho de ponerte unas reglas muy precisas hace que ya sepas adónde ir con el guion", reflexiona el director de As bestas cuando lo entrevistamos en la Seminci, donde Los años nuevos se estrenó tras su premiere mundial en el Festival de Venecia.

A su lado, Sara Cano y Paula Fabra, cocreadoras de la miniserie que dirige Sorogoyen junto a Sandra Romero (Por donde pasa el silencio) y David Martín de los Santos (La vida era eso), recuerdan que llegaron a escribir dos series: la de 10 capítulos que se puede ver en Movistar Plus+ desde el 28 de noviembre la primera parte y desde el 12 de diciembre la segunda, y la de las cosas que pasaban entre capítulo y capítulo. "Es mucho mejor la serie que no ves", bromea Sorogoyen con su estilo vacilón habitual. "Hay que hacerla –le responde Cano–. Son 552 capítulos". Pero Fabra pone sobre la mesa el trabajo que hay detrás de esos 10 capítulos, esos offs entre episodios que les servían de guía para saber qué había pasado entre nochevieja y nochevieja. "Hay un trabajo de guion muy preciso", afirma el director.

Historia de un noviazgo​


Los años nuevos es la historia de amor de Ana (Iria del Río) y Óscar (Franceso Carril). Una historia que empieza el 31 de diciembre de 2015, cuando esta periodista desencantada y este médico internista se conocen durante una de esas nocheviejas madrileñas donde distintos grupos de amigos acaban en la misma fiesta. Él cumple años el 31 de diciembre; ella, el 1 de enero. Una coincidencia que los anima a viajar de empalmada a Valencia, aunque los planes se tuerzan de camino por la inesperada crisis de pareja de los colegas que ponen el coche. Porque Los años nuevos es la historia de Ana y Óscar pero es también la de muchas otras parejas.

La serie es un gran retablo sobre relaciones amorosas: primeros amores, matrimonios de toda una vida, rolletes de una noche, relaciones abiertas, poliamores, divorcios, adulterios, amores en la madurez... A veces son pinceladas, retratos vivos en los que una pareja mira a cámara y sonríe o lo contrario. Otra veces son conversaciones sobre terceras personas, sobre personajes secundarios que entran en un capítulo y después desaparecen por completo o que ni siquiera llegamos a ver

Y luego está ese estudio en profundidad de las relaciones de pareja a lo Secretos de un matrimonio, de Bergman, o incluso del remake de Hagai Levi, que se aplica sobre los dos protagonistas, Ana y Óscar. Seguimos su relación desde esa primera nochevieja de 2015 hasta el 31 de diciembre de 2024: su amistad, su enamoramiento, sus desencuentros, peleas, celos, pasiones... y todo el abanico de emociones por las que los protagonistas transitan a lo largo de 10 años.

Una crónica trufada de canciones del indie español, y, sobre todo, del gran trovador de los temporales sentimentales, Nacho Vegas. Un análisis que sería imposible sin esos protagonistas tan bien construidos a los que vamos conociendo poco a poco a través de sus actos y, por supuesto, sin la estructura por fascículos de Los años nuevos, sin su duración de más de siete horas, como ocurría en La mejor juventud, referencia de Los años nuevos que los protagonistas citan en uno de los capítulos, aunque la serie no se abra tanto al exterior como aquella hasta su segunda parte, cuando llega la pandemia. "Nosotros intentábamos huir de esos personajes que estamos acostumbrados a ver en la televisión, que son muy estancos, los definen cuatro adjetivos y no salen de ahí. Los seres humanos cambiamos, y en pareja muchas veces te adaptas al otro", explica Sorogoyen.

Los años nuevos es la historia de una pareja pero también es, como explica Sara Cano, "el viaje individual de cada uno de ellos". Es el viaje de Ana, de ese infantil miedo a asentarse a la aceptación de la vida adulta, con sus renuncias y compromisos. O el de Óscar, lidiando como puede con esa desconfianza patológica que le causaron sus padres cuando, en su infancia, fingían seguir juntos a pesar de llevar varios años separados, algo que le sucedió al propio Sorogoyen cuando era niño. No es el único elemento autobiográfico que sus creadores han volcado en la miniserie. "Hay historias nuestras y de nuestros amigos. Les hemos consultado muchas cosas. Lanzábamos temas como el de la maternidad, la menopausia, la infidelidad... para ver cómo lo veían nuestros amigos, cómo lo habían vivido ellos", explica Sara Cano

"No solo queríamos contar la historia de la pareja sino del mundo de la pareja", dice Fabra. Porque mientras Ana y Óscar se embarcan en sus respectivos viajes, el mundo que los rodea va cambiando. Las fiestas con copas dan paso a las cenas con vino, primero con amigos, y más tarde, en familia. De los 30 a los 40, el cerco se va estrechando. Desaparecen amigos que parecían eternos, hay pérdidas familiares... "Hemos hecho un ejercicio de ir limpiando personajes, tramas..., sobre todo a partir del quinto capítulo", explica Sorogoyen

La pareja perfecta​


La libertad ha sido el elemento vertebrador de Los años nuevos. Una libertad creativa que se intuye ya en la escritura de guion, con capítulos de duración distinta, esos personajes secundarios que aparecen y desaparecen... Y que queda clara al conocer el elenco. "Rodrigo tenía muy claro que quería actores que no fuesen conocidos", recuerda Cano. "Caras diferentes y caras que no conozcas –añade él–. Que te creas que son sus amigos".

El más conocido de los secundarios, para que nos hagamos una idea, es Benjamín Prado, que interpreta al padre de Óscar. Una decisión de casting que motivó la reescritura de su personaje convirtiéndolo en poeta. "Lo hizo fatal en el casting –recuerda Sorogoyen–. Pero tiene tanta gracia y es tan peculiar que nos arriesgamos". Quitando al escritor, Los años nuevos funciona como sorprendente cantera de actores prometedores de una cinematografía que cae con demasiada frecuencia en la repetición. Nombres como Pablo Gómez Pando, Lucía Martín Abello, Ana Alarcón, Ana Labordeta, Carlos Blanco o Martín Páez se merecen que escribamos aquí sus nombres. El caso de este último es paradigmático. Su personaje interviene en un único capítulo, comparte un viaje de carretera a Valencia con Óscar, ese viaje de empalmada que nunca hizo con Ana, y nunca más vuelve a aparecer en la serie. Sin embargo, esa pequeña road movie le basta y le sobra para construir uno de los personajes más carismáticos de la serie.

Tampoco los protagonistas de Los años nuevos son rostros archiconocidos. Sorogoyen tenía claro que Ana tenía que ser Iria del Río, actriz que habíamos visto en El increíble finde menguante o Las chicas del cable. El director la había conocido en el casting de Antidisturbios, en el que ella aspiraba al personaje que dio a conocer a Victoria Luengo. Y, aunque aquello no salió, Sorogoyen supo que trabajarían juntos en algún momento. Desde que se le ocurrió la idea de la serie el personaje de Ana tenía su rostro. Y cuando el proyecto recibió luz verde, ni siquiera necesitó hacer un casting. "Me dijo que lo tenía clarísimo, que había escrito el personaje siempre conmigo en mente y que solo nos quedaba encontrar a Óscar", recuerda Iria del Río consciente de la oportunidad que le ha brindado el director.

Francesco Carril (Galgos, Tenéis que venir a verla) sí que pasó por un casting pero guarda un recuerdo estupendo. "Salí de esa prueba muy removido y con la sensación de haber de haber trabajado, de haber podido enseñar algo de lo que yo era", recuerda sobre este proceso que ambos intérpretes definen como sesiones de trabajo más que audiciones.

¿Y cómo afrontaron el reto de interpretar a sus personajes a lo largo de diez años? "Yo coloqué a mi personaje del primer capítulo al quinto con una energía más hacia afuera, más pendiente de lo que ocurre fuera de ella, y, en los cinco siguientes, intenté poner la mirada más hacia dentro y eso ya me daba otra manera de estar", recuerda Del Río. Carril aporta una lúcida reflexión al respecto: "Rodamos en orden cronológico y a mí me enternece mucho vernos a nosotros como actores muy perdidos en los primeros capítulos, encontrando la voz, el tono, con una ingenuidad muy bonita... Se ven nuestras miradas un poco perdidas, pero creo que para nuestros personajes en ese momento de su relación está bien –explica–. Según íbamos cogiendo madurez con el proyecto también ellos como personajes iban cogiendo peso, se les ve más seguros, más enteros como pareja".

Rodar en orden cronológico fue fundamental también a la hora de enfrentarse al último capítulo, la joya de la corona de Los años nuevos, un plano secuencia de 45 minutos rodado en una habitación de hotel llena de espejos que Sorogoyen y el equipo solventaron en cinco tomas. "Lo de menos éramos nosotros –recuerdan los actores, únicos protagonistas del episodio– porque había una coreografía tremenda por parte del equipo: los sonidistas que se subían por los muebles, que se escondían, el operador de cámara moviéndose de un lado a otro...". "Es el plano secuencia más largo y más difícil de mi carrera. Fue el último día de rodaje y fue mágico", recuerda Sorogoyen sobre el capítulo con el que culmina ese proceso de desnudez de Los años nuevos. Con Ana y Óscar frente a frente. Su historia de amor despojada de todo lo demás.

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